Como en la mayoría de los países, las escuelas en Filipinas cerraron sus puertas en marzo. Fue una de las medidas más extendidas –y también más polémicas– que dejó a
más de 1.500 millones de niños y niñas sin escuela en todo el mundo. Poco a poco en muchos países las escuelas han vuelto a abrir, pero no ha sido así en el archipiélago filipino, aunque se ha ido reforzando la educación a distancia a través de la televisión, la radio e Internet.
Jan Alliah tiene 17 años y vive en Donsol, en la provincia de Sorsogon, Filipinas. Ella participa regularmente en las actividades de Educo en su aldea, su trabajo y sus aportaciones contribuyen a evaluar y mejorar nuestros proyectos. Durante los primeros momentos del cierre de las escuelas se puso en marcha para
ayudar a otros niños y niñas a seguir estudiando y no perder todo aquello que habían aprendido. En el Día Internacional de la Solidaridad Humana, que se celebra cada 20 de diciembre, Jan Alliah nos explica cómo ella y otros niños y niñas de Donsol decidieron ayudarse entre ellos.
¿Cómo surgió la iniciativa de ayudar a otros niños y niñas a seguir estudiando durante el cierre de las escuelas?
Los niños y niñas de la organización infantil de nuestra aldea
estábamos preocupados por los otros niños, especialmente los más pequeños que necesitan más atención. Entonces se nos ocurrió ayudarles a estudiar y recuperar el entusiasmo por aprender y pusimos en marcha un proyecto al que llamamos CLASS, que significa Come, Let's go And Start Schooling (venga, vamos y empecemos a estudiar).
¿Cuáles fueron los primeros pasos?
Al principio pusimos en común nuestras ideas, las de otros dos miembros de la organización y las mías, y, tras escribirle una carta, fuimos a hablar con el jefe de la aldea. Nuestra idea inicial era pedir a la gente de Donsol apoyo con los materiales que íbamos a necesitar durante las sesiones educativas, pero lo primero era saber cuántos niños y niñas íbamos a ser, así que fuimos a preguntar a las familias si querían que sus hijos participaran. Teníamos en mente un grupo pequeño, ya que solo se nos permitía reunirnos diez personas, pero nuestra iniciativa
tuvo una participación mayor de la esperada, así que agrupamos las sesiones según la edad: de cinco a siete años, de siete a nueve y de diez a doce. También nos dividimos en tres grupos para poder liderar el grupo de manera efectiva y cumplir los protocolos de salud.
¿Dónde hacíais las clases?
Ese fue otro de los problemas que surgieron por la cantidad de niños que quisieron unirse a las sesiones: la falta de espacio. Podíamos utilizar
el salón del Ayuntamiento, la guardería y la oficina de protección infantil, pero aún nos faltaba espacio. Entonces uno de los vecinos nos ofreció su garaje, que es bastante grande.
¿En qué horario y qué materias repasasteis durante las clases?
De lunes a viernes de 9 a 10 de la mañana. Durante tres semanas hicimos ejercicios de
escritura, lectura, trazos básicos para los más pequeños, matemáticas básicas y fonética. Lo pudimos hacer gracias a la ayuda del consejo de la aldea, que nos donó mascarillas, alcohol y otros materiales para garantizar los protocolos de salud y seguridad.
¿Cómo valoras la experiencia?
Al principio estábamos nerviosos porque involucramos a niños más pequeños, pero con el paso de los días nos fuimos adaptando y terminamos encantados porque
nos han dicho que aprendieron mucho con nosotros. Como niña empoderada, quiero empoderar a los demás niños, y esto no sucederá a menos que seamos nosotros los que comencemos.
¿Qué proyectos os planteáis ahora?
Una de las cosas en las que
estamos trabajando es el presupuesto de la aldea para el mes de la infancia, que celebramos en diciembre. El día de Navidad se nos permitirá salir a los niños y niñas, por supuesto cumpliendo todos los protocolos. Nuestro plan es hacer una simple celebración con juegos en los que no haya contacto físico y un concurso de creación de carteles. Para los más mayores hemos pensado convocar un concurso de diseño de
parol –una típica decoración navideña parecida a un farolillo– y preparar un espacio en la cancha cubierta donde ofrecer alimentación.
¿Cómo empezó tu relación con Educo?
Cuando tenía 12 años era la presidenta del gobierno estudiantil y Educo me invitó a participar en una de sus actividades. Esa fue la primera de
muchas otras ocasiones que tuve para representar a los niños y niñas de mi aldea en el proyecto ME Child, que la ONG lleva a cabo a Donsol y que tiene como objetivo desarrollar la capacidad de la infancia no solo para participar, sino también para liderar la promoción de los derechos de los niños en el municipio y diseñar programas que fomenten que estos derechos se cumplan. Mi madre trabaja en una guardería y da su apoyo a la organización infantil como facilitadora comunitaria y mi padre es ex miembro del consejo de la aldea. Siempre ha salido de mí ayudar y sentía curiosidad por los talleres de Educo.
¿Qué significa para ti ser líder infantil?
Para mí fue una gran ayuda. Antes era muy tímida y, aunque sabía hacer las cosas, me costaba mucho compartirlas.
Gracias a las actividades de Educo me fui sintiendo segura para hablar en público y salir de mi zona de confort. Siento que algo cambió en mí, ya que antes me lo guardaba todo para mí y tenía muy pocos amigos. Ahora he aprendido a socializar, he adquirido confianza y estoy ayudando a otros niños.
¿En qué más te ha ayudado?
Como niña, generalmente mi voz no se escucha. Pero ahora siento que tengo las herramientas y quiero ayudar a resolver los problemas de los niños, especialmente
durante la pandemia, ya que han aumentado los casos de violencia hacia la infancia. Los adultos deben tomar a los niños en serio cuando dicen algo, nuestra voz y nuestras opiniones son importantes. En el futuro quiero ser asistente social, aunque también quiero ser ingeniera, pero creo que ser asistente social está más en línea con lo que estoy haciendo ahora.
¿Qué consejos les das a los que quieran ayudar a los demás?
En primer lugar, ayudar a los demás no conoce de momentos ni lugares, si se quiere hacer
hay que encontrar la manera de hacerlo. Lo mejor es buscar consejo en personas en las que confías y ser uno mismo.
Niños que ayudan a otros niños. Como Jan Alliah y sus amigos.
Y tú, ¿ya sabes cómo demostrar tu solidaridad? Te proponemos visitar nuestro
catálogo de regalos solidarios que cuidan y protegen y escoger el que haremos llegar a los niños y las niñas que participan en nuestros proyectos.
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