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El aprendiz de pescador que compagina el mar con la poesía

El aprendiz de pescador que compagina el mar con la poesía

septiembre 08, 2020

A Aldazer le apasiona leer y escribir. Desde que empezó la pandemia ya ha escrito más de 10 poemas en tagalo, el primer idioma de un tercio de la población en Filipinas, todos ellos basados en sus experiencias de vida. Y es que escribir le ayuda a expresarse sin miedo a que lo estigmaticen, ya que este joven de 21 años tiene un problema en el paladar que le dificulta el habla, y eso hace que muchas veces prefiera estar solo que compartir su tiempo con otras personas. Aldazer sufre una doble discriminación, tanto por su problema en el habla como por su condición de Sama Bajau.  

Vive en una zona costera con su familia, la típica Sama Bajau, cuya principal fuente de sustento es la pesca. Como miembro masculino de la familia, su educación no se considera más valiosa que sus habilidades para pescar y ganar dinero. Y aun teniéndolo todo en contra, no se desmotiva para seguir estudiando.  

Este joven, antes de la pandemia, asistía sin falta y con entusiasmo a las clases que ofrecemos para los Sama Bajau, una alternativa a las clases formales para que más de 400 jóvenes de esta etnia tengan más oportunidades de empleo. Le encantaba estar con sus compañeros y profesores: "Me hacía feliz compartir conocimientos, bromas e ideas locas con mis compañeros de clase", recuerda Aldazer.  

Durante una de las sesiones Aldazer expresaba su gratitud a Educo por la oportunidad de que los niños y jóvenes de su comunidad tuvieran acceso a la educación: “Nunca desperdiciaré esta oportunidad. Haré que mi familia se sienta muy orgullosa al convertirme en el primer miembro de todos nosotros que termina la secundaria y se licencia en la universidad”, sentenciaba.  

Pero llegó la pandemia mundial y con ella un sinfín de dificultades 

No obstante, su entusiasmo se vino un poco abajo por culpa del coronavirus, donde no parece que la situación mejore pronto en Filipinas: "Esta pandemia ha afectado al trabajo de mi padre y a nuestros lazos familiares en general. Antes, mi padre podía ir a casa todos los días, pero ahora tiene que quedarse en su lugar de trabajo y solo viene a casa los fines de semana, ya que el transporte público está suspendido.  

También es difícil para mí porque quiero volver a la escuela y reencontrarme con mis compañeros y profesores. Ya han pasado tres meses y parece que no podremos volver pronto, sobre todo porque el número de casos de COVID-19 está aumentando.  

Cuando empezó a circular el coronavirus nos asustamos y nos pusimos nerviosos. Pensaba en lo que sucedería si uno de los miembros de mi familia se viera afectado por la enfermedad. El miedo a ser discriminado volvió a resurgir. Pero para la gente como nosotros, que tenemos menos o nada en la vida, solo confiamos en que todo se arreglará. Rezo la mayor parte del tiempo para que las cosas mejoren en el futuro”, nos cuenta.   

Pero en toda situación adversa siempre se puede sacar algo bueno, y es lo que ha hecho Aldazer: aprovechar los días de cuarentena y encierro para seguir escribiendo poemas y esforzándose para mejorar cada día su escritura.   

Enfrentarse a los cambios: educación a distancia para todos 

El actual cierre de escuelas y las restricciones de movilidad a causa del coronavirus han provocado un gran cambio en la vida de miles de niños y niñas filipinos. Y los alumnos de las clases alternativas para los Sama Bajau no son una excepción a esta situación. Desde que se impuso la cuarentena de la comunidad en la ciudad de Zamboanga, se suspendieron todas las clases, tanto las formales como las informales. 

Incluso hay alumnos, como Aldazer, con teléfono móvil, que han decidido compartir sus lecciones y tareas con otros alumnos que no tienen acceso a la red, haciendo así nuevos amigos. Se reúne con otros niños o jóvenes una vez por semana, o cuando sea necesario, de modo que estos niños puedan entregar sus tareas o recibir instrucciones de sus maestros sobre las próximas actividades. Estas sesiones mantienen el espíritu de las presenciales y se llevan a cabo en el momento más adecuado para los alumnos, para que no coincidan con sus actividades de sustento. 

Este joven filipino recibe clases de Educo adaptadas a su horario de trabajo.

Aldazer se muestra encantado, tanto con las clases presenciales como con las no presenciales: “Educo nos ha ayudado a mí y a los niños como yo sin recursos que no pueden ir a la escuela a poder reengancharnos de nuevo en los estudios. Gracias a sus clases me sentí de nuevo un niño normal. Me estaban dando una segunda oportunidad para poder terminar mis estudios y perseguir mi sueño de convertirme en un trabajador social para ayudar a más niños como yo en el futuro.  

También quiero demostrar a las personas que no creyeron en mí que están equivocadas. A pesar de mi discapacidad, todavía tengo muchos sueños por cumplir y este proyecto realmente proporciona grandes oportunidades para los niños de mi comunidad. Lo que si le pido al gobierno son más programas y servicios que ayuden a los niños menos privilegiados como nosotros a terminar sus estudios, así como a las personas con discapacidad”.  

Cuando se anunció el confinamiento y el cierre de las escuelas pensó que nunca más tendría la oportunidad de aprender y pasar tiempo con sus nuevos amigos en clase, pero al empezar las sesiones de aprendizaje en línea, su interés no decayó y se dio cuenta de que la educación no solo es posible en un lugar específico. Y aprendió que, con determinación, todos los obstáculos de la vida pueden superarse. Incluso una pandemia.   

  

 


Ayúdamos a que más ninos y niñas estén en la escuela, es su derecho

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