Muchas veces nos gustaría que la convivencia entre las personas fuera un poquito menos complicada. Las personas adultas a menudo no nos entendemos con niños y niñas, chicos y chicas. Solemos achacar los conflictos que surgen a aspectos de ellos: que si son revoltosas, no saben, no pueden, lo hacen peor, que si son contestones, inquietas, lentos… Pero, y la otra parte de la ecuación, las personas adultas, ¿qué creencias y prácticas naturalizamos cuando nos damos estas explicaciones?
Hacer algo al respecto para mejorar el conflicto intergeneracional no es sencillo: es como si tuviéramos un taburete con tres patas, de las cuales necesitamos todas para mantener la silla en pie… pero alguna pata puede estar coja. Está la pata del “querer”: tenemos que querer convivir mejor con chicos y chicas (estar convencidos y convencidas de que el buen trato hacia ellos es positivo y necesario para su desarrollo y algo básico para que se cumplan sus derechos; y cuestionar las creencias adultistas de la infancia como algo incompleto que merece, sobre todo, que todo le venga dado de fuera). También está la pata del “poder”: tenemos que poder convivir mejor con chicos y chicas (por ejemplo, si no tenemos tiempo de calidad para compartir, o energía para disfrutar cuando estamos con chicos y chicas, puede que tengamos más dificultad a la hora de mejorar la convivencia). Una palanca fundamental que puede mover ese “querer” y “poder” hacia delante, es una pata importantísima, la pata del saber cómo hacerlo: formarse para garantizar los derechos de los chicos y chicas con los que convivimos.
En este sentido, desde Educo, consideramos que una de las claves para fomentar el buen trato y disfrutar una convivencia positiva entre personas adultas y chicos y chicas, es promover la participación infantil y adolescente. Se trata de atreverse a implicarles en todo lo que les afecta, hacerles partícipes de las decisiones que afectan a sus propias vidas en todos los sentidos: desde que se levantan hasta que se acuestan. Desde la ropa que se ponen por la mañana hasta la actividad extraescolar que practican, o no, por la tarde, por ejemplo. Se necesita mucha confianza y respeto y pocos estereotipos y paternalismo. Equilibrar la balanza no siempre es fácil… ¡y formarse para ello es muy importante para aprender a cuestionarnos y repensar nuestras relaciones con la infancia y adolescencia!
En Educo pensamos que la formación en cómo promover la participación e implicación de chicos y chicas en todas las cosas de su vida, genera a su vez para las personas adultas una mayor capacidad de resolver conflictos desde la empatía, yendo a la raíz de los problemas; y un mejor manejo de las relaciones sociales en casa, en la escuela, en la comunidad… Y en definitiva, entornos más agradables y más seguros para todos, especialmente para chicos y chicas. Por eso, este curso, seguimos con algunas cápsulas formativas gratuitas para personas adultas:
Y para terminar… ¿qué beneficios tendrá para los chicos y chicas con los que te relacionas que promuevas su implicación cotidiana? Su participación…
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