julio 08, 2019
A pesar de una leve mejoría a nivel global, la radiografía sobre la realidad social ofrecida por la Encuesta de Condiciones de Vida no invita a celebraciones, sobre todo para aquellas entidades que trabajamos por el bienestar de la infancia. Los niños y niñas de nuestro país siguen representando el colectivo más vulnerable, posición que ocupaban incluso antes de que estallara la crisis financiera en 2008. Solo un descenso de 1,8 puntos deja a la pobreza y exclusión social de la infancia en el 29,5%, afectando pues a casi uno de cada tres niños y niñas. Las grandes cifras macroeconómicas hablan de un crecimiento del país, pero como vemos esta mejora no parece llegar a aquellos hogares en riesgo de pobreza y exclusión. Y si llega, lo hace a un ritmo demasiado lento como para que éstos puedan percibir un presente y un futuro con más expectativas.
Desde Educo llevamos varios años alertando de las dificultades que para muchas familias supone el verano, un espacio temporal en el que cientos de miles de niños y niñas quedan alejados del paraguas protector que supone el curso y el entorno escolar. Contradiciendo a su imagen idílica, el periodo estival es sinónimo de barrera para miles de familias y supone un factor fundamental en la brecha de desigualdad de la infancia en nuestro país.
A pesar de la desprotección de niños y niñas durante el verano, los derechos no se van de vacaciones
A pesar de los esfuerzos realizados por el Alto Comisionado de Lucha contra la Pobreza Infantil, distintas Comunidades Autónomas, Ayuntamientos y numerosas entidades sociales con sus programas de refuerzo educativo y de ocio saludable para niños y niñas en riesgo de exclusión, una de cada tres familias no pueden permitirse al menos una semana de vacaciones al año. No se trata sólo de no poder ir de vacaciones, sino de que durante casi noventa días hijas e hijos de estas familias pasarán gran parte de su tiempo solos, en casa, sin grandes alternativas de ocio y tiempo libre. Más allá de la vulneración del derecho, la realidad nos muestra la interrelación entre los distintos caminos que llevan y que se desprenden de la pobreza. En diversos estudios, informes, encuestas y en el contacto diario de las entidades con los niños y niñas más vulnerables, éstos nos hablan de sentimientos como la desprotección, el aislamiento, malos hábitos nutricionales y sentimientos de baja autostima respecto a los demás. Del mismo modo que en en la edad adulta y en el entorno laboral se habla de la depresión post vacacional, en la infancia, en la vuelta al cole en septiembre, podríamos hablar de algo parecido, si nos atenemos a la sensación de desigualdad y de injusticia provocada por no poder disfrutar de unos derechos que otros niños y niñas parecen dar por sentado.
Desde un punto de vista más material observamos con preocupación otro indicador de pobreza que ha aumentado respecto a años anteriores y que se potencia en la época estival. Se trata del número de niños y niñas que no pueden comer carne, pollo o pescado cada dos días, que ha aumentado hasta el 3,7%. Este dato revela que más de 300.000 niños y niñas que no tienen el acceso adecuado a unas proteínas básicas para su desarrollo físico e intelectual.
Con esta mirada a la situación de la infancia en verano, desde Educo entendemos más necesarios que nunca programas estivales que garanticen el derecho a la alimentación y al ocio y esparcimiento. La mayor dotación (15 millones de euros) del programa VECA del Alto Comisionado de Lucha contra la Pobreza Infantil intenta remediar esta problemática. En la misma línea, desde Educo llevamos a cabo desde el verano de 2013 nuestro Programa de Becas Comedor Verano, a través del refuerzo de programas de alimentación saludable y ocio educativo con más de 70 entidades en toda España. Por tanto, aplaudimos y promovemos este tipo de acciones como medidas de urgencia, pero al mismo tiempo entendemos que un fenómeno complejo y estructural como el de la pobreza infantil requiere de medidas y soluciones urgentes y coordinadas por todos los niveles de la Administración, que vayan más allá de paliar temporalmente esta problemática.
Con todos estos datos, a este ritmo harían falta 18 años para acabar con la pobreza infantil en España, un tiempo demasiado largo para los niños y niñas en particular y para la sociedad en general. Desde Educo entendemos que la pobreza infantil supone un serio retroceso a todos los niveles, sobre todo en lo social y lo económico. La desigualdad que genera la pobreza supone una fragmentación entre una infancia sin acceso a derechos que otros niños y niñas dan por sentado. Igualmente, desde la perspectiva económica, diversos estudios demuestran que mantener la pobreza infantil (que “cuesta” hasta 5 puntos del PIB) sale “más caro” que una inversión adecuada en busca de soluciones.
El mismo diagnóstico que muestra esta cruda realidad para cientos de miles de familias y para más de dos millones de niños y niñas nos indica el camino para mejorar su situación. El aumento de la inversión en políticas de infancia hasta llegar al promedio del 5,3% del PIB de los países de la OCDE, la prestación universal por hijo a cargo de 1.200 euros anuales, o la medición del impacto de las políticas de infancia en el bienestar de niños y niñas son algunas de las medidas que pedimos desde Educo.
No queremos que la pobreza infantil se convierta en una "coletilla" añadida cada vez que se muestre la realidad de nuestro país. Existen soluciones, y países de nuestro entorno más cercano han demostrado que poniendo a la infancia en el centro de las políticas se puede erradicar la pesada carga y casi inevitable herencia de la pobreza. En este sentido, no hay secretos ni fórmulas mágicas, sino voluntad, coordinación y, necesidad de una mayor inversión y evaluación del impacto. Las medidas que se tomen o se dejen de tomar reflejarán claramente la sociedad que queremos construir para el presente y para el futuro.
Macarena Céspedes Quintanilla
Directora de EDUCO España