mayo 29, 2020
Un ingreso mínimo para el bienestar de la infancia más vulnerable
España lleva muchos años en el vagón de cola tanto a nivel de pobreza infantil como de impacto de las transferencias sociales y políticas públicas para reducirla en el marco de la UE y de los países industrializados. Con un 29,5% de la infancia en riesgo de pobreza y exclusión social (ECV, INE 2019), es decir, cerca de 2,5 millones de niños y niñas, la crisis social y económica tras la pandemia de la Covid-19 se presenta como una amenaza, especialmente para la población en riesgo de pobreza y exclusión. Y más concretamente para la infancia, el colectivo
más vulnerable y en el que la pobreza tiene efectos más intensos y a más largo plazo, a nivel de formación, habilidades, relaciones o toma de decisiones. La pobreza limita
las capacidades presentes y futuras de niños y niñas y afecta por tanto al
bienestar presente y futuro de todo el conjunto de la sociedad. En este sentido, han sido varias las recomendaciones que el
Consejo Europeo ha hecho a España para abordar el problema y poner en marcha programas de rentas mínimas como medidas más eficaces para afrontar la pobreza.
En este contexto, la aprobación del
Ingreso Mínimo Vital supone un importante paso en la lucha contra la
pobreza y la reducción de la
desigualdad, un problema estructural que podría agravarse a causa de la crisis sanitaria. En clave de infancia, entendemos que la puesta en marcha de este programa demuestra que se puede luchar contra la pobreza infantil desde las políticas públicas, ya que se estima que la mitad de los hogares beneficiarios de este programa lo conforman
familias con hijos menores a cargo en situación de pobreza y exclusión social.
Derechos y bienestar de la infancia
Desde Educo celebramos el efecto positivo que este IMV puede tener como medida de justicia y cohesión social, y para el cumplimiento de derechos básicos de la infancia, como una
alimentación adecuada, una
educación equitativa y de calidad, o el disfrute del
ocio y tiempo libre, aspectos básicos para su
desarrollo y bienestar. Se trata de una herramienta que, aplicada y gestionada desde el rigor y la eficacia, puede ser idónea para ofrecer más oportunidades a los niños y niñas que viven en situación de pobreza y no se queden atrás.
Para las familias que viven en situación de pobreza, esta ayuda es fundamental para pagar los
bienes básicos -como vivienda, ropa, comida o material escolar-, así como para optar a mejores condiciones laborales y sociales. Al beneficiar a todos los miembros de la familia, el acceso a estos recursos repercute en otros aspectos como la reducción del estrés, la mejora de las relaciones familiares y las oportunidades para el empleo. En este sentido, para muchas familias con niños y niñas, agobiadas por la
precariedad (el 14% de los trabajadores son pobres) y las dificultades para la
conciliación, esta medida, al ser complementaria y ajustada con salarios hasta llegar a una cobertura mínima, no las desincentiva en la búsqueda de empleo o de mejores trabajos. Además, se presenta como una oportunidad de escapar de la
triple escasez: de recursos, de tiempo y de redes de apoyo, una trampa que condena a los niños y niñas que viven en estos hogares a un aislamiento y una pobreza que se transmite de generación en generación. El día a día de estas familias implica un presupuesto siempre ajustado que les obliga a enfocar todas sus energías y recursos en la
subsistencia, sin poder planificar a medio o largo plazo, lo que limita sus capacidades para salir de esta espiral de pobreza.
La importancia del diseño
La evidencia muestra los efectos que los ingresos familiares tienen en el desarrollo y bienestar de niños y niñas. Existen experiencias positivas sobre el impacto que en el bienestar de la infancia ha tenido la puesta en marcha de medidas como ésta, como la Renta de Garantía de Ingresos del País Vasco o el Programa de Prestación Fiscal por hijos de Canadá (
CCTB, Canada Child Tax Benefit). Además de ser territorios con índices de pobreza infantil muy bajos que tienen su origen en otros motivos de carácter socioeconómico, ambos programas arrojan
efectos positivos en educación, habilidades socioemocionales y salud física.
Para que este programa tenga el mayor impacto posible en el bienestar de niños y niñas es fundamental que su diseño y aplicación reúnan unas características mínimas:
-
suficiente en su dotación económica, con el objetivo de llegar con la intensidad y cobertura necesarias a los colectivos más vulnerables;
-
flexible, para adecuarse a las distintas necesidades de los hogares en riesgo de pobreza y exclusión social, y para que las familias puedan acceder a la ayuda;
-
ajustado a la realidad actual de estas familias, que en muchos casos ha cambiado a causa de la pandemia
-
permanente mientras sea necesaria, con el fin de que la ayuda sea realmente eficaz para salir de la pobreza y no se quede sólo en un alivio temporal;
-
coordinado con las prestaciones existentes en cada Comunidad Autónoma;
-
seguimiento y un acompañamiento a nivel socioemocional, de formación y laboral a estas familias.
Este Ingreso Mínimo Vital supone en definitiva un paso importantísimo para promover el bienestar de la infancia más vulnerable. Pero esto no nos debe hacer olvidar otras prestaciones y ayudas
fundamentales para garantizar los derechos de niños y niñas, como a una
educación equitativa y de calidad o una
alimentación adecuada. Estamos en un momento de cambio social, en un momento de incertidumbre en el que es más necesario que nunca garantizar el Estado de Bienestar y velar porque nadie, y en concreto ningún niño ni ninguna niña,
se quede atrás.