Tradicionalmente, el castigo era algo que iba con la ardua tarea de disciplinar a los más pequeños. Pero ahora, gracias a estudios científicos, como los realizadas por
Joan Durrant y Ron Ensom de la Asociación Médica Canadiense, profesores, maestros, psicólogos infantiles y padres creen en
otros métodos, mucho mas eficaces, a la hora de disciplinar a nuestros hijos.
Las investigaciones demuestran que castigar a los niños solo crea más mala conducta. Se sienten enfadados, están a la defensiva y dejan de lado los impulsos humanos de querer cooperar y razonar. Castigarles les convierte en seres inseguros que acaban mintiendo o rompiendo algo para salir del paso. El castigo, no solo el físico sino el emocional, es el que más puede afectar la concepción del mundo del niño, así como a su proyecto de vida.
Pero, ¿cómo podemos disciplinar a nuestros hijos sin castigo?
Los niños aprenden lo que viven
Cuando les damos un azote o una cachetada, cuando les castigamos y les gritamos, los niños aprenden a comportarse de manera agresiva. No se trata de no poner límites, ya que hay que seguir recordándoles que no deben cruzar la calle sin mirar, que no deben hacerle daño al bebé o al perro y que no deben arrancar las flores de la casa de la vecina.
Pero los límites se pueden poner sin gritar, amenazar, manipular, insultar o pegar.
Si nosotros, como padres, conseguimos estar calmados mientras les ponemos límites, nuestros hijos lo interiorizarán mejor y más rápido. Antes de castigarle, aprende a regular tus propias emociones y tu comportamiento porque ellos así también lo harán. La próxima vez que pierdas la paciencia y quieras castigar a tu hijo, respira hondo y sigue estos consejos:
Detrás de un mal comportamiento hay una razón
Recuerda que toda mala conducta está un niño queriéndose expresar. Aunque no lo creas, tu hijo tiene una razón para haberse comportarse mal. Si le da una patada al perro o rompe una lámpara a propósito, seguramente es porque él se siente terrible. Quizás necesite dormir más, necesite pasar más tiempo contigo o tener más oportunidades para llorar y hablar de lo que le pasa. La próxima vez que haga algo
terrible, pregúntate por qué e intenta conseguir que se desahogue para poder hablar sobre lo sucedido.
La importancia de la rutina
Los niños aprenden por rutina. Cepillarse los dientes, decir gracias y por favor, hacerse la cama, dar de comer al perro… Pero, ¿recuerdas cómo lo aprendieron? Seguramente estabas tranquila a la hora de enseñarles. Seguro que lo hacías divertido, les hablabas de las consecuencias y se fijaban en ti. Las rutinas, bien enseñadas, les ayudan a asimilar conductas y comportamientos y les hace sentirse responsables e independientes. Recuerda que no solo hay que enseñarles, sino que hay que premiarles cuando hacen algo bien.
Aprende a controlar tu forma de reaccionar
Tu eres su modelo a seguir. Si los niños ven que puedes controlar una situación de manera saludable y positiva, ellos aprenderán a hacer lo mismo. La próxima vez que empieces a
perder la paciencia, aprovecha la ocasión para parar y demostrarles cómo se puede reaccionar sin violencia o enfados.
Usa la empatía para poner límites
Cuando los niños se sienten comprendidos, aceptarán mejor los límites que les ponemos. Si no se quieren ir a dormir, empatiza con ellos antes de poner el límite. "Ya sé que te gustaría quedarte leyendo toda la noche pero es tarde y deberías irte a dormir para que mañana puedas jugar, ir al cole, ir al parque…". "Ya sé que quieres que diga que sí, pero la respuesta es no". "En casa no nos insultamos cuando nos sentimos enfadados o tristes. Cuéntamelo bien".
Otra manera eficaz de poner límites es aprender a decir que sí. "Sí podemos leer otro cuento si lo hacemos rápido". "Sí, esto que ha pasado nos pone de mal humor, pero voy a ayudarte y vamos a solucionarlo".
Prueba jugando
A la hora de disciplinar y de educar, siempre es mejor hacerlo jugando. Una tarde a la semana, ¿por qué no le propones a tu hijo jugar a intercambiar vuestros roles? Te sorprenderá ver cómo te imita al tratarte, al decirte lo que tienes que hacer y cómo. Este ejercicio te ayudará a verte con otros ojos y quizás a rectificar algunos comportamientos. Con un rol paterno, se sentirán mayores y responsables. Además, podrá ver cómo rectificar sus comportamientos viendo los tuyos.
Si quieres compartir algún consejo sobre otras maneras de disciplinar, no dudes en hacerlo.
Derechos de imágenes:
Nathan Jones,
D. Sharon Pruitt
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