La vida libre tiene su precio y en concreto, y en relación con los niños y el verano, está el incremento en el número de accidentes que se producen durante esta época. Golpes, caídas o incluso ahogamientos o accidentes físicos graves son más probables durante estos meses en los que la actividad física no sólo es mayor, sino que además está menos supervisada. Además es también durante estos meses cuando más accidentes de tráfico se producen.
Estar alerta, seguir unas normas básicas y sobre todo, empezar a educar a los niños en el autocuidado desde el principio es fundamental para disminuir el riesgo de tener un disgusto.
Aprender a viajar
Muchos niños odian la silla del coche, sin embargo
viajar en silla no es negociable. Los niños menores de cuatro años han de viajar a contramarcha. Y todos tienen que
viajar en dispositivos de retención (sillas, alzadores, etc.) homologados y certificados. Que la silla del coche sea la correcta es tu trabajo. Entender que no se puede viajar sin silla es, a partir de cierta edad, el suyo.
Por supuesto,
si tú no usas cinturón es más que probable que tu hijo no quiera viajar sentado correctamente, los niños lo aprenden todo con el ejemplo. Puedes facilitar las cosas buscando formas de distraerlos, sobre todo si el viaje es muy largo, saliendo justo a la hora en que suelen echarse la siesta y por supuesto procurando parar y descansar todo lo necesario. El aburrimiento agota, aunque no lo parezca y un niño aburrido dentro de un coche se convierte en un riesgo.
Cuidarse del Sol
El Sol nos da la vida, pero también
puede resultar peligroso. Los daños celulares que producen las radiaciones solares son acumulativos, la piel tiene 'memoria' de la infancia y aunque ningún niño quiere usar fotoprotector hay que explicarles que no queda más remedio. No bajar a la playa en las horas de más calor e intentar promover distracciones debajo de la sombrilla (como jugar con la arena o incluso a las cartas o algún juego de mesa) reduce el riesgo de permanecer demasiado expuesto al sol y por tanto no sólo de quemarse, sino de llevarse un disgusto más gordo en etapas posteriores de la vida.
Protegerse del calor
Sufrir un golpe de calor o deshidratarse es uno de los peligros de los meses de verano. No salir de casa en las horas centrales del día y favorecer el acceso de los niños a las fuentes de agua (bajar los vasos para que ellos lleguen, o dejar mucha fruta cortada en la nevera), usar sombreros y ropa holgada y de fibras naturales protegerá a nuestros hijos del calor.
Al agua seguros
Como os
contábamos el mes pasado los accidentes en el agua son los más frecuentes en verano. Enseñar a nadar a los niños es fundamental, pero también lo es enseñarles pautas de comportamiento acuático, como no arrojar juguetes a las piscinas o vigilar que no haya nadie cuando vas a tirarte. Evitar los accidentes en el agua es cosa de todos y es sobre todo un aprendizaje.
Seguridad en la naturaleza
Durante estas fechas también suele salirse al campo y es muy probable que tus hijos acudan a un
campamento de verano. Comprobar los dispositivos de seguridad del campamento en cuestión (hablando con monitores o incluso acudiendo previamente) es fundamental para reducir todos los riesgos. Pregunta por los protocolos de emergencia, o sobre las medicaciones y pide toda la información necesaria, es tu derecho. Asegúrate de que tu hijo lleve ropa y calzado adecuados y explícale que tiene que seguir las normas (asegúrate antes de que son normas que tú también seguirías).
Que los niños aprendan que ciertos comportamientos pueden ser peligrosos y cuidarlos sin convertirte en una madre sobreprotectora es uno de los grandes retos de la maternidad. Hasta los tres o cuatro años los niños no tienen ninguna sensación de peligro y el trabajo es todo tuyo, pero a partir de ahí ya pueden ir tomando conciencia de que el cuerpo hay que cuidarlo. La forma en la que se lo transmitas será también importante. La maternidad es toda una aventura.
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Sharon Mollerus.
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