Cristina tiene 29 años y es madrina de Educo desde 1999. Cuando solo tenía 11 años, viendo por televisión un maratón de apadrinamiento con su madre, le dijo que ella también quería apadrinar. Y su madre nos llamó. Desde entonces ha apadrinado a varios niños y niñas de distintos países, actualmente a Zander, de Filipinas, a quien visitó, junto a Daniel, su marido, el pasado verano. Fue una semana intensa en Legazpi conociendo, no solo nuestros proyectos, sino también acercándose a la cultura y las costumbres de su gente.
¿Cómo fue la decisión de viajar a Filipinas?
El año anterior habíamos conocido parte del sureste asiático y nos quedamos con ganas de más, nos encantó. Dudábamos entre visitar Malasia o Filipinas y finalmente nos decidimos por Filipinas porque queríamos conocer a Zander y el proyecto de Educo. Hace unos años estuvimos visitando otra ONG en Uganda y nos encantó la experiencia de poder visitar las escuelas, interactuar con los niños y, sobre todo, conocer más a fondo la cultura, su gente, la forma de educar… ¡y queríamos repetirla! Del mes que estuvimos viajando por distintos lugares del país, una semana la pasamos en Legazpi con Educo.
¿Cómo fue la experiencia?
Me encantó. La gente es genial, muy agradable. No os imagináis cómo se portaron con nosotros y el trabajo que hacen. Siempre nos daban las gracias por nuestra colaboración, pero les decíamos que nosotros solo damos el dinero, que el verdadero trabajo lo hacían ellos allí en su día a día, Imelda, la directora de Educo en Filipinas, John, el responsable de Apadrinamiento, los profesores y directores de los colegios… todo el equipo de Educo, en las oficinas, en los colegios… hacen un trabajo increíble.
¿Qué proyectos te sorprendieron más?
Ahora mismo Educo está llevando a cabo un proyecto de lectura y de promoción de la lengua materna muy interesante en esa región de Filipinas. En la mayoría de los colegios están muy implicados y hacen unas cosas súper chulas, con los pocos recursos que tienen. Nos sorprendió también lo aislados que en ocasiones están los colegios y sobre todo los recorridos que tienen que hacer los niños para llegar a ellos.
¿Quieres destacar algún otro proyecto?
En San José, un pueblecito muy pequeño, se encuentra una de las escuelas más innovadoras. Gracias al esfuerzo del director han empezado a recibir recursos para llevar a cabo sus proyectos, como el de la BalsaBasa, una biblioteca flotante donde los niños más avanzados van como
profesores a aldeas más alejadas donde no tienen tantos libros y recursos y les enseñan a leer.
¿Cómo fue el encuentro con Zander y sus compañeros de clase?
Soy profesora en un colegio y les conté a los niños que iba a ir a visitar Filipinas y que si querían podían traer material para llevárselo. Entre el resto de profesores pensamos en que desde el centro podíamos hacerles unas pulseras y unos dibujos para que se los lleváramos. ¡A todos les encantó la idea! Al principio, cuando llegamos a la escuela de Zander, los niños pasaron vergüenza, sobre todo él. Después se soltaron y ya intentaban interactuar con nosotros, iban con sus pulseritas, enseñándoselas entre ellos. Una vez allí entendí que cuando apadrinas ayudas a la comunidad entera, no solo al niño o a la niña que apadrinas.
¿Cómo lo vivieron los alumnos de tu escuela?
Para ellos también fue muy emocionante preparar las pulseras y saber que íbamos a donar materiales para otros niños que viven muy lejos. Se volcaron a hacer pulseras, hasta el último día me buscaban en el patio para darme las que habían podido hacer. Durante el viaje estuvieron pendientes de las fotos que colgaba en las redes sociales y ahora estoy preparando un video para verlo todos juntos en la escuela y que conozcan un poco más sobre Filipinas y las realidades de otras escuelas.
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Cuéntanos alguna anécdota del viaje…
Una de las cosas que más nos sorprendió son los accesos que tienen algunos de los colegios y el largo camino que todos los días muchos de los profesores y alumnos tienen que recorrer para llegar a los centros. A uno de ellos tuvimos que acceder en bote, otros mediante carreteras prácticamente sin asfaltar y otro cruzando puentes colgantes. En este último, después de visitar la escuela, se puso a diluviar y nos empapamos. Con la que estaba cayendo era imposible cruzar el resbaladizo puente, por lo que una mujer nos abrió las puertas de su casa y nos dejó estar mientras pasaba la tormenta. Esta mujer tenía un niño con necesidades especiales que me recordó mucho a un antiguo alumno y enseguida congeniamos. Pasamos un buen rato juntos.
Como profesora de Educación Especial fue imposible no vincularte…
El director de la escuela nos contó que para este tipo de niños no existen muchos recursos en países como Filipinas, que incluso muchos no van a la escuela. Actualmente estoy en contacto con ese director, Ryan, que de forma personal había incluido a ese alumno en su escuela e intento mandarle materiales que puedan resultarle de ayuda en sus aprendizajes y a Ryan facilitarle algo la tarea.
¿Recomendarías a otros colaboradores viajar?
Totalmente. Viajar siempre te lleva a conocer nuevos lugares, sensaciones y experiencia, muchas veces vamos a ver las cosas más turísticas y nos olvidamos de conocer la esencia del país. El realizar unas vacaciones solidarias donde combines el turismo con conocer todos estos proyectos, es una de las mejores experiencias que te vas a llevar en la vida. Hemos podido conocer la verdadera vida de la gente, su cultura, sus costumbres. La verdadera cultura filipina, son una sociedad en la que no tienen mucho, pero lo dan todo.
Y apadrinar, ¿lo recomendarías?
Bueno, de hecho, al volver de Filipinas mi marido ha apadrinado a otro niño. Estamos esperando un bebé y los dos estamos de acuerdo en que en el futuro queremos transmitirle los valores de la solidaridad y tolerancia. Nos gustaría viajar juntos para que conozca otras realidades y sea consciente de cómo viven otros niños en otras partes del mundo.
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