Parece obvio que hacer cosas con los niños es bueno para ellos y aunque resulte algo chocante, existe gente que intenta demostrarlas científicamente, lo cual es de agradecer, para que no quepa ninguna duda al respecto. Según un estudio realizado en EEUU a más de 8.500 niños en edad preescolar y publicado en el
Journal of Developmental and Behavioral Pediatrics,
hacer cosas con nuestros hijos mejora su salud socio-emocional. En este estudio se aprecia cómo existe una relación directa entre el número de actividades realizadas por los niños con sus padres y la mejora de los resultados sobre salud socio-emocional de los niños.
La importancia de la salud socio-emocional
Los psicólogos definen la salud socio-emocional como la
capacidad de mostrar empatía, entender emociones, tener auto-control o establecer relaciones sanas con otras personas, en el caso de los niños con otros niños o con adultos. El ser humano es un animal social, el más social de todos los seres que habitan nuestro planeta.
Muy parecido a sus primos, los chimpancés o los bonobos, el ser humano vive en grupos desde su origen y ha desarrollado habilidades importantísimas para establecer vínculos sociales que favorezcan la formación y mantenimiento de estos grupos. Sólo es necesario escucharnos: los seres humanos podemos hablar y así alcanzar grados de comunicación con los otros imposibles para el resto de animales.
El ser humano es el animal social por excelencia. Los seres humanos establecen vínculos desde su nacimiento. Primero con la madre o el cuidador principal y después con el resto de personas que conforman su
tribu. Llorar, sonreír en sueños o reir después son algunas de las conductas más simples que un bebé utiliza para establecer relaciones con las personas que lo cuidan.
Al crecer
, compartir cosas con los miembros de la familia es primordial para aprender a comportarse en sociedad, desarrollar habilidades como la empatía y por tanto convertirse después en un adulto emocionalmente sano y feliz. Este tipo de conductas vinculantes produce además reacciones en el cerebro adulto, activando los centros de recompensa en el caso de las sonrisas o disparando las señales de alarma cuando el niño llora.
Según la
Teoría del Apego que formuló Bowlby después de la Segunda Guerra Mundial a petición de Naciones Unidas y que hoy está aceptada por la gran mayoría de la comunidad científica,
los bebés y niños pequeños se apegan a adultos receptivos y sensibles, es decir, adultos capaces de responder a las necesidades tanto físicas como emocionales de los más pequeños.
La reacción de los padres en respuesta a las demandas de los hijos es la base para la construcción de patrones de comportamiento que se mantendrán hasta la vida adulta guiando todas las relaciones posteriores. Es una necesidad básica de los niños realizar actividades con el resto de la familia.
Compartir tiempo con los pequeños de la casa
No es necesario hacer nada especial. Los niños de este último estudio compartían con sus padres cosas tan simples como comer, leer libros, contar cuentos o jugar un poco. Sin necesidad de grandes planes. Unas risas por aquí, unas cosquillas por allá, un poco de ¿qué tal te fue el día?
Existen un montón de formas de mejorar los vínculos con los hijos (y hay que de decir que con todo el mundo)
que están al alcance de cualquiera.
Las caricias, las charlas, los abrazos, hacerse mimos, contarse los problemas o cepillarse el pelo, por ejemplo.
Compartir tiempo con los hijos es bueno para la salud (también la nuestra) y lo dicen los estudios científicos. Los investigadores afirman que compartir actividades con los padres ayuda a los niños a sentirse integrados y seguros y les da una sensación de pertenencia.
La buena salud socio-emocional está además relacionada con mejores resultados académicos y mayor adaptación a la escuela, aseguran los expertos. Pero no sólo eso. Compartir tiempo con los hijos es importante. Sobre todo porque todo el tiempo que no compartas ya no vuelve. Y con los hijos, lo más importante es difrutar. De cada segundo. Todo lo que se pueda.
Derechos de imágenes:
Torrey Wiley,
Dominique B.
Diversión en familia
,
Salud infantil
,
salud socio-emocional