Año tras año las estadísticas nos dan el mismo susto: la violencia de género entre los adolescentes no sólo no disminuye, sino que aumenta, sin que aparentemente las campañas de concienciación sirvan para mucho.
Las relaciones inter-género comienzan a construirse en la primera infancia, principalmente con la construcción de la identidad sexual que se va desarrollando poco a poco desde que nacemos. Los niños y las niñas están expuestos a distintos estímulos, diferenciados por su sexo biológico y que condicionarán la forma en que se van a relacionar entre ellos y sobre todo consigo mismos a lo largo de toda su vida. El género se construye y la educación estereotipada puede ser sutil, pero está presente desde el nacimiento. Más allá del típico "muñecas para ellas y cochecitos para ellos" la forma en que tratamos y hablamos a nuestros hijos está determinada por su sexo, sin que en la mayor parte de los casos nos demos ni cuenta.
"Ay, qué niña tan bonita" y "Eh, los niños no lloran" son frases típicas que a casi todos se nos han escapado alguna vez. La socialización en entornos donde los padres no son la figura adulta de referencia, como el colegio y la reproducción de estereotipos sexistas en todos los medios audiovisuales que nos bombardean día y noche hacen el resto. Al llegar a la adolescencia la forma en que nos relacionamos con los demás y nuestra identidad ya está prácticamente consolidada. Y entonces empiezan los problemas.
Para atajar todo tipo de violencias lo mejor es empezar cuanto antes. Revisarse uno mismo es el primer paso para poder empezar a relacionarnos con nuestros hijos de un modo que no perpetúen ciertos comportamientos, o incluso ciertas formas de entender la vida y la relación con los demás. Por ejemplo, Competitividad versus Cooperación son dos formas de abordar las relaciones y la resolución de conflictos, que están muy ligadas al género.
¿Qué podemos hacer?
Ante nuestros adolescentes hablar con ellos sobre este tipo de cuestiones, plantearles dilemas morales más o menos complicados y adaptados a su edad, explicarles lo que es un estereotipo de género y ayudarles a identificar sus comportamientos estereotipados y las motivaciones que existen detrás de éstos - no quiero que mis amigos crean que soy un blando o quiero gustarle a los chicos - puede ayudarles a entender que su forma de actuar puede dañar a otros o a sí mismos.
Mantener una comunicación constante sobre temas como el ciberacoso, los celos, la necesidad de controlar a la pareja, la propia inseguridad, utilizar recursos audiovisuales como las series de televisión, las películas o los libros que están leyendo para fomentar debates, evitar los sermones y los aleccionamientos y dejar que expresen lo que sienten, son algunas de las cosas que podemos hacer para minimizar los riesgos de entrar en una relación tóxica.
Por supuesto hablar de sexo y de abuso sexual. La sexualidad es el tema pendiente de todos nosotros. Es necesario hablar de sexo con los hijos mucho más allá de las enfermedades de transmisión sexual o de la prevención de los embarazos, intentando escapar de la incomodidad que nos produce hablar de asuntos como el placer o la afectividad, del derecho a decir que no, la protección de la propia intimidad. Sin tapujos.
Enseñarles a detectar los signos de violencia, decirles que pueden contar con nosotros e intentar que estén seguros de ello.
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