Melisa llegó al
centro de acogida para jóvenes Munasim Kullakita que apoyamos, en la ciudad boliviana de
El Alto, huyendo de los malos tratos infligidos por su madre, que llegó a obligarla a prostituirse. En el centro
ha encontrado refugio y el cariño necesario para empezar de nuevo y mirar el futuro con esperanza.
Ella misma nos cuenta su triste historia.
La historia de Melisa (nombre ficticio para preservar su identidad), de 16 años, es desgraciadamente como la de otras muchas niñas y adolescentes del país que han conocido desde muy pequeñas los malos tratos dentro del ámbito familiar.
Su madre la abandonó cuando era un bebé y creció con su padre. “Él era bueno, nunca me pegaba –nos comenta–, pero terminó en
malos pasos y acabó en la cárcel. Entonces la que me cuidaba era mi tía, la hermana de él, hasta que cuando cumplí 12 años me dio mucha curiosidad conocer a mi mamá y la fui a buscar, la encontré, y me convenció de irme a vivir con ella”.
A partir de ahí empezó su calvario personal. “Poco después de irme con mi mamá me empezó a maltratar, me obligaba a
hacer pieza [mantener relaciones sexuales a cambio de dinero], si no volvía con dinero me pegaba, me decía que se arrepentía de haberme recogido, me insultaba o me botaba de casa y yo tenía que irme a dormir a un alojamiento. Así estuve casi por un año”, recuerda. Finalmente, logró escapar y volver con su tía pero su madre no cejó en su empeño y un día se presentó con representantes de la oficina de defensa de la infancia (la Defensoría de la Niñez) para reclamar que volviera con ella. “Yo les conté a ellos lo que había pasado –explica Melisa–, me puse a llorar y les dije que no quería volver con ella”. Así que los responsables institucionales le dieron atención psicológica y la derivaron en primer lugar a un albergue municipal y posteriormente, al
centro Munasim Kullakita (expresión aimara que significa “Quiérete, hermanita”), donde llegó en agosto de 2013.
Melisa participa en uno de los talleres de costura que se imparten en el centro Munasim, con el objetivo de formar a las jóvenes en un oficio
“Sé que voy a seguir adelante”
Este centro, gestionado por la fundación que lleva el mismo nombre con el apoyo de Educo, acoge a niñas y jóvenes que han sido víctimas de violencia sexual comercial. Muchas de ellas son todavía adolescentes y algunas tienen bebés, que viven con ellas.
Aqui reciben asistencia psicológica, atención médica, alimentación, educación y orientación para que puedan decidir libremente su futuro. El equipamiento forma parte del proyecto que desarrollamos en El Alto para combatir y prevenir esta lacra presente en la sociedad boliviana.
Aquí,
Melisa ha rehecho su vida: “He mejorado mucho como persona, a veces yo misma me sorprendo, he aprendido a compartir, ya no soy agresiva, ahora sé expresarme; además, aquí nos dan techo y comida. Estoy agradecida porque sé que voy a seguir adelante”. En el centro, Melisa participa en diferentes actividades y talleres de formación profesional y de derechos humanos. Aprende y se divierte.
Este año comienza tercero de secundaria y más adelante le gustaría ir a la universidad, aunque no tiene claro qué quiere ser de mayor. “Quisiera estudiar gastronomía, agronomía, lingüística… o ser farmacéutica, o educadora…”. “Prefiero no planificar, aunque sí sé que hay que ponerle esfuerzo”, nos comenta.
Durante su estancia en el centro, realiza visitas periódicas a su tía. El objetivo es reforzar los vínculos y
propiciar su reinserción familiar al salir, para que pueda disfrutar de una vida digna.
Después de su experiencia, Melisa anima a otras chicas “para que no se callen, que no se dejen manipular, que sean ellas mismas”.
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