Arif vive en una pequeña casa en uno de los
slums –barrios de chabolas– de Dhaka, la capital de Bangladesh. Es el mayor de tres hermanos. Cuando su padre murió hace unos años su familia se mudó a la ciudad desde el distrito de Bhola en busca de una fuente de ingresos decente.
La vida en Dhaka no es fácil. Arif quiere seguir estudiando y a pesar de las dificultades lo logrará. Algún día llegará a ser un buen profesor.
Hace unos años su madre se volvió a casar. Su padrastro trabajaba como conductor de
rickshaw –bicitaxi–, pero no se encontraba bien físicamente y Arif,
con solo 8 años, tuvo que ponerse a trabajar para ayudar a mantener a la familia. Dependiendo del número de pasajeros, en una jornada ganaba como máximo un euro y medio, aunque muchas veces no pasaba de los 50 céntimos, así que su hermana y su hermano también tuvieron que ponerse a trabajar como trabajadora doméstica y como conductor, respectivamente.
Sabía que no podía dejar su trabajo, pero su ilusión por entrar en la escuela Odhikar de Educo, que ofrece educación a los niños y niñas que se ven obligados a trabajar y les permite compaginar su jornada laboral con los estudios, le motivó a
volver a estudiar, aunque muchos días de no podía llegar puntual a clase, tal como explica: “Tengo la suerte de tener una oportunidad en la escuela, a pesar de que compaginar el horario laboral y el escolar es la principal dificultad a la que me enfrento. A veces me siento muy cansado y pierdo la concentración en la escuela porque vengo de trabajar duro”.
Así es como Arif cuenta su día a día cuando trabajaba de conductor: “Me despertaba a las seis de la mañana y me iba a la estación de bicitaxis. Mi primer turno terminaba casi a las 12 del mediodía, volvía a casa con el tiempo justo para lavarme y almorzar y correr hacia la escuela, donde estudiaba desde las 12:30 hasta las 16:30. Después, otra vez en casa, con suerte tenía un poco de tiempo para pasarlo con mis amigos y jugar.
Era el único tiempo para mí durante todo el día, aunque la mayoría de las veces no podía disfrutarlo porque tenía que volver al segundo turno de trabajo, al menos hasta las 10 de la noche. Tras un día tan agotador solo tenía ganas de meterme directamente en la cama después de cenar”.
Un accidente y la pandemia
El año pasado Arif tuvo un accidente mientras trabajaba y sufrió una grave lesión que lo retuvo en cama durante un tiempo. Una vez recuperado, su madre no lo dejó volver al trabajo de conductor y le consiguió un puesto menos peligroso en una pequeña granja cerca de casa como repartidor de leche. Debido al coronavirus y al confinamiento de la población, el suministro de leche se redujo y con él sus ingresos, de la misma forma que los ingresos de sus padres, por lo que
la familia ha sufrido incluso para conseguir dinero para la alimentación diaria.
En las últimas semanas la situación ha mejorado y el salario es un poco mejor. Al mismo tiempo, Arif, que ahora ya tiene 11 años y está en cuarto, está estudiando desde casa y lidera el grupo de estudio de la escuela. “Aunque las condiciones laborales en la lechería son mejores que en la estación de bicitaxis no quiero tener que trabajar.
Quiero volver a la escuela, jugar con mis amigos. La educación es muy importante en la vida porque la hace perfecta y asegura la dignidad de todos. Quiero ser profesor y poder enseñar a muchos niños que abandonan la escuela y que trabajan como yo”, afirma Arif convencido. Y desde Educo confiamos en que lo conseguirá.
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