Todo lo que nos queda por aprender de los pueblos indígenas

Uno de los aprendizajes que ha traído consigo la pandemia de la COVID-19 ha sido la importancia de cuidar de nuestro medio ambiente. El parón impuesto por el coronavirus ha dado un respiro a la naturaleza y así hemos visto como los animales recuperaban espacios perdidos y la naturaleza se manifestaba con todo su esplendor: ciudades menos contaminadas, prados más verdes, aguas cristalinas y delfines en Venecia, y un sinfín de imágenes que quedarán para la posteridad. 

Ahora la pregunta obligada es: ¿Hemos aprendido algo? ¿Vamos a cuidar de nuestro planeta y a vivir en harmonía con la madre Tierra? Los más pesimistas dirán que no, y los más optimistas todo lo contrario. Está por ver quiénes de los dos tiene la razón. Lo que sí sabemos es que ya hay pueblos que ya lo hacían antes y lo seguirá haciendo tras la pandemia, y son los indígenas. 

Este año, la ONU pone el acento sobre ellos y quiere hacer un reconocimiento explícito a su modus vivendi: “es más importante que nunca salvaguardar a estos pueblos y sus conocimientos…. pueden enseñarnos mucho sobre cómo reequilibrar nuestra relación con la naturaleza y reducir el riesgo de futuras pandemias. Además, los pueblos indígenas están buscando sus propias soluciones a esta pandemia. Están tomando medidas y utilizando los conocimientos y prácticas tradicionales”. 

Transmitir el conocimiento ancestral de los pueblos indígenas en tiempos de pandemia 

En Educo estamos convencidos de lo importante que es poner en valor los conocimientos y prácticas tradicionales de los pueblos indígenas, como el uso de plantas medicinales en recetas para cuidar la salud y reforzar el sistema inmunológico, o el uso en Guatemala de temascales o tuj en idioma maya k’iche’, que consisten en baños de vapor tipo sauna en los que se aprovechan plantas medicinales para purificar el cuerpo por dentro y por fuera. Unas prácticas que pretenden cuidar de la familia, así como de los niños y las niñas, especialmente ahora en tiempos de pandemia. Por eso, también en nuestros proyectos, fomentamos el uso de plantas medicinales, porque, a la vez, también es una forma de transmitir su conocimiento ancestral.  

Y no solo eso, también hay que destacar las medidas de prevención contra la COVID-19 que están poniendo en práctica estas comunidades indígenas. En Guatemala, por ejemplo, además de fomentar el lavado de manos, están confeccionando sus propias mascarillas con tejidos típicos de su indumentaria maya, que obtienen de retazos del corte de faldas típicas u otras prendas que tienen disponibles en casa. Las mujeres elaboran las mascarillas por dos motivos: 

• Para el propio uso, que confeccionan a mano. Muchas no pueden pagar el elevado precio de las que venden en el mercado, por eso, aprovechan sus habilidades de costura para elaborarlas ellas mismas. La ventaja de este tipo de mascarillas es que son lavables, por lo tanto, se pueden desinfectar y reutilizarlas varias veces.  

• Para venderlas y ayudar así a la economía familiar, ya que muchas mujeres o no pueden comercializar los productos de sus huertos porque está limitada la movilidad hacia otros departamentos, o porque apoyan a sus maridos que han perdido su empleo a causa de la pandemia. Estas mascarillas las confeccionan con máquinas industriales o mecánicas de costura que tienen en sus casas.  

Estas y muchas otras prácticas que realizan las familias indígenas las han heredado generación tras generación. Desafortunadamente, la sabiduría maya ha sido estigmatizada como consecuencia de prejuicios conservadores y racistas, como lo evidencia el terrible caso del asesinato del guía espiritual y experto en sabiduría natural maya Domingo Choc quien fue quemado vivo el pasado 6 de junio por un grupo de pobladores que lo acusaban de “practicar brujería” y que se volvió viral por la difusión de un video del homicidio. 

Este caso conmocionó a la sociedad guatemalteca y evidenció el alarmante desconocimiento de las prácticas naturalistas mayas y su espiritualidad que siguen siendo víctimas de prejuicios irracionales en pleno siglo XXI. 

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