Comienza el curso escolar 21-22 y lo hace sin estar asegurado aún el acceso al comedor escolar para miles de niños y niñas. Por eso, desde Educo urgimos a la Administración a aumentar la cantidad y cuantía de las becas comedor, ante la imposibilidad de algunas familias de asegurar una comida adecuada y nutritiva al día para sus hijos e hijas.
Se habla mucho de la cuesta de enero y no tanto de la de septiembre. Lo cierto es que la mochila infantil que con tanto esmero preparan padres y madres para después colocar sobre las pequeñas espaldas de sus hijos, no siempre hace la ruta. Algunos progenitores son incapaces de enviarla completa al aula a lomos de sus hijos y olvidarse, y ésta permanece como una losa fantasmal en sus propias espaldas. Sí, porque arranca el cole en un país en el que más de dos millones de niños y niñas viven en hogares por debajo del umbral de la pobreza y/o riesgo de carencia material severa y en hogares sin empleo o con baja intensidad laboral. Arranca el cole para todos, también para esos niños y niñas que, por su condición, no se alimentan como debería hacerlo cualquier cuerpo en edad de desarrollo: no comen carne, pollo y pescado cada dos días.
La situación nutritiva es grave porque el 27% de la población infantil menor de 16 años está en riesgo de pobreza o exclusión social, pero es más del 13% la que se haya en situación de pobreza extrema. La Administración, sin embargo, tan solo da becas y ayudas para comedor de educación obligatoria al 11% de los alumnos y alumnos. Ummh… ¡No cuadra! No. Y cabe entonces preguntarse: ¿Qué ocurre con esos niños y niñas que sobrepasan el porcentaje?
Los números no cuadran y hablan por sí solos: urge aumentar en España la cantidad y cuantía de las becas comedor.
Las cifras que hablan claro (y no alimentan)
El gasto que la educación supone para las familias por hijo o hija es de una media de 1393 y 1081 euros para primer y segundo ciclo de educación infantil, respectivamente, y de 1288 euros para primaria. De este gasto, el servicio de comedor supone una media de 447 euros para los niños y niñas de infantil y 436 euros para los que cursan primaria, es decir un 36,1 y un 33,8%, respectivamente.
¿Cómo podrían las familias que soportan la mochila de septiembre (y de octubre, noviembre, diciembre… y año nuevo -poca vida nueva, tristemente-) hacerse cargo de estos pagos sin morir en el intento? Imposible ¿verdad? Porque lejos de menguar las mochilas, además, se multiplican. Sí, cada vez son más las losas repartidas por espadas paternas. Y maternas. Sobre todo, maternas. Los pagos en la vivienda principal, como la hipoteca, el alquiler, la comunidad o los suministros básicos, como la electricidad, gas o compras esenciales ahogan a miles de familias. Hablamos de una subida de 5 puntos de porcentaje de hogares donde viven niños, niñas y adolescentes que han tenido dificultades para hacer frente a estos pagos, siendo ya el 15%. La situación, además, se recrudece en los hogares monoparentales con uno o más hijos menores de 18 años, donde este índice pasó del 18,3% en 2019 al 20,7% en 2020.
¿En serio tienen que sumar más peso a sus espaldas metiendo también el gasto del comedor? Si tan siquiera pudieran…
Inversión en educación para garantizar la equidad
Según Pilar Orenes, directora general de Educo, “la inversión en educación debe incluir los elementos necesarios que garanticen la equidad que permita la compensación de las desigualdades de origen”. Ante la vuelta al cole, “no puede haber niños y niñas que no tengan acceso al comedor escolar porque no cumplen con todos los requisitos administrativos o porque la administración no ha resuelto aún las peticiones que se hicieron entre abril y mayo”.
El acceso al comedor escolar se alza como garantía para apaciguar esas desigualdades notorias de origen, porque no solo asegura un desarrollo físico y mental, clave para el rendimiento escolar, sino que también es un garante para el propio sentimiento de pertenencia de los alumnos y alumnas. El comedor escolar es un aval que permite desarrollar habilidades de socialización y apego para todos. Es a fin de cuentas, un espacio de tiempo libre y disfrute entre sus pares.
Nacer y vivir en familias de bajos ingresos condiciona las oportunidades de educación y desarrollo profesional. El lastre que supone la pobreza infantil (identificada como la propia mochila escolar en este relato) no permite reducir la tasa de abandono escolar, como tampoco mejorar los resultados educativos. Condiciona, sin lugar a duda, la igualdad de oportunidades desde la más tierna infancia.
Pero la pobreza no debería limitar el acceso a educación, y las administraciones no deberían consentirlo. En Educo creemos que la educación es un derecho fundamental que se ejerce durante toda la vida. Y aunque es un fin en sí mismo, también es el medio que posibilita y refuerza el ejercicio del resto de derechos y el disfrute del bienestar y de una vida digna. Por eso pensamos que educar desde la raíz, educar en lo imposible, es la única manera de conseguir sociedades igualitarias y plurales. Y por eso, urgimos y urgiremos a las administraciones para que cuadren las cifras y que todos los niños y niñas puedan calentar sus estómagos y sus corazones. Y porque no podemos dejar a nadie atrás, regresa nuestra campaña Becas Comedor Educo, para que ningún niño o niña forme parte de un porcentaje que no se alimenta.
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