“Me gusta ser una joven emprendedora con muchos deseos de superación en la vida y de trabajar en beneficio de la comunidad.
Siembro mi parcela, yo sola me encargo de todas las labores, desde la preparación del terreno hasta la cosecha. Así puedo garantizar la alimentación de mi familia y la semilla para el próximo ciclo de producción”.
Ella es Rosa y vive en el pueblo indígena de Mozonte, al norte de Nicaragua. Desde niña ha sido responsable, inteligente, cooperadora, solidaria y con las ideas claras, entre ellas estudiar una carrera universitaria.
Ni tan siquiera el hecho de ser madre soltera muy joven le ha impedido seguir adelante con lo que se propone y actualmente está estudiando el tercer curso de la licenciatura en Lengua y Literatura.
Hace un año que participa en el proyecto que llevamos a cabo con la ONG Instituto de Formación Permanente para el
empoderamiento de las mujeres rurales y urbanas de la zona norte central del país y que cuenta con el apoyo de la Agencia Andaluza de Cooperación Internacional.
La pobreza en la que vive gran parte de la población nicaragüense es el origen de
prácticas en contra de los derechos de la infancia como el trabajo infantil o los embarazos en la adolescencia, que exponen a niñas y niños a condiciones desfavorables para su desarrollo. Además, persiste una cultura machista que cosifica el cuerpo de las mujeres, así como un sistema de creencias que culpabiliza a las víctimas y justifica a sus agresores.
La situación de violencia de género en Nicaragua ha obstaculizado el empoderamiento ideológico y económico de las mujeres, y ha impedido que ellas se organicen y participen en diferentes espacios y se les reconozcan sus derechos en el ámbito familiar, comunitario y educativo. Así,
las mujeres están excluidas de las políticas públicas, sufren relaciones desiguales de poder que vulneran el ejercicio de sus derechos y todo ello les impide disfrutar de una justa distribución de los recursos.
El municipio de Mozonte, con una población de cerca de ocho mil habitantes en su mayoría rural, presenta un alto nivel de pobreza y falta de oportunidades.
La economía de la zona se basa en la agricultura de granos básicos y hortalizas y, tal como establece la Constitución nicaragüense, la mayor parte de la tierra pertenece en dominio a la comunidad indígena. No obstante, el empleo femenino llega a duras penas a una de cada tres mujeres.
Las actividades de este proyecto tienen como objetivo fortalecer los recursos de las mujeres, su poder de negociación y toma de decisiones, así como sus capacidades organizativas, productivas y administrativas. Una de estas actividades es el
acompañamiento que ofrecemos a las mujeres que quieren poner en marcha pequeños negocios, de forma individual o cooperativa. También llevamos a cabo un trabajo de sensibilización de la población sobre buenas prácticas productivas y ambientales.
Así, durante el último año, además de recibir formación sobre sus derechos como mujer, autoestima, toma de decisiones, manejo de conflictos, psicoafectividad, comunicación asertiva, manejo de estrés y autocuidado,
Rosa ha aprendido cómo cultivar de forma más productiva su parcela, cómo controlar las plagas y cómo tratar los frutos de la tierra tras la cosecha. Su compromiso es fortalecerse a nivel personal y llenarse de conocimientos para compartirlo con el resto de sus compañeras, su familia y la comunidad.
“Me gusta administrar mi propio negocio de crianza de pollos y siembra de granos básicos. No siempre ha sido fácil, en el camino me he encontrado con muchos obstáculos, pero soy persistente y he podido ir superándolos”, afirma Rosa al tiempo que nos desvela su deseo en la vida: “
Mi principal sueño es terminar la carrera para darle una mejor vida a mi familia, principalmente a mi hijo, que es mi mayor inspiración. También quiero ayudar con mis conocimientos a mi comunidad”.
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