Hay estudios muy curiosos como el que te traemos hoy. Un estudio realizado en EEUU y publicado en
Preventive Medicine asegura que
cambiar la hora del recreo de mediodía puede hacer que cambien los hábitos en la alimentación. Según los investigadores hacer el recreo antes de comer en lugar de después aumenta el consumo de frutas y verduras de los chavales. Curioso o no tanto.
La realidad es que los niños, sobre todo cuando son muy pequeños, comen mejor que los adultos en el sentido en que si los dejas y no les dejas vía libre a chucherías y dulces, su alimentación es sana y variada. Ya se sabe por ejemplo que
si los dejas elegir las verduras comen hasta un 80% más de todas ellas excepto de espinacas (tal vez porque tienen muchos nitratos que no son buenos para niños pequeños). En verdad somos los adultos los que peor comemos, los hábitos alimenticios se van perdiendo a lo largo de la vida y nuestra relación con la comida se va haciendo mucho menos 'amistosa'.
Comer o jugar, he ahí la cuestión
Dicen los investigadores que esto ocurre porque los chicos salen del cole deseando irse a jugar, con lo que la comida se desarrolla de forma rápida y desordenada, "cuanto antes acabemos antes nos vamos al patio". Probablemente el hecho de colocar la fruta como postre, en lugar de comerla al principio, hace que cuando llega la hora de comérsela los niños ya estén cansados de estar sentados y quieran salir rápido. Así que no se la comen o terminan comiendo menos.
El estudio se ha realizado a escala pequeña (en siete colegios en una localidad de Utah) nos ha gustado mucho. Ver cómo algunas costumbres totalmente culturales pueden hacer que nuestra alimentación empeore y que el simple hecho de cambiarlas es suficiente para que comamos mejor es realmente curioso, ¿no te parece? La prueba se realizó cambiando la hora del recreo en tres de los siete colegios y el resultado fue el siguiente: el consumo de verduras aumentó en un 45% y el de frutas en un 54%.
Según los investigadores, si el recreo se hace antes de comer los niños llegan al comedor con menos urgencia (y es posible que con más hambre y sed) y eso hace que coman más despacio y aumente la ingesta de frutas y verduras. Las verduras porque es lo que peor entra y las frutas porque aunque sean al final ya no hay prisa por irse a jugar.
Y es que estos estudios nos hacen replantearnos muchas cosas. ¿Es normal que un chaval salga de clase con tantas ganas de jugar que no quiera ni comer bien? Reflexionar sobre estos asuntos puede ayudarnos a mejorar mucho la vida de nuestros niños. Si los chicos salen tan desesperados por jugar, correr y moverse que se les olvida que necesitan comer para sobrevivir (el hambre es un mecanismo innato de los más fiables para asegurarnos la supervivencia), tal vez es que
jugar sea tan importante como comer y tal vez lo que esté mal no sea la hora del recreo, sino lo que hacen justo antes.
Cada vez más voces se plantean la necesidad de modificar los entornos escolares para hacerlos no sólo más eficaces, sino más saludables. Este estudio podría ser otro ejemplo de motivos por los que hay que revisar cómo funciona el colegio.
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