Los niños nos tienen a nosotros, sus padres, como primeros profesores y educadores de la vida pero
nosotros también podemos y debemos aprender de ellos. Entre otras lecciones importantes que nos enseñan a diario está su actitud ante la vida
sin miedos ni prejuicios, su capacidad de divertirse, su mirada creativa, su franqueza y su curiosidad. Lecciones que nos hacen mejores personas porque nos ayudan a vivir y disfrutar de forma más plena. Hoy desde Cuaderno de Valores queremos recordarte cómo re-aprender a ser un poco más niño.
Re-aprender a disfrutar del momento. Basta con observar a un niño jugando, aprendiendo algo nuevo o descubriendo algo por primera vez para darnos cuenta de lo maravilloso que es disfrutar del momento. Esa capacidad de estar totalmente inmerso en la experiencia, prestando toda nuestra atención nos permite centrarnos más y mejor en lo que estamos haciendo. Ya sea en el trabajo, en escuchar a un amigo o jugar con nuestros hijos. Sin prisas, sin ruidos, sin interrupciones.
Re-aprender a pensar sin prejuicios. Muchas veces ni siquiera nos permitimos pensar en todas las posibilidades que existen de emprender, mirar, experimentar y aprender porque nos nublan los prejuicios que tenemos hacia nosotros mismos, los demás o con las experiencias en si. La próxima vez que te veas en esta tesitura, pregúntate qué porcentaje de prejuicios o ideas preconcebidas son las que te están frenando.
Re-aprender a ser flexible. Muchos adultos se olvidan de ser flexibles y no hablamos de la flexibilidad física sino mental. Ser flexible significa adaptarse a situaciones inesperadas y a aceptarlas. No siempre tenemos las riendas absolutas de lo que ocurre a nuestro alrededor y ser flexible nos enseña a enfrentarnos mejor a los obstáculos y ver las cosas con otra perspectiva.
Re-aprender a divertirse. La capacidad innata de divertirse no solo la tienen los niños, sino los adultos también. Lo que ocurre es que nos vamos olvidando de ello. Si algo te aburre, piensa en cómo lo puedes hacer más divertido. Basta con observar a tus hijos para que te den las claves que necesitas.
Re-aprender a ilusionarte. Asombrarse por algo requiere ilusión. Esa capacidad de disfrutar de algo antes de que llegue nos ayuda a proyectar y a desear. Cuando tenemos ilusión por algo, ponemos nuestra energía y nuestra mente al servicio de conseguirlo. Pero para ello hay que tener metas, sueños y proyectos alcanzables. ¿Qué te hace ilusión? ¿Qué estás haciendo hoy para conseguirlo?
Re-aprender a equivocarse. A medida que nos vamos haciendo mayores, intentamos a toda costa no equivocarnos, dejando así de lado muchas oportunidades o experiencias. Recuerda que en el equivocarse, siempre hay un aprendizaje. Equivocarse es solo un paso más en el proceso de aprender. Lo importante es intentarlo, preguntar cuando uno no sabe y pedir ayuda. Incluso es importante re-aprender a arriesgarse a hacer el ridículo. Basta con observar cómo aprende un niño a ponerse de pie, a comer con cuchara o a intentar hacer un puzzle. Imagínate lo que sería de ellos si desistieran después de cada fallo.
Re-aprender a decir lo que sientes. Muchas veces nos auto-censuramos a la hora de hablar claro. Cuando nos hacemos adultos, parece que nos asoma el miedo de qué dirán si nos mostramos honestos y decimos la verdad. Re-aprende a ser honesto con tus emociones y a compartir tu opinión con los demás. Lo bueno de ser adulto es que tenemos las herramientas para hacerlo sin herir al otro o faltarle el respeto. Hay muchas más lecciones de vida que podemos y debemos aprender de nuestros pequeños. Escúchales, obsérvales y sigue sus pautas un poco más.
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Derechos de Imágenes: Ryan McGuire, McGuire
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