En el mundo, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), hay 168 millones de niños y niñas de entre 5 y 17 años que trabajan, muchos de ellos en trabajos que ponen en riesgo su vida o su integridad física. Ante esta realidad, la comunidad internacional y la sociedad civil deberían reaccionar contundentemente. De hecho, los líderes mundiales se han comprometido a acabar con el trabajo infantil en 2025, pero debemos exigirles que cumplan con lo prometido.
El trabajo infantil debería estar prohibido en todo el mundo. Sin embargo, la situación es compleja y no basta con prohibirlo porque, sin otras medidas adicionales, el problema no se soluciona. Sabemos, por nuestra experiencia y porque así lo dicen organizaciones como la OIT, que la educación es la mejor solución para la lucha contra esta problemática.
Desde Educo llevamos a cabo alrededor del mundo diversos programas educativos con el objetivo de erradicar el trabajo infantil. Uno de estos proyectos está en Bangladesh, un país en el que casi 8 millones de niños y niñas de entre 5 y 17 años se ven obligados a trabajar a cambio de sueldos ínfimos para subsistir y ayudar a sus familias. Como consecuencia, no pueden ir a la escuela, lo que perpetúa el círculo de pobreza en el que viven.
Muchos niños y niñas que deberían estar en la escuela trabajan pescando en el rio o en los criaderos de cangrejos. Los padres ponen en peligro a sus hijos por necesidad principalmente pero también porque no saben los beneficios que comporta que sus hijos se formen y puedan tener una vida mejor y más exitosa si van a la escuela.
Ante esta realidad, decidimos actuar a través del proyecto Prevención y eliminación de trabajo infantil peligroso en las zonas costeras de Bangladesh con el que ofrecemos educación y formación profesional a más de 350 niños y niñas trabajadores. Cada una de las escuelas tiene un aula de aprendizaje, pero con dos turnos de escolarización y un profesor para cada turno. Todo el material escolar se proporciona de manera gratuita a los estudiantes para evitar la carga económica para estas familias, que con duras penas llegan a final de mes.
Ahora los niños acuden a la escuela con regularidad gracias a varios programas de concienciación con los niños y niñas, los padres, los empleadores y la gente de la comunidad. Representantes del gobierno local y la comunidad en la que lo llevamos a cabo están muy contentos, tanto que los vecinos y los familiares piensan que si esta labor continua durante mucho tiempo, sus hijos no se verán privados de la educación. Mim y Sharbanu son un ejemplo de ello. Estudian y se forman en una de estas escuelas y así nos cuentan su experiencia.
Mim y su familia viven en un barrio muy pobre en Bangladesh cerca de un río. Pero aunque parezca un sitio agradable para vivir no lo es. Cada año, con la estación lluviosa, el rio crece y se desborda, provocando el desastre y la pérdida de todos sus bienes a muchas familias.
Este joven de 18 años estuvo escolarizado algunos años hasta que sufrieron las consecuencias del paso del ciclón Aila. Él y su familia tuvieron que abandonar su pueblo natal y viajar a la ciudad en busca de sustento. Eran nueve miembros en su familia, incluidos los abuelos, y solo su padre tenía un sueldo. Así que a Mim no le quedó otro remedio que ponerse a trabajar con él y no pudo seguir sus estudios de secundaria. Hoy, el padre de Mim trabaja como vigilante en otra piscifactoría, su hermano mayor tiene una pequeña droguería y Mim pesca en el río Kholpetua. Pero aun así, el dinero no alcanza cuando termina el mes.
En septiembre del año pasado este joven empezó el cuarto curso en una de las escuelas que tenemos en Bangladesh para niños que trabajan en empleos peligrosos de las zonas costeras. A Mim le encanta aprender, por eso se apunta a todas las actividades que pueda para formarse. Hace poco participó en una formación técnica de 3 meses en electrónica y servicio de telefonía móvil. Al final de la formación, recibió algunos instrumentos como una caja de herramientas del curso de formación (1 medidor digital y 1 equipo de apertura de móviles para practicar en casa) y también se le entregó el certificado de finalización del curso.
"Estoy contento de haber tenido la oportunidad de recibir formación profesional en mantenimiento de móviles gracias al proyecto de trabajo infantil de Educo-Uttaran. Espero poder tener un buen trabajo, ya que con estos conocimientos podré dejar mi trabajo que era bastante peligroso. Tengo la esperanza de seguir estudiando gracias a las ganancias de mi trabajo. En el futuro, me gustaría ser un buen empresario y crear oportunidades de trabajo para las familias pobres”.
Hoy ha montado una pequeña tienda de servicios móviles. Con lo que gana mensualmente se puede pagar sus propios gastos y ayudar a su familia.
En septiembre de 2021 fue admitida en nuestra escuela de Uttaran. Ella estaba interesada formarse en alguna profesión que le generara ingresos, además de recibir sus clases ordinarias. Por eso se inscribió en un curso de tres meses de duración para aprender a ser técnica en el uso de máquinas de coser industriales y sastrería. Al final de la formación recibió 8 metros de tela, 1 cinta métrica, 1 tijera, 1 balanza y 12 rollos de hilo para practicar en casa. También se le ha entregado un certificado de finalización del curso.
"Estoy muy contenta de recibir la formación gratuita porque no tengo dinero para pagarme ningún curso. Necesito una máquina de coser para poner en práctica mis conocimientos así que estoy intentando ahorrar dinero. Si puedo comprar una máquina y empezar a trabajar, espero que la situación en mi casa mejore".
Hoy aún no ha conseguido comprarse su propia máquina de coser y no puede tener ingresos, pero al menos puede hacer su ropa y la de su familia en una sastrería que queda cerca de su casa.
Bangladesh , educación , escuela , protección , Trabajo infantil
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