Shopon Mia tiene 11 años y vive en Korail, el mayor
slum de
Dhaka, la capital de
Bangladesh. Es todavía un niño pero apenas tiene tiempo de jugar o de divertirse, como tocaría a su edad. Cada mañana, se levanta al alba para ir al vertedero con el fin de rebuscar entre la basura objetos que luego pueda revender y contribuir así a la pobre economía familiar.
Su duro día a día sólo tiene un momento de alegría: las cinco horas que pasa en la escuela que Educo tiene para niños trabajadores en su barrio.
Para Shopon, la jornada se inicia a las 6h. Se levanta, se asea, come frugalmente y sale de su casa, una humilde chabola de chapa y vigas de madera, de apenas seis o siete metros cuadrados, donde vive con su madre y su hermano pequeño. Todos duermen en el suelo. Una hora más tarde, ya se encuentra en el
vertedero de Korail, donde se pasará las tres horas siguientes removiendo los desechos y seleccionando objetos de plástico, metal, cables, cuero o cualquier otro producto que tenga algún valor. Hoy, el saco que arrastra contiene cepillos de dientes gastados, bandejas desechables de comida, una suela de zapato, botellas de plástico sucias y algunos cables retorcidos.
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Menos de un euro al día
Todo lo que recoge, lo vende posteriormente en una tienda del barrio. Con ello, se saca unos 60 takas al día (0,7 € al cambio), una cantidad que puede subir hasta los 200 takas (2,3 €) los días en que está realmente “afortunado”. Para hacer una comparación, el alquiler de su mísera vivienda asciende a los 2.500 takas mensuales (casi 30€), una cantidad que sería inasumible si no fuera por sus ingresos. Su padre abandonó el hogar hace tiempo y su madre se dedica a pedir limosna por la calle.
A las 11 h, después de cambiarse de ropa,
asiste a la escuela de Educo para niños trabajadores en su slum, donde permanece hasta las 15:30 h. Allí se convierte en lo que realmente es: un niño. Aprende, canta, ríe, dibuja, se divierte, hace ejercicios, responde a las preguntas de sus profesores, juega con otros niños. Por la tarde, después de clase, si por la mañana no ha ganado lo suficiente, vuelve al basurero. Para niños como Shopon,
la educación representa la herramienta más potente para ayudarles a escapar de la pobreza y potenciar su desarrollo. En el caso de Shopon, su sueño es ser policía. "Para capturar a los ladrones", añade sin abandonar su expresión seria.
Un submundo en Dhaka
Korail es el mayor
slum de Dacca. Ahí se apiñan 250.000 personas que viven en condiciones de insalubridad. Dentro de este submundo, el vertedero ocupa un lugar destacado, ya que ahí van a parar los desperdicios de sus habitantes, que a su vez integran las capas de la población más desfavorecidas. Desde este muladar al aire libre, donde los cuervos esperan su turno para disputarse los restos de comida, cada día decenas de niños, equipados con un gancho de hierro y un saco, hurgan entre los despojos en busca de algo que pueda ser revendido. Algunos van descalzos. Mientras remueven la basura, algunas mujeres llegan y vacían directamente en el suelo los cubos de basura con los restos de comida del día anterior. Al otro lado del lago se divisan los altos edificios y las avenidas del distrito de Gulshan, una de las zonas residenciales y comerciales más importantes de la ciudad. Dos mundos tan cercanos y a la vez tan dispares.
En este inmenso barrio de chabolas, Educo cuenta con tres escuelas: una para niños trabajadores como Shopon, y dos de educación primaria formal. Estos centros hacen posible que cientos de niños puedan estudiar y tener así la oportunidad de progresar y romper el círculo de pobreza en que viven.
En el caso de los centros para niños trabajadores, los horarios se adaptan a las jornadas laborales de los niños y los profesores atienden las necesidades específicas de los alumnos. Los técnicos de Educo, además, hablan con los patronos de los niños y con las familias para convencerlas de la importancia de que los pequeños dediquen unas horas al día al estudio.
La enseñanza en estas escuelas sigue el currículo oficial y los alumnos, al acabar el ciclo, pueden obtener el certificado oficial de primaria. De hecho, el 100% de ellos aprueban el examen final.
Si quieres saber más sobre los niños trabajadores en Bangladesh y el trabajo de Educo, entra en “Niños obreros: ilegal pero barato”, en El País
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