La creatividad y la empatía son dos de las habilidades que se pueden aprender con el design thinking. Por ejemplo, los alumnos pueden diseñar en el aula un mapa de empatía para entender los sentimientos y emociones de otra persona y ponerse en su lugar. En este artículo te contamos en qué consiste el design thinking, qué ventajas aporta a los niños y niñas y cómo aplicarlo en el aula.
El design thinking es una metodología que desarrolla la capacidad creativa para poder generar soluciones innovadoras a problemas. Comenzó a utilizarse en el año 2000 para afrontar retos en el mundo laboral e industrial y, poco después, se aplicó a la educación debido a la posibilidad de enfrentar al alumnado a situaciones reales para darles solución.
Este método se desarrolla en varias etapas que son las siguientes:Empatizar con quien tiene el problema. Es la forma de entender a las personas y ponernos en su lugar para encontrar una solución a sus necesidades.
Definir el problema. Una vez que conocemos y entendemos a la persona llega el momento de concretar el problema que tiene para entenderlo a fondo.
Idear soluciones. Para la ideación se puede utilizar el brainstorming en el que cada persona plantee ideas, aunque parezcan extrañas. En muchas ocasiones de las ideas más locas surge la innovación.
Elaborar un prototipo. Llega el momento de elaborar un producto mínimo viable o prototipo hecho de forma económica y con materiales baratos para poder ser testeado.
Testear. En esta fase se comprueba si el prototipo funciona para solucionar el problema planteado o es necesario buscar otra solución y comenzar el proceso de nuevo.
Design thinking aporta diversas ventajas tanto al alumnado como al sistema de aprendizaje y al conjunto de los profesores. Las principales ventajas son las siguientes:
Aplicar design thinking en el aula implica desafiar a los estudiantes a abordar problemas desde perspectivas novedosas. Esto estimula su pensamiento creativo al animarlos a explorar múltiples soluciones y a no conformarse con respuestas convencionales. La originalidad, la innovación y al creatividad serán habilidades clave en su carrera profesional.
El design thinking fomenta la integración de diversas áreas de aprendizaje al abordar problemas complejos. El profesorado puede diseñar proyectos interdisciplinarios que involucren a los estudiantes en la aplicación de conocimientos de varias áreas (matemáticas, ciencias, por ejemplo) para resolver desafíos del mundo real.
El design thinking promueve la colaboración activa entre el alumnado. Los estudiantes aprenden a trabajar en equipos heterogéneos, donde cada miembro aporta diversas habilidades y perspectivas. Esto refleja la realidad del entorno laboral que se encontrarán en el futuro y contribuye a que, desde pequeños, aprendan a trabajar en equipo y a respetar ideas y puntos de vista diferentes.
Al enfrentarse a problemas complejos, los estudiantes deben comunicar eficazmente sus ideas y soluciones. El design thinking en el aula ayuda a desarrollar habilidades de presentación y argumentación, preparando a los estudiantes para expresar sus pensamientos de manera clara y persuasiva. Esta habilidad será de gran utilidad en el futuro, tanto desde el punto de vista personal como desde el profesional de cada alumno.
El profesorado puede enseñar a los niños y niñas a comprender las necesidades y perspectivas de los demás, impulsando la empatía como una habilidad esencial. Ponerse en el lugar de otra persona fomenta valores como la paz, la tolerancia o el respeto.
El uso del design thinking impulsa el pensamiento crítico al desafiar a los estudiantes a analizar y evaluar diversas soluciones y a cuestionar la información y los datos. Este proceso de evaluación constante les permite desarrollar habilidades críticas esenciales para abordar problemas complejos en el futuro.
La forma de enseñar y aprender ha evolucionado mucho durante los últimos años y cada día surgen nuevas formas para que la educación sea bidireccional y se base en la creatividad. El design thinking es uno de los elementos que puede impulsar a los niños y niñas a ser más creativos. Cualquier proceso de este tipo debe partir de preguntas como:
¿Qué ocurre si….?
¿Qué harías si….?
¿Cómo podríamos….?
Te contamos, a continuación, algunas ideas para aplicar esta metodología en el aula:
Se puede proponer a los estudiantes que se enfrenten al desafío de mejorar el proceso de reciclaje en la escuela. En lugar de plantear soluciones convencionales se les puede animar a pensar de manera innovadora y diseñar, por ejemplo, un sistema de recompensas para los recicladores más comprometidos. Como estímulo de la creatividad se pueden utilizar situaciones como: qué harías si vivieras en un mundo sin internet, o cómo actuarías si fueras una gran empresa como Lego.
Otra buena idea consiste en plantear un proyecto que involucre ciencias, matemáticas y arte, donde los estudiantes diseñen y construyan un jardín sostenible. Esto requeriría conocimientos en biología, cálculos para la disposición del jardín y habilidades artísticas para la presentación visual. Además, este tipo de iniciativas contribuyen a la sensibilización de los estudiantes sobre la necesidad de cuidar el medioambiente y ser responsables con el uso de la energía y de recursos escasos como el agua.
¿Y si se les plantea a los alumnos resolver un desafío de la escuela? Por ejemplo, cómo resolver el problema de congestión del tráfico en la entrada de la escuela. Requeriría que los estudiantes trabajen en equipos para desarrollar soluciones (establecimientos de turnos, limitaciones de aparcamiento, por ejemplo). Con esta práctica se promoverá la colaboración, ya que cada miembro aporta habilidades y perspectivas únicas.
En definitiva, se trata de que los niños y niñas aprendan, pero también de que se diviertan y aporten toda su imaginación. De esta forma los conocimientos que adquieran permanecerán en el tiempo ya que los adquirirán a través de la experiencia.
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