El teatro puede servir para divertir y, a la vez, para transmitir valores. En esta ocasión, lo hemos utilizado en las escuelas de Filipinas para
sensibilizar sobre los derechos de la infancia y luchar contra el castigo físico como instrumento de disciplina en el hogar y en la escuela. Los padres, los profesores, y los propios niños han cambiado sus opiniones después de asistir a estas representaciones.
La iniciativa forma parte del proyecto
“Espacios amigos de la infancia”, que desarrollamos en
diez escuelas públicas de primaria de la región filipina de Bícol, en colaboración con el Ministerio de Educación, con el fin de crear ambientes adecuados de aprendizaje y promover la protección de los derechos de los más pequeños.
Junto al grupo de teatro local Sining Banwa, hemos organizado diversas funciones en los centros educativos para difundir el mensaje de que, contrariamente a la costumbre arraigada en el país de recurrir a bofetadas o azotes en el trasero para que los niños obedezcan,
hay otras maneras de impartir disciplina basadas en el amor, el respeto y el diálogo con los pequeños. Es lo que se llama
“Disciplina positiva”, y constituye el lema de esta campaña de incidencia para que las familias, la comunidad entera y los poderes públicos tomen conciencia de la necesidad de erradicar los malos tratos hacia los niños.
Momento de una de las representaciones, que pretenden concienciar sobre la necesidad de erradicar el maltrato infantil como método educativo
Al, el personaje protagonista de la obra, es un chico que sufre los abusos físicos de su padre cada vez que comete una falta pero, poco a poco, consigue que este vaya cambiando su actitud. La trama aborda la problemática con algunos toques de humor y exagerando los estereotipos de los personajes para llegar más eficazmente al público infantil.
Antes de cada representación, se encuestaron a los niños y a sus padres y madres para conocer sus opiniones sobre el tema. Los primeros tenían asumido que el castigo corporal era una consecuencia de su mal comportamiento mientras que los progenitores y adultos en general reconocían que el maltrato era una costumbre que ellos habían sufrido de pequeños y que habían adoptado de mayores a la hora de educar a sus hijos.
Después de la representación teatral y el debate posterior, los padres salían con opiniones diferentes: “necesitamos respetarlos y entender porqué actúan como lo hacen”, “debemos escucharles y darles consejo” o
“mejor dialogar con el niño que pegarle” fueron algunos de los comentarios.
Anthony, uno de los profesores de la escuela Milagrosa, resumía que
la disciplina “puede ser impartida simplemente dialogando con el niño y haciéndole ver las consecuencias de sus actos”. El teatro, pues, sirvió para divulgar eficazmente el mensaje de que los niños deben ser tratados y educados con cariño, respeto y dignidad.
Las funciones tuvieron lugar en las diez escuelas donde trabajamos el proyecto "Espacios amigos de la infancia"
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