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“Educar sin saber cómo funciona el cerebro es como querer diseñar un guante sin haber visto nunca una mano”

“Educar sin saber cómo funciona el cerebro es como querer diseñar un guante sin haber visto nunca una mano”

julio 12, 2022

Anna Forés es investigadora en el Institut de Recerca en Educació (IRE), doctora en Filosofía y Ciencias de la Educación y licenciada en Pedagogía por la Universidad de Barcelona. Su compromiso con la educación está siempre presente en su vida, especialmente en las comunidades más vulnerables del mundo. De personalidad curiosa, como no podía ser de otra manera, Forés es directora adjunta de la Cátedra de Neuroeducación de la Universidad de Barcelona; una nueva disciplina académica que integra los conocimientos en neurociencia para aplicarlos a la educación y a los aprendizajes. Ha coescrito numerosos libros, entre los que destacan La Resiliencia, crecer desde la adversidad (2008) o La resiliencia en entornos socioeducativos (2012), entre otros. Además, Anna es una de las patronas de nuestra organización.  

Charlamos con ella para descubrir los secretos de nuestro cerebro y cómo sacarle el máximo rendimiento para aprender más y mejor. Esta entrevista empieza con pregunta de la entrevistada a la entrevistadora, porque como ella bien explica, la sorpresa despierta la atención.  

“Cuidarnos es la nueva revolución”, dice la filósofa Marina Garcés, y más con lo que hemos vivido durante la pandemia. Si yo te pregunto ahora ¿Cómo estás? ¿Con qué emoción te quedarías?  

Tranquila, feliz... 

Pues eso es lo que tenemos que hacer, mirarnos y saber cómo estamos, y también cómo están los chicos y chicas con los que trabajamos. Porque si nosotros no estamos bien, de nada nos va a servir saber cómo se aprende mejor, porque simplemente no estamos en la mejor condición de educar ni en la mejor condición para aprender. Tenemos que tener tiempo para reconocernos. Porque un niño o una niña pueden mostrarse hostiles, pero detrás de su hostilidad a lo mejor hay miedo. O a lo mejor es su manera de pedir ayuda. Y no es un ataque personal, sino simplemente un malestar. 

Entonces las emociones sí son muy importantes para aprender.  

Es importantísimo que tanto el educador como el niño o la niña estén en la mejor condición posible para aprender. Porque si tenemos un chico o chica abatidos no podrán aprender. 

La pandemia no ha ayudado mucho en este sentido.  

Veníamos de un mundo donde todo era volátil, ambiguo y complejo. Pero ahora con la pandemia estamos en un momento en el que las personas se sienten frágiles, porque han sentido la muerte mucho más de cerca. Nos hemos sentido más vulnerables y eso nos crea esa sensación de fragilidad, de creer que podemos desaparecer en cualquier momento. Estamos en un momento también de mucha ansiedad.  

¿Por dónde empezamos? 

El primer paso para empezar a educar es justamente estar presentes, que es lo que Richard Davinson, un gran referente en neuroeducación nos dice: “Lo que tenemos que hacer todos es calmar nuestras mentes y abrir nuestros corazones”.  
 

"Cada persona tiene un potencial que es el que hay que descubrir. Hay que saber en qué somos buenos para a partir de ahí empezar a trabajar"


Ese es un punto de inicio: una calma mental y emocional. 

Sí, si queremos que los niños y las niñas aprendan mejor. Cuando yo estoy aprendiendo, estoy por aprender y me tengo que centrar en el aquí y el ahora. También es muy importancia la genética: todos nacemos con la mitad de los genes del padre y de la madre. Ahora bien, cómo utilizamos esa genética sí que depende de cómo vivimos nuestra vida. La genética son esas cartas que te reparte la vida, pero ¿cómo las juegas?, ahí la importancia de la epigenética. 

¿Qué es la epigenética? 

Sabemos que hay cierta carga genética que puede estar adormecida o se puede despertar. El libro que lo explica muy bien es El Epigenoma, de David Bueno. Dice que tú puedes tener una predisposición genética a tener epilepsia, pero a lo mejor por cómo vives la vida, la enfermedad nunca se acaba despertando. Un despertador sería consumir drogas durante la adolescencia, que eso lo va a disparar sí o sí. Y no solamente cambiará tu genética, sino que va a cambiar la genética de tus hijos y de tus nietos. Cuando un joven dice: “Yo hago con mi vida lo que quiero” habría que decirle: “Espera, con tu vida, con la de tus hijos y la de tus nietos”. 

¿Qué es la neuroeducación? 

La neuroeducación demuestra por qué hay metodologías que funcionan y otras que no. Ahora, gracias a la tecnología, lo sabemos. No viene a arrasar lo que ya sabíamos de psicología y pedagogía, evidentemente, sino que suma una mirada desde la neurociencia. 

Entonces, ¿cómo podemos jugar también con eso? 

Para aprender a educar hay que educar como se aprende y eso es lo que nos trae la neuroeducación. Leslie Hart, otro neurocientífico, dice: “Educar sin saber cómo funciona el cerebro es como querer diseñar un guante sin haber visto nunca una mano”. Pues nosotros en educación hemos hecho propuestas educativas sin conocer el cerebro. Ahora que sabemos cómo funciona el cerebro, este saber no lo podemos ignorar. No es una moda. Gracias a la tecnología podemos saber cómo está funcionando nuestro cerebro cuando estamos aprendiendo.  

Por tanto, la neuroeducación viene a sumar.  

Conocer cómo funciona el cerebro nos hace mucho más competentes. Si los chicos y las chicas saben cómo funciona el cerebro, son mucho más eficientes. Además, cada cerebro es singular. Por tanto, cada persona que tenemos delante es única. Cada niño y cada niña son diferentes.  

Cada uno es bueno en algo, ¿no? 

Exacto. Cada persona que tenemos delante tiene unas potencialidades diferentes y hay que descubrirlas. Hay que saber en qué somos buenos para a partir de ahí empezar a trabajar.  

¿Qué dice la neuroeducación sobre el aprendizaje? 

Tracey Tokuhama nos dice que tenemos que tener en cuenta los conocimientos previos, las experiencias vividas. No podemos llegar a una formación de cualquier tipo e intentar dar una información sin tener en cuenta lo que la gente ya sabe. Porque si queremos que sean aprendizajes significativos, lo que tenemos que hacer es relacionar lo que ya sabemos. Y todo el mundo sabe cosas.  

Ella también habla del constante cambio en el cerebro.

Sí, nuestro cerebro está en constante cambio, siempre, de la mañana a la tarde ha cambiado. Y esto está muy ligado con otro principio: nuestro cerebro es muy plástico, tiene una gran capacidad de adaptación y de plasticidad.  Para que haya aprendizaje, tiene que haber atención, porque la atención es la gran puerta del aprendizaje.  

Ya nos lo decían en el cole que pusiéramos atención...pero cuesta. 

Si no estamos atentos, ya podemos hacer lo que queramos que la gente no aprenderá. La memoria también es otra puerta de aprendizaje, porque si yo estoy atenta, pero aquello que entra no lo vínculo con nada, desaparece. Para que haya aprendizaje tengo que relacionar eso nuevo con lo que ya sabía, tengo que consolidar, tengo que hacer una conexión fuerte. Si no, aquello se queda ahí y nuestro cerebro, que es súper eficiente dice: “si tú no lo utilizas, tranquilo que yo me deshago de él”. 
 

"Para que haya aprendizaje, tiene que haber atención, porque la atención es la gran puerta del aprendizaje [...] Podemos aprender toda la vida"


¿Existen momentos idóneos a nivel evolutivo para aprender? 

Sí, a eso se le llaman ventanas de oportunidades y hay que saber aprovecharlas. El cerebro de un niño está preparado para adquirir ciertos conocimientos en cada momento. No podemos forzar a un niño o niña a que lea antes de tiempo. No por querer llegar antes, llegamos mejor. Es más, si este niño lo vive como una frustración porque realmente no puede, porque su cerebro no está maduro, va a tener una aversión por la lectura.  

¿Pero podemos aprender toda la vida? 

Cada aprendizaje es una conexión nueva o se relaciona con otras conexiones que ya hay. Por tanto, aprender, podemos aprender toda la vida. Siempre estamos a tiempo de crear nuevas conexiones si nos seguimos sorprendiendo de la vida y teniendo curiosidad. 

Esto me recuerda a la famosa frase: “Tanto si crees que puedes como si no, estás en lo cierto”.  

Es uno de los elementos clave del aprendizaje para que la gente aprenda: que creamos que pueden aprender. 

No etiquetar. 

Si yo cuando veo una persona ya la etiqueto y creo que no va a poder, por su contexto, por su calidad de vida, por su familia... tranquilos, que no va a poder. Entonces, qué importante es nuestra mirada hacia las personas y la confianza hacia ellas. ¿Conoces la historia de Petaloso? 

No.

Una maestra italiana les pide a sus alumnos de nueve años que hagan una redacción. Mateo empieza a leerla y dice que esta flor es “petalosa”. La maestra podría haberle dicho que esa palabra no existe, pero en lugar de eso le pregunta: “A ver Mateo, cuando tú dices que la flor es “petalosa”, ¿qué quieres decir?” y Mateo le responde que es una flor con muchos pétalos. La maestra se podría haber quedado ahí, pero no. Lleva la palabra a la RAE de Italia y les pregunta a los académicos si se puede incorporar al diccionario, a lo que ellos le responden que para que ellos la acojan, la gente la tiene que utilizar. La maestra la pone en las redes sociales, se hace viral y ahora, en Italia, existe la palabra “petaloso”.  
 

"Aprendemos más estando en movimiento que estando sentados"


La importancia de la vocación... 

Hay que estar atentos porque si yo educadora ya le digo que no que eso es un error y me quedo ahí, es una oportunidad de aprendizaje que se ha perdido.  

¿Hay edades en las que aprendemos más? 

Nosotros tenemos un componente genético que nos viene dado, pero hay dos grandes períodos donde la heredabilidad se retira para dar paso al contexto. La primera etapa es de los 0 a los 6 años.  

¿Y la segunda etapa? 

Pues vuelve a pasar de los 12 a los 16, la heredabilidad también vuelve a retroceder para dar paso al contexto. Porque tienen que transformarse en adulto. De los 0 a 3 años se da el momento para imprimir el carácter, el temperamento. Por tanto, esa es la época básica para el vínculo seguro. Si existe, va a hacer que todo lo demás a quede bien edificado. Luego, de los 4 a los 11, viene un aprendizaje más instrumental, por eso empiezan en ese momento el cole. Y después la adolescencia. Somos la única especie que tenemos adolescencia.  

La adolescencia como educador es todo un reto.

Bueno, la adolescencia es un capítulo aparte [risas]. Te has preguntado, ¿de qué están hechos los niños o las niñas? 

De curiosidad, creatividad, sueños... 

Muchas veces nos obsesionamos sobre cómo educar. ¿Y si nos pusiéramos en el lugar de los niños y niñas? Tuve la ocasión de conocer a Satish Kumar, una de esas personas sabias del mundo, y él parte de la premisa de que la educación ha de pasar por la cabeza, el corazón y las manos. Y no podemos desvincular una cosa con la otra.  

¿Y qué nos dice la neuroeducación en este sentido?    

Que la experiencia cambia nuestro cerebro. Cada experiencia es un aprendizaje, pero toda la vida. Por eso el viajar es una fuente de aprendizaje bestial. Todo son experiencias. Y la importancia de la atención, si no estamos atentos, no vamos a aprender. También que nuestro cerebro es un cerebro social, le encanta aprender con otros.  

Hay que aprender en grupo. 

Sí, a nuestro cerebro le encanta trabajar con otros. Es más eficiente. También sabemos que el vínculo o la confianza es básica para aprender.  

¿Cómo trabajamos esa confianza y ese vínculo? 

Hay que dedicar las primeras sesiones a crear vínculos, a tejer vínculo. Es esencial. Entre nosotros, educadores, y las personas, pero también entre ellos, que se conozcan y que se reconozcan. Esto es básico. 

Ya tenemos la fórmula para aprender: experiencia + grupo + vínculo

Nos olvidamos de lo más importante. Con los peques lo tenemos muy presente, pero con los adultos no: el movimiento. Aprendemos más estando en movimiento que estando sentados. Cuando son pequeños dejamos que corran por los rincones, que se muevan, pero llega primaria y todos sentados en una mesa seis horas. Así no aprendemos. Bueno, aprendemos, pero no se lo ponemos muy fácil.  

¿Qué es más fácil para nuestro cerebro aprender o desaprender? 

Aprender una cosa de nuevo es muy fácil, pero desaprenderla es súper difícil para nuestro cerebro. Cuando aprendemos es como si el cerebro trazara una ruta. Crea un circuito y lo consolida. Y esa es una ruta potente. Y ahora tú le dices: “No, no, por aquí no, vamos a ir por aquí”. Él dice "Espérate, soy muy eficiente y por aquí tengo una autopista y aquí me haces abrir el camino... Por eso es tan difícil de cambiar una creencia y los cambios cuestan tanto.  

O sea que no somos nosotros los resistentes al cambio, es nuestro cerebro. 

Porque lo que quiere tu cerebro es ahorrar energía. Nuestro cerebro es un gran ahorrador de energía. Como seres vivos ahorramos energía.  
 

"Uno de los elementos clave del aprendizaje es que creamos que las personas puedan aprender"


¿Qué pasa con la creatividad? ¿También se pierde cuando nos hacemos adultos? 

Te voy a hacer un pequeño ejercicio: cierra los ojos y piensa en una puesta de sol.  

Ya. 

¿Te has ido al mar? 

Sí. 

¿Qué crees que ha hecho tu cerebro para buscarla? 

Ni idea... 

Puede haber hecho dos cosas: una, ir a buscar la más reciente, si ayer vistes una puesta de sol súper estupendísima, se queda ahí; o ha ido a buscar una que haya tenido una carga emocional. Y puestos a escoger, escoge una buena experiencia. Un recuerdo.  

¿Y busca los buenos recuerdos? ¿Los malos no? 

Puede que sea una experiencia traumática, pero normalmente, puestos a elegir, busca el placer. A nuestro cerebro le gusta buscar el placer también. Entonces la gran pregunta es: ¿Nosotros somos más creativos que los niños? ¿O los niños son más creativos que nosotros?  

Los niños más que nosotros. 

Ken Robinson decía que la escuela mata la creatividad. Ahora bien, yo seré más creativa cuantas más experiencias tenga, o sea yo adulto puedo ser mucho más creativo que los niños. Pero me lo tengo que permitir, porque muchas veces no me lo permito. Somos nosotros que ponemos el límite. El niño o niña piensa en grande. Cualquier técnica de creatividad pasa por una lluvia de ideas. Vamos a permitirnos todo.  

¿Y el deporte? ¿Es bueno para nuestro cerebro? 

Buenísimo. Ignacio Morgado explica las diez cosas que nuestro cerebro necesita para aprender y una de ellas es practicar regularmente deporte (lo que decíamos del movimiento). También evitar el exceso de grasa en la alimentación y dormir lo necesario regularmente. 
 

"Sin emoción no hay educación" 

 

¿Qué alimentos nos pueden favorecer para aprender más y mejor?  

Los verdes y los rojos.  Es bueno saber que, si los chicos y las chicas llegan al cole y no han comido, vamos a tener un problema. Nuestro cerebro físicamente no ocupa mucho respecto a nuestro cuerpo, pero consume el 30% de nuestra energía. Si no tengo energía, si no tengo alimentación, voy a tener un problema. 

Y dormir, ¿por qué es tan importante? 

Porque cuando dormimos nuestro cerebro se va a quedar con la información que él considera necesaria.  

¿Y cómo sabe cuál es? 

Se queda con aquella información que le es útil para sobrevivir. Ahora bien, ¿cómo la descodifica? Pues para él toda la información que haya sido emocionante lo interpreta como algo útil. Por eso, cuando decimos sin emoción no hay educación, que diría Francisco Mora, lo que estamos diciendo es que todo lo que ha sido emocionante, él va a decodificar que es importante, que es útil y se lo va a quedar.  

¿Y se lo queda todo? Porque yo no recuerdo cosas buenas de mi primera infancia.  

Durante la vida, el cerebro va haciendo “podas neuronales”. La primera es a los tres años, por eso no recordamos las cosas de los cero a los tres. Hay otra en la adolescencia, todo lo que hemos aprendido de pequeños que no vamos a utilizar porque ya nos convertimos en adultos. “Pero si mi niño, mi niña eran ideales y ahora se han transformado” dicen algunos padres...bueno, claro, porque necesitaban esos patrones para ser niños. Y ahora necesitan otros patrones para ser adultos.  

Y los idiomas, ¿es mejor aprenderlos cuando somos pequeños?  

Sí, Ignacio también parte de la premisa de introducir una lengua temprana cuanto antes mejor. Ser bilingüe tiene muchas ventajas, frena el deterioro cognitivo. Está demostrado que las personas que son bilingües tienen un deterioro neuronal mucho más tardío que las que son monolingües. 

Muchas gracias, Anna. Ha sido una charla más que interesante.  

Gracias a vosotros. 


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aprender , Aprendizaje , cerebro , educación , neuroeducación , primera infancia

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