Esta es la
historia de un chico tenaz y del poder transformador de la educación. Un chico que, a pesar de vivir en un
slum de
Dhaka (Bangladesh) y trabajar desde pequeño para ayudar a su familia, nunca quiso dejar de estudiar. Hoy, con 24 años,
es profesor en la misma escuela de Educo donde aprendió sus primeras letras y números. Sus alumnos le ven como un modelo a seguir.
La familia de
Joshim Uddin es originaria de un pueblo en el distrito de Borysha pero hace once años que se trasladó a Korail, el mayor barrio chabolista de Dhaka con más de 250.000 personas que viven en condiciones de extrema precariedad. Él es el segundo de cuatro hermanos, todos varones. Su padre era conductor de rickshaw pero ahora ya no puede trabajar debido a una enfermedad. Su madre, ahora ama de casa, recogía junto a sus hijos papel y cartón que luego revendía a otros comerciantes de la zona. Diez quilos diarios por los que recibían entre 100 y 120 takas (poco más de un euro). Actualmente, tanto Joshim como su hermano mayor, que es mecánico, ayudan a la economía familiar. Su hermano pequeño va a la escuela de Educo.
Joshim, ante la escuela donde estudió de pequeño y en la que ahora ejerce de profesor, situada en uno de los mayores barrios chabolistas de Dhaka
Un ejemplo de superación
Con un pasado complicado, como la mayoría de los niños en los
slums de Dhaka, Joshim entró con 8 años en la
escuela Pathshala Korail. Una vez terminada la primaria continuó sus estudios en la escuela gubernamental y posteriormente, fue admitido en la Universidad Politécnica de Dhaka para cursar ingeniería informática. En todos estos años nunca ha dejado de trabajar, tanto para ayudar a su familia como para pagarse los estudios.
Ahora trabaja como profesor en la misma escuela Educo en la que estudió mientras cursa a su vez los últimos años de carrera. A pesar de que le encanta ser profesor, en el futuro le gustaría poder dedicarse a algo relacionado con sus estudios de ingeniero informático. De momento seguirá impartiendo clases,
intentado motivar a los estudiantes para que sigan estudiando más allá de primaria, mostrándose como un ejemplo de superación y éxito. Joshim nos cuenta que
muchos de sus alumnos le ven como un modelo a seguir y que en la comunidad es una persona respetada.
Pequeños oasis en un mundo complicado
Le preguntamos por sus amigos y conocidos, qué ha sido de ellos. Nos contesta sin pestañear: “Mis amigos de la escuela Educo siguen estudiando a la vez que trabajan para pagarse los estudios y mantener a las familias. En cuanto a los demás, la gran mayoría no ha seguido estudiando”.
Nos deja muy claro que sin el apoyo de Educo, “tanto económico como moral”, esto no habría sido posible. Según el, "
estas escuelas son más que una escuela, son pequeños oasis en un mundo complicado. Son lugares de crecimiento personal, donde los profesores te inculcan unos valores positivos, donde te repiten cada día que eres una persona válida, que tienes capacidades para triunfar en esta vida y que puedes conseguirlo a través de la educación. Asimismo, los profesores y trabajadores de Educo se convierten en guías para muchos de estos niños”.
El efecto dominó de la educación
Esta percepción es compartida por las personas del entorno. Las escuelas de Educo se han convertido en una institución en las zonas de intervención. Los alumnos se consideran unos privilegiados, los profesores son gente respetada en la comunidad y los exalumnos que están estudiando en la universidad, un ejemplo a seguir.
Esto ha llevado a un
cambio de mentalidad muy importante en las familias y en la comunidad en general. Joshim nos comenta que ahora la prioridad de la mayoría de los padres es mandar a sus hijos a la escuela e intentar que dentro de la medida de lo posible completen sus estudios.
La educación se ha erigido como la llave del éxito personal y crea un efecto dominó.
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