Nuestros hijos van a necesitar algo más que la capacidad de memoria o comprensión para desenvolverse en el futuro.
Deberán ser pensadores críticos con la capacidad de asimilar información, comparar, analizar, aportar sus propias ideas y desarrollar como resultado lo que se denomina como habilidades de pensamiento superiores.
La autonomía intelectual será clave en el desarrollo futuro de tus hijos, y para transmitirla bien tendrás que empezar a ponerla en práctica. Se trata de una facultad básica para resolver problemas y situaciones en la vida, sobre todo en un mundo impredecible cuyos cambios futuros no podemos adivinar. En realidad bajo la denominación
Pensamiento Crítico se agrupan una serie de habilidades que ayudarán a tus hijos a tomar las decisiones correctas el resto de sus vidas.
Ellen Galinsky, investigadora y autora de
Mind in the Making, incluye el pensamiento crítico en su lista de 7 habilidades que necesitan los niños. Como todo esto puede parecer demasiado conceptual,
vamos a ver algunos consejos prácticos que te ayudarán en el día a día.
- El juego es la primera actividad en la que los niños aprenden la relación causa-efecto que será básica el resto de sus vidas. Cuando estéis jugando, intenta no darles las soluciones de forma inmediata, déjales tiempo y motívales a pensar. El silencio es mágico, juega con esto y deja que observen y analicen.
- Para los mas pequeños es importante, por ejemplo, permitirles que manipulen los objetos y juguetes dejando que se caigan o desmonten sin recomponerlos inmediatamente. A veces la rápida intervención de los padres evita precisamente la observación tan necesaria en el aprendizaje.
- A medida que vayan creciendo, introduce preguntas críticas, aportando datos pero sin dar las soluciones. No tengas miedo a que se frustren en el intento. Para un niño no hay mejor forma de aprender que la experiencia directa.
- Cuando intervengas, procura por ejemplo plantear preguntas intermedias a la solución de las situaciones, para que estimulen su razonamiento: ¿Y a ti que te parece? Suena bien lo que dices, ¿Y entonces…? Déjale que se aventure con hipótesis propias, que él mismo se corrija y sobre todo que no tenga miedo a equivocarse.
- En lugar de darle la solución, ayúdale a formularse las preguntas correctas. En su vida futura va a ser más importante hacerse las preguntas adecuadas que tener todas las respuestas. Por ejemplo, si tu hijo se levanta de mal humor por las mañanas y tu le preguntas por qué, probablemente te dirá que es un rollo ir al cole, cuando lo importante es que se de cuenta de que debe acostarse antes para descansar. Anímale a preguntarse la verdadera causa y que soluciones propone. Probablemente no obtengas resultados de forma inmediata, pero con el hábito comprobarás los milagros que puede resultar que sea él quien descubra la solución en vez de ser tú quien se la imponga.
- Anímale a verbalizar su propio pensamiento crítico, a formular hipótesis, a sentirse el protagonista de su propia exploración intelectual. Cuando establezca la relación entre una causa y un efecto ayúdale a estructurar sus argumentos, a que los verbalice, que se escuche a si mismo razonando. Por ejemplo, “si pruebo la comida caliente me quemo la lengua, aunque tenga mucho apetito es mejor esperar un poco o soplar”. De esta manera, estimularás su creatividad animándole a buscar ideas propias que solucionen el problema.
En resumen, déjales experimentar solos, no les asistas de forma inmediata e intenta no facilitar demasiado la resolución de las situaciones a las que se enfrentan. Pensar de forma crítica implica mantener la mente abierta ante una situación considerando las diferentes alternativas o soluciones. Para que tus hijos sean buenos pensadores es muy conveniente que experimenten pronto el placer que produce saber analizar situaciones, y que aprendan a convertir esta actitud mental en un juego divertido que no tiene fin. Recuerda que todo lo anterior va a ser realmente útil cuando, en la adolescencia, y por ley de vida, tus hijos empiecen a hacer juicios de valor de forma independiente de sus padres y educadores.
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