La pequeña
Sophealin abraza sonriente su libro de texto ante la puerta de su casa, en una comunidad rural de
Camboya. Le gusta ir a la escuela “y aprender cosas nuevas”. Tanto ella como su familia son conscientes de que la educación es su esperanza para
mejorar la situación de pobreza en que viven. Ella
sueña con ir a la universidad y “trabajar algún día en un banco o en una empresa”.
Sophealin es una buena estudiante.
Estudia quinto de primaria y se le dan especialmente bien las matemáticas y el inglés. Cada día va a pie a la escuela, a unos tres quilómetros. Al volver, dedica unas horas a realizar sus tareas antes de ayudar a su madre en el hogar. Al ser la mayor de cuatro hermanos (dos varones y dos niñas), se encarga de fregar, lavar los platos, hacer la cena algunos días y cuidar de sus hermanitos. También le gusta ver un rato la televisión. “Programas de entretenimiento”, explica.
A sus diez años, muestra un nivel de madurez encomiable. Vive en una humilde cabaña de madera en una aldea de la provincia de Battambang, al oeste de Camboya, una de las zonas más desfavorecidas del país. Su familia tiene un pequeño puesto de venta de productos donde ofrecen un poco de todo: comida, agua, zumos de fruta, golosinas, tabaco, artículos de limpieza… Su madre también vende frutas y verduras en el mercado local. A pesar de los pocos recursos con que cuentan,
sus padres tienen claro que deben procurar una buena educación a sus hijos. Es el mejor camino para mejorar sus oportunidades de futuro.
Falta de escuelas
En Camboya, a pesar de que el derecho a la educación está recogido en la legislación, en la práctica apenas se cumple. El gobierno no destina suficientes recursos y muchas familias no son conscientes de la importancia de educar a sus hijos. En muchas comunidades pobres no hay escuelas y las que existen, a menudo están en pésimas condiciones, sin materiales y con profesores poco formados. El resultado es que
muchos niños abandonan la escuela antes de finalizar primaria o acaban el ciclo sin haber adquirido los conocimientos necesarios. Sophealin no es un caso único pero su determinación y el apoyo de su familia son un ejemplo para muchos.
Gracias al programa de apadrinamiento de
Educo, su escuela ha contado con nuestro apoyo para
mejorar sus instalaciones, disponer de material pedagógico y mejorar el sistema de enseñanza con el fin de aumentar el rendimiento de los alumnos y su motivación. El programa también pone énfasis en
sensibilizar a las familias e implicarlas en la escuela. Además de llegar a la universidad, Sophealin nos cuenta con timidez su otro sueño: viajar a Estados Unidos, donde vive un pariente suyo que emigró tiempo atrás. De momento, recibe clases extras de inglés por las tardes en una pequeña escuela apoyada por una ONG británica. Y, en los pocos ratos libres que tiene, le gusta jugar con sus amigas e ir en bicicleta… cuando alguna compañera de la escuela se la presta.
Fotos: Lolo Vasco / Educo
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