Cada día los titulares de los medios muestran datos, tendencias y relatos personales para acercarnos al fenómeno de la pobreza. Entender las dimensiones de la pobreza no es nada fácil ya que implica la interrelación de datos económicos, estadísticos, culturales, estructurales, sociales, geográficos, desigualdades, umbrales de pobreza y, tantos otros indicadores. Al final, leemos las cifras y nos sugieren más preguntas:
¿qué significa realmente cada concepto? ¿En qué medida son diferentes las definiciones? ¿Qué dicen de la realidad?
Generalmente la pobreza se define en relación a los niveles económicos, es decir los niveles de ingreso y acceso a las necesidades humanas básicas. Por ejemplo, la medida acordada internacionalmente de la pobreza extrema se encuentra en $1,90 al día y, en España, la pobreza severa se ubica por debajo del umbral de 9.612 euros al año en hogares de dos adultos y un niño, una cifra que revela los 1.390.000 niños y niñas en España que viven en pobreza severa. Todos estos indicadores son tan reales como limitados porque
la pobreza es una cuestión que va más allá de lo puramente monetario.
Ser pobre significa tener que elegir entre pasar frío o hambre; acceder a la comida o a la escuela; ser víctima de violencia en la escuela, en el hogar o en la calle; no tener tiempo para pasar con tu familia. Las situaciones de pobreza existen a nuestro alrededor en cada país del mundo. Sin duda es un fenómeno global y personal.
Nos encontramos ante un factor multidimensional que debe ser abordado no solo por indicadores económicos sino además por
indicadores del bienestar, calidad de vida, oportunidades educativas y acceso a servicios públicos.
Podemos señalar que existe algunos índices que intentan englobar todos estos factores y reflejar una visión más global de la pobreza. Uno de estos se llama el Índice de Desarrollo Humano (IDH) que proporciona una mejor comprensión de las causas de la pobreza. El IDH hace hincapié en que las personas y sus capacidades, y no el crecimiento económico, debe ser el criterio central para evaluar el desarrollo de un país. Esta medición hace evidentes las desigualdades que se manifiestan cuando falta la realización del potencial humano. Por ejemplo, vivir en un país con recursos no asegura una vida digna: Nigeria ocupa el lugar 26 en términos de PIB (
producto interior bruto) y 152 empleando el índice de Desarrollo Humano. Medir la pobreza solo en relación con
el dinero tiene limitaciones ya que no demuestra las injusticias del mundo desigual en que vivimos.
Otro concepto que aborda la esencia de la multidimensionalidad de la pobreza es el “Bienestar”. Los estudios de bienestar tienen como objetivo averiguar si tenemos lo que necesitamos para vivir bien, es decir, integra las dimensiones materiales, relacionales y subjetivas de la vida de las personas. Los factores materiales se refieren a los elementos tradicionales de la medición de la pobreza, por ejemplo, comida y refugio, con factores más amplios como salud y seguridad. La parte relacional incorpora cómo nos sentimos sobre las interacciones sociales que construyen nuestro día a día y explora las desigualdades de poder e identidad en la sociedad. Mezclando estas dos consideraciones,
el modelo del bienestar incluye las percepciones de las mismas personas sobre sus vidas para entender el contexto de la pobreza, y a la vez indagar la experiencia humana.
Como hemos visto, no existe una forma única de medir la pobreza. Ester Duflo, una innovadora en la investigación de las causas de la pobreza, observa: “No hay soluciones milagrosas. No llegaremos a un punto en el que una única teoría resuelva los problemas del mundo. Lo que sí podemos hacer es empezar a comprender algunas piezas del puzle.”
Hoy,
17 de octubre, día internacional de Erradicación de la Pobreza, nos preguntamos cómo sería un mundo sin pobreza, pero, mejor dicho,
imaginamos cómo será el mundo cuando la pobreza sea meramente un recuerdo. Celebramos el esfuerzo de la sociedad civil y la comunidad internacional para buscar las causas de la pobreza y ponerle fin, a través de iniciativas de pequeña o gran escala porque,
antes de erradicar la pobreza, hay que entenderla.
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