Hace tan solo siete meses, más de 625.000 niños y niñas acudían diariamente a los muchos centros escolares repartidos por toda la Franja de Gaza. Había cientos, era fácil encontrarse alguno en un breve paseo, y raro ver un niño fuera de las aulas. Las familias gazatíes valoran mucho la educación; de hecho, Palestina tiene una tasa de alfabetización de personas adultas del 95%, muy por encima del promedio de la región, que está en 77%.
Las escuelas tenían horario de mañana y de tarde y entre sus paredes los escolares aprendían materias regulares como matemáticas, lengua árabe o inglés, pero también sobre derechos humanos y resolución no violenta de conflictos. Ahora, tras más de seis meses de guerra, la terrible paradoja es más que patente, pero antes también lo era porque ya entonces algunos vivían en zonas de conflicto armado o con limitaciones para desplazarse libremente. Sin embargo, y a pesar de las trabas, cada mañana encaraban con fuerza y motivación el nuevo día y partían rumbo a la escuela, incluso cuando eran víctimas de una ofensiva militar.
Entonces, cuando aprendían en las aulas y hacían lo que les tocaba: cosas de niños. Ahora, sin embargo, el aprendizaje es otro. Ahora están obligados a aprender cómo sobrevivir a las bombas y al hambre. Bombas que han acabado con sus vidas, o las de sus madres y padres, y que en muchas ocasiones han hecho que vaguen solos por un territorio asolado. Porque las bombas han destruido muchas de sus viviendas, pero también aquellos lugares sagrados para la infancia: los colegios; donde se forman para la vida y comparten con sus pares juegos y confidencias. La cifra es abrumadora: en Gaza, de los 563 edificios escolares que había, casi el 90 % están dañados o han quedado destruidos. Además, no queda ninguna universidad en pie.
Ahora, la infancia que sobrevive a duras penas —se ha asesinado a más de 34.000 personas, entre ellas más de 14.500 niños y niñas— tiene la vida sentenciada porque su futuro a largo plazo es desesperanzador. Los bombazos no solo han liquidado ladrillos donde cobijar a la población estudiantil, sino que han volado por los aires también sus oportunidades de futuro. Porque los ataques militares han dinamitado el aprendizaje de toda una generación de niños y niñas que, cuando cesen las hostilidades, no tendrán colegios a los que regresar.
En Educo no nos cansamos de repetir la importancia de salvaguardar el derecho a la educación incluso en las condiciones más difíciles porque solo garantizando el acceso al aprendizaje se puede hablar de futuro con optimismo. Decimos siempre que la Educación es un salvavidas porque cura, protege y empodera. La educación te aleja de sufrir potenciales violencias y abusos, te garantiza ingresos, y te asegura que podrás ser dueño de tus propias decisiones y forjarte un futuro ya que ante ti habrá distintas oportunidades para elegir.
Actualmente, los niños y niñas en Gaza lidian a diario con la muerte, con la pena y la desesperación, y la traducción de esto es muy clara: su salud física y mental está, si no rota, terriblemente deteriorada. Hablamos de salud física porque hay mucha infancia herida pero también hay mucha infancia debilitada por la falta de alimentos. Desde que comenzasen los ataques apenas ha entrado ayuda humanitaria en la Franja y los alimentos escasean.
Según fuentes de la ONU, una de cada cuatro personas está al borde de la hambruna (al menos 576.000 personas). Alrededor de 32 personas han muerto ya por desnutrición aguda grave y deshidratación en el norte de la Franja de Gaza, 28 de ellas eran niños y niñas. Prácticamente toda la población depende de la asistencia alimentaria humanitaria, actualmente insuficiente para sobrevivir.
Hemos visto en nuestros televisores como los niños y niñas se tiraban al suelo tratando de conseguir grano procedente de la poca ayuda humanitaria que las autoridades israelíes han dejado introducir en la zona. Quizá esta infancia ahora no tiene tiempo para pararse a pensar en sueños de futuro y viven a trompicones con el piloto automático puesto, pero todo esto pasará factura y hará falta mucha ayuda y acompañamiento psicológico para ayudarlos a salir a flote. La escuela habrá de jugar un papel importante entonces, pero recordemos que quedan pocas escuelas enteras, y el trabajo de reconstrucción será largo.
Es vital que haya un alto el fuego, que cesen las hostilidades y venga un periodo de calma. Es vital que estos niños y niñas vuelvan a vivir las experiencias propias de la infancia. En Educo, a través de la Alianza ChildFund, colaboramos en proyectos de saneamiento. Si quieres, COLABORA AHORA con las familias gazatíes. Gracias.
Derechos de imagen: WeWorld-Educo/ Majdi Fathi_APAimages/ Omar Ashtawy_APAaimages.
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