Hoy se cumplen dos meses desde que el pasado 7 de octubre estalló la escalada más grande del conflicto entre Israel y Palestina en décadas. Desde entonces, el derecho a la educación en la Franja de Gaza es totalmente inexistente. Si bien, antes, el 95% de los niños, niñas y adolescentes de entre seis y doce años asistía a la escuela, hoy más de la mitad de esos centros (61%) han sido atacados, y la totalidad de la infancia gazatí -625.000 niños y niñas- ha dejado de acudir a las aulas. Tampoco asisten los 22.564 profesores que impartían clase (datos de los primeros 38 días del conflicto, los últimos publicados).
Vacías las aulas, su función en el conflicto acaba siendo otra: “Casi el 90% de todas las escuelas de la Franja sirve como refugio a las familias desplazadas, pero lamentablemente los centros educativos no son un lugar seguro y han sido blanco de ataques”, explica nuestra coordinadora de Incidencia Paula San Pedro.
Poco antes de la tregua, una nueva escuela -operada bajo la administración de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos (UNRWA) y que servía de refugio para la población palestina desplazada se sumaba a las 299 escuelas que han sido dañadas por los ataques del ejército israelí. De los 300 centros afectados, 141 han sufrido daños fundamentales; 82 daños considerables, y uno de ellos ha quedado completamente destruido.
Refugios que acaban siendo trampas mortales
La gente se ha instalado en las escuelas pensando que son sitios seguros bajo el amparo del Derecho internacional humanitario. Sin embargo, vemos como
los ataques a hospitales y escuelas se repiten. La única manera de poner freno a esta destrucción masiva es un
alto al fuego permanente y urgente.. Atacar escuelas durante los conflictos es una de las seis violaciones graves identificadas y condenadas por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas1. "Los bombardeos a las escuelas no solo atentan contra el derecho a la educación de calidad y a las oportunidades de futuro sino directamente contra el derecho a la vida porque en cualquier momento puede caerte una bomba”, subraya.
No poder ir a la escuela ni estudiar supone una
tremenda pérdida para la infancia de Gaza. “Cuando estalla un conflicto, la prioridad es salvar vidas y la educación queda en segundo plano, es el primer ámbito que se deja de financiar y el último que vuelve a financiarse, pero es vital
atender el derecho a la educación incluso en medio de guerras. Cuando apartas a un niño de la educación lo expones a todo tipo de violencias. Además, cercenas el futuro de toda una generación que carece de herramientas para sobreponerse al conflicto. Hay que educar para la paz, para que puedan reconstruir su futuro y cuenten con habilidades en pro de la convivencia pacífica y la cohesión social”, explica Paula.
Por eso, recalcamos la
necesidad de financiación en este sentido. El compromiso de la ONU ascendía a 114 millones de euros, sin embargo, de momento solo se han desembolsado 17,9 millones, el 16%. La masiva destrucción de los centros escolares impedirá que centenares de millares de niños, niñas y adolescentes puedan
volver a las escuelas, recuperando su derecho a educación y sabiendo que es un espacio que protege, cura y fomenta el desarrollo integral de la infancia. Es vital que se invierta en pro de su futuro.
Alto al fuego permanente
Ante esta situación, insistimos en la
urgente necesidad de un alto al fuego permanente: Los siete días de pausa humanitaria han significado la liberación de 370 personas (rehenes y prisioneros) de ambas partes, y un cierto alivio para la población de Gaza. Pero las necesidades siguen siendo inmensas. Durante la pausa, 150 camiones han entrado diariamente de media, aunque según la UNRWA se requerirían 200 camiones diarios durante dos meses para poder satisfacer las necesidades mínimas de la población, lejos de los 500 camiones diarios que entraban antes de la crisis actual.
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