A pesar de estar prohibido por la ley, India ocupa el cuarto lugar entre sus vecinos del sur de Asia en cuanto a prevalencia del matrimonio infantil. Gracias a los esfuerzos realizados por los gobiernos y diferentes oenegés como la nuestra,
en la última década se había avanzado en la reducción de esta lacra, incluso en los estados donde era muy frecuente.
Pero llegó la pandemia de la COVID-19 y con ella se fueron al traste muchos de los avances de estos últimos años. Las familias que participan en nuestros proyectos tienen cada vez menos ingresos y tienen que poner a sus hijos a trabajar.
Niños y niñas que abandonan la escuela. Niñas obligadas a casarse porque de esta manera representan una carga económica menos que soportar para la familia. Niñas condenadas al ostracismo, sin poder decidir acerca de su futuro.
Crece la pobreza y con ella el matrimonio infantil
Según datos oficiales del Gobierno, solo en Maharastra, el estado donde Educo lleva trabajando casi veinte años,
los casos de matrimonio infantil se han más que duplicado desde el inicio de la pandemia. Además de ser obligadas a contraer matrimonio a edades tempranas y abandonar la escuela, las niñas corren el riesgo de quedarse embarazadas antes de que sus cuerpos estén preparados para ello.
Desde Educo queremos insistir en que es necesario redoblar esfuerzos para que se mantenga la tendencia a la baja lograda antes de la llegada del coronavirus y, coincidiendo con San Valentín, lanzamos la
campaña #EstoNoEsAmor para denunciar la situación y recoger firmas contra el matrimonio infantil, un acto que evidentemente no es fruto del amor sino de la necesidad, y
genera violencia contra la infancia, especialmente sobre las niñas.
Si actuamos, hay esperanza
A pesar de la gravedad de la situación, organizaciones como Educo, sus socios locales y,
sobre todo, las propias niñas demuestran que el cambio aún es posible. Como en el caso de
Deepika, una chica de 17 años de la aldea de Kherda, en el distrito de Latur, en Maharashtra. Su madre gana poco más de 16 euros al mes trabajando en una granja, el único dinero que entra en casa. Viven en una pequeña casa de barro, cuya parte delantera es a la vez salón, dormitorio y cocina.
La madre de Deepika evita el matrimonio de su hija después de que Educo consiguiera su admisión en la universidad
Deepika es buena estudiante, pero como su madre es madre soltera y no tiene suficiente dinero para pagar su educación, pensó que casar a su hija era la única forma de asegurarle un futuro. Pero Deepika quería ir a la universidad y todavía lo deseó con más fuerza cuando entró a formar parte del grupo de adolescentes organizado por Educo y conoció las consecuencias del matrimonio infantil, incluso que es ilegal a su edad.
“Le dije a mi madre que, si me casaba, ¿quién cuidaría de ella? Siempre he sacado buenas notas, así que, si estudio, puedo ganar dinero y cuidarla”, afirma convencida Deepika. Gracias al Comité de Protección Infantil, que ayudamos a poner en marcha en la aldea, Deepika podrá ir a la universidad, totalmente exenta de tasas. Además, podrá alojarse durante la semana en un albergue en la ciudad, ya que el ir y volver cada día hasta allí no es posible. “Quiero convertirme en ingeniera informática”, afirma.
El absentismo escolar de Adya alertó al comité de protección infantil
Adya es una niña de 14 años que estudia noveno curso en el pueblo de Mahippargee, en el distrito de Latur. Su madre, de 35 años, trabaja en explotaciones agrícolas y gana unos dos euros diarios. Su padre es alcohólico y maltrata a su mujer, además de quitarle el dinero que gana. Adya también vive con su hermano, que tiene de 13 años y va a la escuela.
Durante el confinamiento se hizo todavía más difícil saber lo que ocurría dentro de las casas y más fácil encontrar la oportunidad de casar a las hijas en secreto. En ese momento la madre de Adya recibió una propuesta de matrimonio de un pretendiente de 22 años de su comunidad, así que la niña dejó de acudir a la escuela. Por suerte, su absentismo alarmó rápidamente al Comité de Protección Infantil organizado por Educo con miembros de la propia comunidad.
“Hablamos con su madre y finalmente conseguimos convencerla de que si permitía que siguiera estudiando su hija podría tener una vida mejor”, explica la organizadora comunitaria que acompaña a la familia. Adya quiere ser enfermera y sabe todo lo que tiene que hacer para serlo. Solo necesita un poco de apoyo. “Mi prima es enfermera y ayuda a la gente. A mí se me dan bien los estudios, debería también poder cumplir mi sueño”, afirma convencida.
Una obra de teatro sobre el matrimonio infantil ayuda a impedir su boda
Jagriti es una chica de 16 años del pueblo de Gudsur, en el distrito de Latur. Quería ir a la universidad, pero su familia tenía otras intenciones durante el confinamiento: casarla. Sus padres trabajan como jornaleros agrícolas y ganan unos cinco euros diarios. Jagriti tiene dos hermanas menores y, durante el confinamiento, sus padres decidieron casarla para evitar los gastos de un banquete de bodas. Pero ella se negó. Le dijo a su padre que quería estudiar: “Mi familia es pobre. Así que en un principio acepté casarme, pero al recibir las notas me animé y pensé que debía seguir estudiando”.
Jagriti forma parte del grupo de adolescentes organizado por Educo y una vez representaron una obra de teatro sobre el matrimonio infantil: "He visto a mis primas casarse a los 13 años y lo veía como algo normal. Pero cuando hice el papel de novia aprendí que el matrimonio infantil no es bueno, puede llevar a un embarazo precoz y a la desnutrición de los niños nacidos de esos embarazos".
Cuando les dijo por primera vez a sus padres que no quería casarse, la conversación se prolongó durante cuatro horas. “Mis padres me dijeron que me casarían, pero les dije que yo quería estudiar, tener un trabajo y ayudarles a cuidar de la familia. Pero no me escucharon”. Entonces se puso en contacto con Educo y el grupo de adolescentes y finalmente lograron convencerles. Cuando recibieron las notas de su hija acabaron de tenerlo claro. “Quiero cuidar de mis padres, ese es mi deseo”, afirma Jagriti.
Las compañeras de Garima convencen a sus padres de no casarla y dejarla seguir estudiando
Garima tiene 16 años y estudia 11º curso en la aldea de Mahippargee, en el distrito de Latur. Su familia arregló su boda con un chico de 22 años durante el encierro, pero sus compañeros del grupo de adolescentes denunciaron el asunto a tiempo a la organizadora de la comunidad, que ayudó a detener el matrimonio infantil.
Dos amigas de las amigas de Garima del grupo desempeñaron un papel fundamental en que continuara su educación. “Solíamos reunirnos tres veces por semana por el grupo de WhatsApp durante el confinamiento ―nos cuentan― pero ella no se unía a la llamada. Y luego nos enteramos por otras chicas de que estaba a punto de casarse y sus padres le habían prohibido asistir a nuestras reuniones”.
Así, las diez chicas del grupo decidieron visitar la casa de Garima: “Hablamos durante dos horas con sus padres sobre la importancia de la educación y les explicamos las consecuencias del matrimonio para la salud de una niña menor de 18 años. Así lo hicimos durante los siguientes diez días, pidiendo a los padres que cambiaran de opinión”. Finalmente, los padres accedieron a suspender el matrimonio y el grupo respiró aliviado.
Vinaya vuelve a la escuela después de que Educo impida su matrimonio
Vinaya es una chica de 16 años que estudia octavo en un pueblo de uno de los distritos del estado de Maharashtra. Por su edad debería estar tres cursos más avanzados, pero tuvo que abandonar la escuela durante unos años, cuando estaba en sexto, para cuidar de sus hermanos menores mientras sus padres trabajaban en el campo para ganarse la vida.
Waida, miembro del Comité de Protección Infantil organizado por Educo en la aldea, se enteró durante el confinamiento por sus amigas de que Vinaya había recibido la propuesta de matrimonio de un chico siete años mayor que ella, visitó a su familia y les preguntó a sus padres por la decisión de casarla tan pronto. “Tenemos cuatro hijas ―les dijeron― y somos pobres. Si casamos a Vinaya nuestras responsabilidades disminuirán. Otras niñas se casan a su edad, así que ¿por qué no puede hacerlo ella? Además, la familia del pretendiente no quiere la dote y con el confinamiento no habrá fiesta ni gastos”.
El primer día Waida habló con la familia durante dos horas. “Después de ocho días conseguí que una trabajadora anganwadi ―el centro de cuidado infantil rural―, un miembro del grupo de autoayuda y una persona reputada del pueblo se acercaran a la familia. Finalmente, la familia accedió a detener la boda y Vinaya tendrá la oportunidad de cumplir su sueño: “Tengo el deseo de aprender. Quiero ser ingeniera”.
Como ocurrió con Vinaya, Waida y su equipo pudieron detener los matrimonios ilegales de otras tres niñas, pero otras cinco fueron casadas. “Es difícil saber cuándo se está produciendo un matrimonio infantil y es difícil detenerlo, ya que la familia hace todo lo posible por ocultarlo”, se lamenta.
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