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¡Gracias, profes!

¡Gracias, profes!

junio 26, 2020
Ser docente es ser mucho más que compartir conocimientos. Es motivar, encender esa curiosidad por el aprendizaje, y también cuidar y acompañar de la mano un trozo del camino de la vida. Decimos que los niños y las niñas han sido los grandes olvidados de la peor etapa de esta pandemia, y así es. Pero también lo han sido los docentes, que además de tener que lidiar con sus situaciones personales han sufrido por no poder estar cerca de sus alumnos cuando más lo necesitaban.

Sin indicaciones claras y con pocos recursos, pero con todas las preocupaciones e incertidumbres. ¿Cómo van a hacer las tareas mis alumnos si no tienen ordenador ni conexión a internet? ¿Cómo contacto con los niñas y niñas que no me contestan? ¿Me estarán entendiendo? ¿Qué estarán sintiendo? Y han tenido que apañárselas buenamente como han podido, algunos con más recursos que otros, seguro, pero es algo que difícilmente podemos reprocharles.

Porque de la noche a día –literalmente–se han visto cargados con responsabilidades que en muchos casos exceden sus funciones, han cerrado la puerta de la escuela y han tenido que ponerse delante del ordenador para atender a sus alumnos de forma virtual, 8,2 millones de estudiantes de enseñanzas regladas no universitarias.

Desde aquí queremos reconocer la dedicación de todos aquellos docentes que se han preocupado, se han esforzado, se han adaptado y se han visto desbordados por una situación que nadie se esperaba ni para la que ni el sistema educativo ni la sociedad en general estábamos preparados.

Estoy aquí, puedes contar conmigo

“He llamado a cada familia una vez por semana. Tienen mi teléfono y mi email y pueden contactar conmigo cuando lo consideran necesario. Muchas veces necesitan hablar y descargar su preocupación con alguien en quien confían”. Amparo es directora de una de las escuelas de Valencia con las que desde Educo colaboramos en España con becas comedor para los alumnos que, a pesar de necesitarlas, quedan fuera de las ayudas de la Administración.

La mayoría de las familias que reciben beca obtenían sus breves ingresos de trabajos en condiciones precarias y poco remunerados. Tras el confinamiento, “el alumnado, sobre todo el que tiene entre 8 y 13 años y es más consciente, ve la situación con preocupación, porque ve que el futuro laboral de sus padres se ha complicado todavía más”, explica Amparo, que constata que las primeras semanas no vio tan deprimidas a las familias, pero con el paso de las semanas y después de hablar con ellas “las veía cada vez más preocupadas, desanimadas y deprimidas. Se sienten desamparadas, sin medios económicos y perdidas en un futuro muy incierto, en muchos casos sin seres queridos cerca, lo que les afecta mucho emocionalmente”.

Más que de profesora o directora de la escuela, Amparo siente que su labor ha sido de trabajadora social, orientadora, amiga, confesora. “Lo que más nos preocupa es la subsistencia de las familias. De la parte académica se encarga más el profesorado, pero desde Dirección intentamos hacerles llegar productos de primera necesidad y llamar tanto a servicios sociales como a ONG para ver dónde pueden conseguir alguna ayuda. Y sobre todo que se sientan que no están solas en estos momentos. Para mí esto es primordial”.

Además de la alimentación y las necesidades básicas, la pandemia y el confinamiento ha puesto de manifiesto y ha abierto aún más la brecha digital existente en España. Uno de cada diez hogares, unos 300.000 niños, en el tramo de renta más baja –900 euros mensuales o menos– no tienen acceso a internet.

“Una de las familias que más me preocupa está compuesta por una madre y dos hijas que lo pasaron muy mal antes de la pandemia y justo cuando estaban volviendo un poco a la normalidad empezó el confinamiento. A pesar de todo la niña estuvo haciendo las tareas diariamente desde el móvil hasta que le pudimos conseguir una Tablet. Estaba tan emocionada… Además de recibir una beca comedor por parte de Educo están en el programa de otra ONG que les ayuda con la compra de productos de higiene y primera necesidad. Y les he estado enviando compras a domicilio para que no tuvieran que salir”.

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Alimento para el cuerpo y para el alma

España es el país de la Unión Europea con la mayor tasa de abandono escolar, un 17,3% frente al 10,6% de media de la UE. Además, el confinamiento dejó a muchos alumnos matriculados y con una asistencia regular desconectados, casi desaparecidos del radar de los centros. Mónica dirige una escuela en Cádiz y esta ha sido una de sus mayores preocupaciones: “Tardamos tres semanas en tener a todas las familias conectadas. Algunas no contaban con medios técnicos y otras no conseguían motivar a sus hijos. No quiere trabajar, no tiene ganas, no consigo que se siente y haga la tarea, nos decían las madres”.

En Cádiz, muchas familias pasan gran parte del tiempo en la calle. O en casa de las abuelas, donde puede que tuvieran más espacio, con su patio andaluz. “Durante el confinamiento han estado metidos en un piso, y esta privación de libertad y de intimidad ha causado muchos problemas emocionales”, afirma Mónica.

Por esta razón, en su escuela han priorizado las tutorías y el contacto con los alumnos para ofrecerles apoyo socioemocional. “Los mayores necesitan más apoyo en el aprendizaje y los más pequeños que vean que estás ahí. Hemos creado una clase virtual, que se llama Tutoría, donde encuentran los horarios, un teléfono de atención al maltrato infantil y materiales emocionales. También hemos creado una línea de atención telefónica a través de la cual la orientadora social de nuestro centro les da pistas a las familias sobre cómo gestionar los conflictos y motivarlos para que hagan las tareas”.

Está demostrado que determinadas características socioeconómicas, así como determinados hábitos, influyen sobre el rendimiento escolar. Por eso es tan importante la función integradora de la escuela. “Tenemos a un niño en quinto que no ha entregado las tareas. La madre está sola a cargo de tres hijos, con una pequeña ayuda de servicios sociales y la beca comedor de Educo para los dos pequeños. Antes de la pandemia trabajaba en tareas de limpieza, pero durante el confinamiento se quedó sin ingresos, sin apoyo. Surgió la ansiedad, la depresión”.

La escuela ha estado muy atenta y ha tomado medidas para detectar estos casos. Según explica la directora, “elaboramos un censo para saber hasta dónde llegaban los alumnos, cuántos no hacían nada o casi nada y descubrir el motivo. Si el problema era técnico les facilitamos ordenadores, pero con el paso de los días las necesidades se volvieron más emocionales”.

Con las escuelas y los comedores cerrados, ¿cómo podíamos gestionar la entrega del importe de la beca comedor? ¿Cómo podíamos seguir contribuyendo a darles a los niños una alimentación adecuada? La gestión de las becas comedor fue todo un reto, tanto para Educo como para las escuelas. “Hablamos con un súper en el barrio muy conocido por las familias y nos organizamos con ellos. Les dimos el dinero de las becas y un listado de los beneficiarios con sus tutores legales y la cantidad que les corresponde a cada uno”, explica Mónica.

Además, desde la escuela “aconsejamos a las familias hacer una buena compra, con productos para una alimentación equilibrada, y les pedimos que guardaran los tiques de compra para hacer el seguimiento. También gestionamos un fondo solidario con aportaciones del profesorado y la comunidad”.

Foto: Jure Širić / Julia M Cameron
 
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Becas comedor , confinamiento , coronavirus , COVID-19 , docentes , educación , escuela

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