El día 16 de octubre es el Día Mundial de la alimentación. Si eres madre o padre seguro que una de las cosas que más te preocupa y ocupa parte de tu tiempo es procurar a tus hijos una alimentación sana. Que coman bien, que coman variado, en definitiva, que crezcan fuertes y sanos. Pero esto tiene un precio que no todo el mundo puede pagar.
Y es que para que un niño esté bien nutrido también es importante que no se ponga constantemente enfermo. Algo muy difícil si vives en un país donde la pobreza está presente en cada rincón o aldea. Cuando no tienes acceso al agua potable, ni a centros de salud para hacer revisiones periódicas, ni puedes comer alimentos frescos y variados, estar sano es una utopía. Además, hay que recordar que los niños y niñas, especialmente cuando son bebés, son los más vulnerables en contextos de pobreza. El riesgo de muerte de un niño con desnutrición es nueve veces superior a un niño en estado normal.
Es el caso de Malí, donde los niños y niñas presentan unos índices de desnutrición muy altos. Un dato que también quedó evidenciado en la evaluación de necesidades que realizamos el pasado año 2018 en tres comunidades rurales de Ségou, nuestra zona de trabajo, en concreto en Sama-Foulala, Farako y Souba. En este estudio se puso de manifiesto la falta de recursos de la población, la gran dependencia de un sistema agrícola poco productivo y la escasa disponibilidad de productos alimenticios en los mercados locales, lo que implica una gran vulnerabilidad de las familias y, por consiguiente, de los niños. Hechos que provocan una crisis alimentaria crónica.
Ante esta realidad, no podíamos quedarnos impasibles. Por eso, a principio de año, pusimos en marcha un proyecto con el que apostamos por los huertos escolares en las tres comunidades que detectamos el problema. Una fuente de alimentación constante y sana para los niños y niñas en la escuela, pero también en casa.
Con los huertos, aumentamos la producción de frutas y hortalizas frescas para el consumo de las familias, mejorando así la dieta de 3.500 personas, y consiguiendo una mejor nutrición para casi 800 niños y niñas de la zona. Con una tecnología sencilla y barata, permiten a las familias y comunidades producir vegetales y diversos condimentos en la escuela y en el hogar para enriquecer las comidas con oligoelementos, que son esenciales para la salud de los niños en edad escolar.
“A principios de 2020 la ONG Educo nos ayudó a poner en marcha este nuevo proyecto que contribuye a alimentar mejor a nuestros hijos, incluyéndonos a nosotros como adultos. Nuestra cultura tradicional a la que estábamos acostumbrados hacía que cultiváramos muy pocas verduras en nuestras cosechas. Con esta nueva tecnología de cultivo fuera de la tierra, que no requiere el uso de mucha agua, estamos mucho mejor porque producimos con menos esfuerzo y los resultados son muy satisfactorios. Las verduras que cultivamos, como tomates, berenjenas, quimbombó o perejil son muy frescas y saludables para el consumo y la salud de nuestros hijos.
La ONG nos formó sobre esta nueva tecnología para cultivar el huerto sobre la tierra nos dieron los materiales que necesitábamos para cultivar así. Hoy en día, gracias a los conocimientos que hemos adquirido, somos capaces de formar a otras personas en la fabricación de los materiales y en las técnicas de compostaje. Solo podemos agradecer a Educo Mali por este exitoso proyecto. Animo a que se multipliquen estas iniciativas en otras localidades para luchar contra la malnutrición infantil crónica”.
El propósito de este proyecto es ofrecer a estas tres aldeas, identificadas como aquellas con una tasa de desnutrición crónica, la oportunidad de estructurarse en torno a un proyecto común. Y es que este proyecto experimental de un año de duración permite que las familias se impliquen desde el principio con el diseño del huerto sobre el terreno y después con la labor de producción agrícola. En función de los resultados que se obtengan podremos desarrollar otros proyectos comunitarios de este tipo.
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