Los niños y las niñas son uno de los
colectivos que más han sufrido las consecuencias de la pandemia. La enfermedad no les afecta de forma grave, pero las medidas que se han tomado en la mayoría de los países para frenar los contagios han tenido un gran impacto en su aprendizaje y su salud física y emocional.
Hoy, tras un año de pandemia, presentamos
COVID-19: Impacto de la pandemia y sus secuelas en la educación, un informe que muestra los
efectos que está teniendo la crisis del coronavirus en la infancia de los 14 países en los que Educo trabaja. Esta crisis ha afectado especialmente a los niños, niñas y adolescentes en situación de vulnerabilidad, aquellos que ya partían de un contexto muy complejo.
La pandemia ha acelerado las desigualdades en educación que ya existían y la desprotección de la infancia más vulnerable. En el caso de la educación,
la COVID-19 ha averiado el ascensor social que ofrece oportunidades y permite la reducción de las desigualdades. El cierre de las escuelas y las dificultades que han tenido los estudiantes para seguir las clases a distancia suponen un alto riesgo de incremento de la brecha educativa, el fracaso escolar y el abandono de los estudios.
“Miles de niños y niñas no van a volver a la escuela, y es algo que llevamos meses viendo en nuestro trabajo en el terreno.
No han podido seguir las clases porque en los lugares en los que viven no hay una infraestructura adecuada para que llegue Internet, no tienen los materiales tecnológicos, sus profesores no están preparados para dar clases a distancia y sus familias no pueden apoyarles porque la prioridad es trabajar y conseguir dinero para sobrevivir. Por eso, desde Educo pedimos que, en la medida que las condiciones sanitarias lo permitan, las escuelas permanezcan abiertas para garantizar el acceso a la educación de los niños y las niñas más vulnerables que no pueden estudiar a distancia”, explica Pilar Orenes, directora general de Educo.
En este sentido, un año después de la pandemia,
más de 800 millones de alumnos siguen sufriendo las consecuencias de las medidas para paliar la COVID-19, como el cierre de los centros educativos o la reducción del calendario lectivo.
La escuela como espacio de protección
Además, tal como recoge el informe, el hecho no poder ir a la escuela está afectando a otros derechos de la infancia, como el derecho a la alimentación. Durante la pandemia, 370 millones de niños y niñas dejaron de beneficiarse de los programas escolares de alimentación. “La alimentación es básica para garantizar el desarrollo y el aprendizaje. Para muchos niños y niñas de nuestros proyectos,
la escuela es también un espacio en el que se les asegura al menos una comida completa y saludable al día que no tendrían en su hogar. Es el caso de España, donde Educo pudo atender a casi 6.000 niños y niñas a través de su programa de emergencias Becas Comedor en Casa, con el que se pudo asegurar su alimentación durante el cierre de las escuelas”, explica nuestra directora general.
Otro de los derechos vulnerados durante estos meses ha sido el derecho a la protección de la infancia.
La escuela es un espacio seguro para los niños, niñas y adolescentes, ya que allí corren menos riesgos de sufrir todo tipo de violencias como el trabajo infantil, la trata, el matrimonio infantil o el embarazo precoz.
“Hemos constatado el efecto devastador que ha tenido el cierre de las escuelas en países como India. En el estado de Maharashtra,
los matrimonios infantiles han aumentado un 78% y en la zona de Latur los casos se han duplicado. Además, el acceso a los centros y servicios de salud reproductiva pone aún más en riesgo a las niñas y adolescentes, ya que además de obligarlas a casarse, corren el riesgo de quedarse embarazadas a una edad en la no están preparadas ni física ni emocionalmente”, denuncia Pilar Orenes.
En otros países como El Salvador, el hecho de tener las escuelas cerradas
ha aumentado el riesgo de ser víctimas de pandillas criminales –maras– y sufrir todo tipo de abusos, como violaciones o robos, incluso ser asesinados.
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