Hace unas semanas visitamos las zonas de Izmail y Reni al sur de la región de Odessa, en Ucrania. Afortunadamente esta zona no sufre bombardeos, pero el clima de guerra es palpable en todo el país y durante nuestra visita pudimos observar
cómo se ve afectada la rutina diaria de los niños y las niñas en las escuelas, así como de los docentes y demás personal, y comprobamos la evidente vulnerabilidad en la que viven.
Los estudiantes ven interrumpidos constantemente sus quehaceres cotidianos, sus clases y exámenes a causa de las alertas de ataques en Odessa, a 200 km, pero comunes en toda la región. Cada vez que las alarmas suenan
los niños y las niñas deben trasladarse a los refugios, donde disponen de baterías que les proporcionan un mínimo de luz, aseos, sillas y, en algunos casos, colchones.
El profesorado y demás personas cuidadoras están presentes, pero en una sala en semioscuridad con varias decenas de estudiantes, por lo que se hace necesario
aumentar las medidas de protección a la infancia y la juventud con el fin de evitar que se produzcan situaciones de acoso escolar e, incluso, acoso sexual.
En una situación bélica como la que tiene lugar en Ucrania, donde el espíritu nacionalista está muy arraigado, el sector educativo se ve considerablemente afectado.
Niños, niñas y adolescentes viven inmersos a diario en una cultura de guerra, tanto porque están rodeados de carteles que indican cómo utilizar ciertos dispositivos como máscaras de gas, como por las alertas e idas y venidas a los refugios, las constantes noticias sobre el conflicto y las conversaciones en sus casas.
Las escuelas deberían ser un lugar seguro, libre de esta cultura de guerra y en el que las niñas y los niños tuvieran derecho a disfrutar de su infancia y adolescencia. Más que nunca
se hace indispensable el desarrollo y la promoción de una cultura no violenta y de paz en la que los más jóvenes puedan desconectar de la situación que están viviendo.
Es importante que los docentes tengan en cuenta ciertas pautas necesarias para
evitar la promoción de esta cultura de guerra tan presente en el país, como evitar realizar manualidades en las que los niños y niñas reproduzcan armas o permitir jugar a la guerra y comportarse de forma agresiva.
Respecto a la gestión del trauma vivido, han aumentado tanto las
visitas de apoyo psicosocial entre el alumnado como entre el profesorado y en las escuelas vimos cómo se aplican métodos para detectar este tipo de necesidades entre los más jóvenes. Algunos de los centros escolares aplican métodos de apoyo entre compañeros, el llamado sistema de
buddies, según el cual los niños y niñas se apoyan en otros niños y niñas con los que comparten sus necesidades.
Este sistema de acompañamiento se instauró en las escuelas de educación secundaria y las universidades de Estados Unidos para acoger a los nuevos alumnos, de manera que recibían la información necesaria de sus pares en el momento de comenzar las clases.
En el sector humanitario se utiliza cada vez más este método entre miembros de un mismo equipo en situaciones de conflicto para
disminuir la carga y la presión mental. No obstante, es importante resaltar que en las escuelas este sistema se está aplicando entre niños y que, a pesar de ser útil, se les están otorgando cargas que no les corresponderían por su edad.
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