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“La Casa me cambió como ser humano”

“La Casa me cambió como ser humano”

enero 20, 2021
Valeria tiene 22 años y es estudiante de la licenciatura en Salud Ambiental en la Universidad de El Salvador. Vive en el municipio de San Salvador y participa en la Casa de encuentro de la niñez, adolescencia y juventud, un proyecto que llevamos a cabo con la Asociación Intersectorial para el Desarrollo Económico y el Progreso Social CIDEP y el apoyo del Ayuntamiento de Barcelona y que tiene como objetivo ofrecer un espacio libre de violencia donde jóvenes y adolescentes puedan desplegar su capacidad artística y cultural y aprender a transformar los conflictos a partir, entre otros, de la mediación y la comunicación no violenta.

Espacios de participación, formación profesional, artística y cultural, servicio de biblioteca y cursos de idiomas, diseño gráfico, robótica y liderazgo. Esto y mucho más es La Casa, una iniciativa innovadora y exitosa, que surgió como respuesta a las demandas de la población adolescente y joven de San Salvador, la capital de El Salvador. Valeria nos cuenta qué es para ella poder disfrutar de este espacio: “La Casa me cambió como ser humano. He crecido y trabajado por cambiar la vida de muchos más jóvenes y me ha permitido comenzar a dejar mi huella en este bello país”.

“A mis 15 años recuerdo que formé parte de un colectivo de jóvenes y adolescentes, pero nos desmotivamos y dejamos de trabajar. Me enojé y dije que nunca más iba a volver a pertenecer a una organización porque es una pérdida de tiempo. Pero al final la vida da tantas vueltas y, en una de esas vueltas, conocí el Instituto Municipal de la Juventud y el proyecto La Casa.

Es un proyecto tan genial y bonito que me ha permitido formarme como lideresa y convertirme además en coordinadora general del Comité Gestor, que representa a toda la juventud del municipio. Desde aquí promovemos iniciativas que favorecen a este sector de la población salvadoreña que ha sido estigmatizado y en algunos municipios incluso invisibilizado.

Al principio sentía miedo, pero no me importaba. La emoción y la alegría de saber que muchos jóvenes confiaban en mí era más grande que cualquier miedo. En ese proceso de dos años aquella joven que no creía en el trabajo comunitario y el poder de los adolescentes y jóvenes, que muchos adultos etiquetan de vagos, delincuentes, buenos para nada o sin oficio, ahora se sienta junto al alcalde y presenta al gobierno municipal una política a favor de las juventudes.

He podido conocer la realidad de la juventud, me ha hecho más sensible, humana, empática y, a su vez, me ha permitido promover iniciativas que alejan a los jóvenes de la delincuencia y las drogas en todo San Salvador. Son dos años ayudando a formular nuevos espacios y talleres y compartir con otros jóvenes. A pesar del duro trabajo, si pudiera retroceder en el tiempo volvería a decir sin duda sí al Comité Gestor, sí al proyecto La Casa”.

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Desaprender la violencia

En lo que va del siglo XXI las diversas formas de violencia en El Salvador han tomado una nueva forma cruenta y extremadamente destructiva de la convivencia social. Porque se desarrolla y reproduce en la comunidad, en los barrios y las zonas más excluidas donde la desigualdad exhibe sus peores miserias, pero también porque tiene como protagonistas, víctimas y victimarios principales, a adolescentes y jóvenes.

Cada vez más niños y niñas son impactados por la barbarie de la violencia cotidiana como forma de vida, como forma de enfrentar las diferencias, como forma de ganar poder y reconocimiento social. Se trata de la violencia intrafamiliar y comunitaria que afecta cotidianamente a la población, y de la violencia desplegada por y en torno a las organizaciones delictivas conocidas como maras o pandillas.

El óptimo caldo de cultivo para la violencia y el crecimiento de estas organizaciones lo constituyen la pobreza, la exclusión, los servicios básicos precarios en calidad y algunos también en cobertura que siguen reproduciéndose en el país, a pesar de los múltiples esfuerzos realizados por mejorarlos por parte de entidades públicas y privadas, nacionales e internacionales.

Ante esta realidad es fundamental ofrecer a jóvenes y adolescentes contextos que favorezcan su desarrollo en ambientes libres de violencia y trabajar su capacidad de resiliencia, el desarrollo de sus competencias para la paz y darles la oportunidad de incrementar su aporte a la sociedad y reconocer su propia capacidad interior como agentes de transformación para un municipio libre de violencia. Y esto es lo que encuentran en La Casa.
 
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