Vivir en un lugar en el que te puedes sentir seguro y a salvo de la violencia armada es clave para poder desarrollarte como persona. En Burkina Faso, miles familias tienen que desplazarse para buscar la tranquilidad en otros lugares más al sur debido a la violencia de los grupos armados del norte. Esto trae consigo un sinfín de problemas que no se plantean en el momento de la huida, pero sí en el momento en el que las familias se establecen en el nuevo hogar, como la falta de empleo, tanto de los padres como de los jóvenes, así como la poca capacidad económica de las familias para costear la escolarización de sus hijos, lo que provoca un aumento del trabajo infantil o el desamparo de los más pequeños, especialmente las niñas, ante peligros como violaciones o el estar más cerca de la delincuencia.
Eso es lo que le pasó a la joven Mamounata, quien tuvo que huir de su ciudad natal Kaya a causa de la inseguridad junto a su madre, que sufre problemas de salud y no fue capaz de conseguir un nuevo empleo. Al no poder pagar la matrícula, fue expulsada de la escuela y terminó trabajando en el mercado donde estuvo expuesta a todo tipo de abusos físicos, psicológicos y sexuales: “Cuando dejé la escuela, me fui al mercado. Allí estaba constantemente en peligro. Tenía que buscarme la vida y empecé a delinquir y a tener comportamientos que a mi familia no le gustarían. Vivir allí era muy difícil”, se lamenta la joven.
Para proteger a la infancia desplazada de las peores formas de trabajo infantil, de los abusos, y ayudar a sus familias, hace un año empezamos a trabajar en el país de manera conjunta con otras oenegés a través de la coalición Joining forces para que estos niños y niñas puedan volver a la escuela: ayudamos a las familias con el pago de la matrícula, las tasas escolares y los uniformes o el material escolar que sea necesario. También ofrecemos cursos de formación para que puedan aprender un oficio. Hasta la fecha:
Casi 300 niños y niñas víctimas de las peores formas de trabajo infantil han sido identificados y reintegrados en la escuela. Además, se les hace un seguimiento para mejorar su rendimiento y que no abandonen los estudios.
Otros 100 jóvenes han sido acogidos en centros de formación profesional donde pueden aprender los oficios de su elección.
A nivel comunitario, unas 20 personas se han formado en temas relacionados con los derechos de la infancia y actúan como defensores de los derechos de la infancia.
Hemos creado 14 clubes infantiles en los que más de 580 niños y niñas han conocido de primera mano cuáles son sus derechos y deberes.
Mamounata es una de estas jóvenes que han podido volver a la escuela gracias al proyecto y está encantada: "Gracias a este proyecto sigo estudiando", nos cuenta la joven que espera hacer el bachillerato este año y es una firme defensora de la escolarización de los niños, porque para ella la escuela es un lugar seguro, la aleja del maltrato y la violencia. "Creo que los niños y niñas están seguros en la escuela porque allí nadie los agrede y eso les garantiza el acceso a un mejor empleo para, en un futuro, poder ayudar mejor a sus familias", concluye.
Burkina Faso , desplazados , educación , protección , Trabajo infantil
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