Según recientes investigaciones existe una medicina tradicional que promueve el bienestar físico y mental, nos hace vivir más años, reduce el estrés y dispara la autoestima. Estamos hablando de la solidaridad, entendida como el placer de ayudar a los demás sin esperar nada a cambio, excepto quizá el paquete de regalos emocionales que acabamos de mencionar que es una sorpresa añadida para quien actúa de forma auténticamente solidaria. Cada vez hay más evidencias. Una de las claves de la felicidad de las personas es la generosidad y la empatía hacia los demás.
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Sin embargo vivimos en un mundo donde lo políticamente correcto y el bombardeo diario de noticias sobre catástrofes, guerras, inmigración masiva y otros temas de la actualidad nos crean una coraza de indiferencia y lejanía. Es en este contexto donde nuestro hijos tienen difícil experimentar de forma directa los beneficios para los demás y para ellos mismos de practicar la solidaridad. No solo como opinión sino como acción que provoca un resultado beneficioso a un tercero, como la gratificación inmediata que se siente al aliviar el sufrimiento de alguien.
Los valores no son lecciones teóricas sino más bien hábitos que se adquieren de forma natural en la familia. Como casi todo en la infancia, se aprende con el ejemplo. La actitud en el día a día de los padres en pequeños detalles es clave. Ceder un asiento en el transporte público , ayudar a una persona mayor a llevar la compra, o realizar comentarios razonados para explicar noticias negativas en la tele, pueden suponer la chispa que avive el fuego de la solidaridad para el resto de sus días.
No se trata solo de hacerles ver que hay realidades muy duras para otras personas sino también de enseñarles a disfrutar del hecho de renunciar a algo sin esperar nada a cambio. Para enseñar solidaridad además de explicarle tu punto de vista tendrás que convertirte en un ejemplo en primer lugar. Ayúdale a experimentar en primera persona la sensación única de satisfacción personal que produce ser solidario con los demás.
Ahora que se acercan la Navidad, puedes empezar por sugerirle donar los juguetes que ya no usa, que el decida cuales, no le presiones , recuérdale también que hay ropa en su armario que le se le ha quedado pequeña. No se trata solo de que se desprenda de cosas que ya no le valen. Puede ser muy interesante que le acompañes para entregarlas en asociaciones o parroquias o para visitar centros de acogida donde pueda ver con sus propios ojos la realidad de otros niños o personas necesitadas.
Evidentemente no hay que descuidar el entorno más cercano como hermanos o compañeros del cole. La solidaridad y la generosidad son potentes creadores de vínculos emocionales y sociales. No se trata solo de ayudar a terceros desconocidos para tranquilizar conciencias, recuerda que los valores no se imponen, se adoptan y ajustan en la convivencia diaria y por ello es clave empezar por lo que tienen mas cerca.
¿Qué es lo que más fácilmente altera la paz diaria entre tus hijos? Sin duda las discusiones por el control de un juguete, una tableta o simplemente tu atención. Aprovecha estas pequeñas situaciones para introducir el factor generosidad de forma sugerente y atractiva. Enfócalo más como síntoma de inteligencia emocional que como imposición, como capacidad de renuncia que te hace sentir mejor que salirte con la tuya.
Enséñales a consumir esta poderosa medicina y de paso aplícate el cuento, recuerda que pocas cosas hay en la vida que devuelvan tanto por tan poco.
Derechos de Imágenes: Alexas_Fotos, SeanakrolActividades , aprender , ayudar , comunicación , empatía , enseñar , Generosidad , juntos , modelo , solidaridad
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