El fotoperiodista Dani Catalán viajó con nosotros hasta Moldavia, país que acoge a los miles de refugiados que llegan huyendo de la guerra en Ucrania, y desde el que organizamos y proporcionamos asistencia humanitaria. Y así nos cuenta cómo se vive en el campo de refugiados de Chisinau, la capital del país.
La habitación de unos refugiados ucraineses en Chisinau, que anteriormente era una residencia de estudiantes.
“El primer reto fue llegar hasta la capital del país, Chisinau. Fue un viaje de cerca de 24 horas. El itinerario que seguimos fue Barcelona-Bucarest en un primer avión. Allí cogimos otro avión, de esos pequeños con hélices con el que volamos hasta Chisinau. Durante uno de los primeros paseos por la capital moldava, vimos muchas mujeres con sus hijos solas por los parques. Niños pequeños jugando y otros más mayores enganchados a sus móviles, ya conscientes de todo lo que estaba pasando, buscando información y muy probablemente poder hablar con sus padres que habían dejado en Ucrania.
A veces deberíamos mirar más lo que hacen los niños y escucharlos más. Mi hija, cuando se enteró adónde iba, me llenó la maleta de peluches para que se los diera a los niños de aquí, que seguramente los necesitarían más.
Una de las libretas de los cooperantes de Educo, diseñando a planificación para aportar su granito de arena.
Paralelamente, los representantes de Educo se reunieron con las oenegés y autoridades locales que ya trabajaban sobre el terreno para valorar cuál era la mejor manera de ayudar”.
Refugiados ucranianos atravesando la frontera con Moldavia en ambas direcciones.
La frontera entre Ucrania y Moldavia en la localidad de Palanca está siendo una de las más concurridas desde que empezó el conflicto. Allí, los refugiados que huyen de las bombas encuentran un primer campo de acogida para hacer la primera parada, antes de tomar la determinación sobre a qué localidad o país se refugiarán. Es un primer punto de atención donde los autobuses llenos de madres e hijos consiguen un estadio de tranquilidad.
Tres generaciones de la misma familia, refugiadas en Moldavia.
"Lo que más me ha llamado la atención ha sido ver que es una frontera para entrar y salir de Ucrania. Hay algunos refugiados que cuando saben que su localidad ya no está en zona de fuego, emprenden el camino de vuelta a casa. Así, después del mes largo de conflicto, la estabilización de las zonas de guerra y el repliegue ruso hacia el Donbass está facilitando este, de momento, tímido retorno a casa.
Dani Catalán con la niña a quien enseñó a hacer fotos en el RAC de Chisinau.
Precisamente, en las tiendas de acogida de Palanca es dónde los cooperantes de Educo han hecho una visita para ver qué podían aportar y cómo podían mejorar o contribuir al bienestar de las personas que hacen la primera parada fuera de Ucrania. Uno de los momentos más agradables ha sido el poder hacer sonreír a la niña que sale en las fotos. Estaba muy triste y jugando con mi cámara y enseñándole a hacer fotos, pudo desconectar de todo y acabar divirtiéndose. Poder ayudar, al final, es lo más gratificante que hay”.
Derechos de imagen: Dani Catalán/Educo
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