Krystal es una niña de 4 años que vive
en Filipinas, un país en el que
la educación infantil es opcional en el sistema educativo. Allí, las administraciones ofrecen un programa destinado a dar atención y desarrollo a los niños y niñas durante sus primeros años de vida pero, muy a menudo, sucede que las familias no tienen conocimiento de dichos programas. Además, solo las familias más acomodadas son conscientes de que el programa es la base de una buena educación para los niños y niñas, y
son las familias con más recursos económicos las únicas que buscan escuelas para que sus hijos e hijas reciban formación desde la primera infancia.
Entre las familias con menos recursos, la formación de los niños y niñas se considera una carga, de forma que, incluso los gobiernos locales, apenas invierten en crear centros para la formación infantil. Esta situación hace que
los niños y niñas en situación de pobreza estén atrasados en el momento en el que se incorporan a la escuela, de manera que pierden interés y la abandonan.
La motivación de Krystal
Krystal es la menor de cuatro hermanos a los que cuida su abuela, porque sus padres se separaron. Desde el año 2017
asiste al centro de desarrollo infantil de su barrio. Comenzó a hacerlo
gracias a la motivación de Anita, trabajadora y directora de un centro educativo local. Sin embargo,
tan solo puede hacerlo dos veces a la semana, porque no tiene a nadie que la acompañe cada día hasta el lugar.
Al principio Krystal
era una niña muy silenciosa que apenas interactuaba con otros niños o con los profesores. Acostumbraba a colocarse en un rincón de la clase y quedarse ahí observando. Tampoco jugaba ni coloreaba porque no sabía.
Coincidiendo con los primeros meses de Krystal en el centro, Educo comenzó a apoyar el Programa de Atención y Desarrollo de la Primera Infancia justamente en el municipio donde se encontraba su escuela. Durante seis meses, 64 trabajadores de desarrollo infantil del municipio recibieron una amplia formación por parte de Educo y otros socios. Aprendieron, entre otras cosas, a diseñar un programa apropiado. Un total de 34 centros fueron reparados, mejorados y equipados con libros y materiales didácticos.
"Gracias a las formaciones, aprendí que es importante tener rutinas en las clases. Los niños se volvieron más formales y el ambiente de aprendizaje se volvió más organizado", dice Anita con orgullo.
Antes de que terminara el año,
la asistencia de Krystal ya había mejorado, especialmente cuando los libros llegaron al centro. A Krystal le encantaron los libros con imágenes grandes y coloridas y mostró mucho interés en la narración de cuentos.
Solo un mes más tarde, Krystal ya sabía colorear y había mejorado su control psicomotor. Una gran sorpresa para Anita fue cuando, un día, Krystal la dijo
"¡Buenos días, señora!". Algo tan simple pero con tanto significado para Anita, pues fue la primera vez que la escuchó hablar.
Ahora, Krystal interactúa y juega con otros niños y niñas y su desarrollo ha mejorado considerablemente. En poco más de seis meses, Krystal ha logrado ponerse al día y superarse, ha pasado de estar por debajo del promedio a estar en el promedio. Nada de esto habría sido posible sin el apoyo, pasión y profesionalidad de profesores como Anita que se esfuerzan a diario para que los niños y niñas vayan a la escuela y consigan salir de la pobreza.
Si quieres ayudar a que otras niñas y niños como Krystal, superen sus barreras,
apóyanos para que podamos seguir llevando a cabo proyectos como este, que aseguran el acceso a una buena educación entre los niños y niñas más vulnerables.
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