Este mes de abril se cumplen dos años desde que se aprobó una de las leyes más necesarias para la infancia: la Ley Orgánica de Protección a la Infancia y Adolescencia frente a la violencia. Una ley que marca un antes y un después tanto por el proceso de participación de la sociedad en el que estuvimos presentes junto con otras entidades, como por los mecanismos concretos que instaura que sí tienen un impacto real en la vida de los niños y las niñas.
Una de las novedades que impulsó esta ley es la creación de una figura en las escuelas: el Coordinador de bienestar infantil, que es quien tiene que velar por la prevención y protección de los estudiantes ante la violencia escolar. Debe ser la pieza que se encargue de que se implementen los planes y protocolos en el ámbito educativo, en el ocio y el deporte, de escuchar a los menores y sus avisos sobre cualquier tipo de violencia, y de comunicar las situaciones de riesgo.
Para poder instaurar la figura del coordinador de bienestar infantil en diferentes municipios del País Vasco donde los servicios están dispersos y por ello es muy difícil encontrar una persona que conozcan todos los niños y niñas como referente, se decidió crear un personaje ficticio: Tuka la luciérnaga, que lleva la luz a las zonas oscuras.
Esta luciérnaga es la coordinadora de bienestar. Cualquier niño, niña o adolescente que esté viviendo o conozca una situación hostil o de vulnerabilidad puede contactar con ella a través del teléfono, del chat de Whatsapp, vía correo electrónico o en un buzón físico. Así, mediante esta figura virtual, pueden sentirse más protegidos y conseguir el apoyo, asesoramiento o ayuda que necesiten para gestionar ciertas situaciones que causan mucho malestar.
Hoy niños y niñas de entre seis y once años escriben semanalmente a la luciérnaga Tuka para contarle diferentes situaciones que les preocupan o pidiéndole consejo a través del buzón. Tuka les responde de manera personal, en caso de que su petición vaya firmada, o de forma anónima en caso contrario, creando así un vínculo con ella y fortaleciendo el papel de esta figura. La respuesta llega también al buzón, doblado y precintado con una cinta adhesiva de colores y con una pegatina de la propia Tuka a modo de firma.
En pocos meses, esta figura ha permitido conocer varias situaciones de desprotección que antes no se habían desvelado. Una experiencia que todos, niños y niñas, familias y educadores, valoran de manera muy positiva, tanto es así, que ya se está preparando una versión de Tuka más juvenil para llegar al colectivo adolescente.
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