Todos estaremos de acuerdo en que las mudanzas son una de las cosas más estresantes. Hacer cajas y más cajas, seleccionar y tirar cosas, cargar y después desempaquetar y colocar todo puede acabar con la calma del más paciente. Aunque a algunos les guste, mudarse, hacer obras o simplemente pintar la casa nos puede poner al borde de un ataque de nervios.
Pero los adultos somos adultos y, supuestamente, tenemos herramientas para manejar toda la carga de trabajo que supone una mudanza. Y también la carga de incertidumbre. Mudarse es empezar una nueva vida, en algún caso lejos de los tuyos. Nueva casa, nuevos vecinos, nuevas ciudades o incluso países e idiomas y nuevas costumbres a las que adaptarse..., mudarse es todo un reto, y si para los adultos es en muchas ocasiones difícil, para los niños es un obstáculo enorme a tener en cuenta.
Pues parece ser que sí. Un estudio que ha incluido la investigación de más de 19000 niños en EEUU desde la guardería hasta los 18 años concluye que las mudanzas afectan a los niños, no sólo en el plano emocional sino también en el rendimiento escolar. Y que además, estos efectos dependen en gran medida de la edad y, como es lógico, del número de mudanzas experimentadas por los chavales.
Un factor a tener en cuenta a la hora de decidir mudarse o si la mudanza es inevitable.
Según el estudio los niños que se mudaron durante la infancia temprana o media desarrollaron menos habilidades sociales y más problemas emocionales y de comportamiento y estos efectos adversos permanecen durante años. En cambio, las mudanzas en la adolescencia afectan más a las habilidades cognitivas, como la lectoescritura o el pensamiento lógico-matemático, siendo estos efectos de más corta duración.
El estudio, por supuesto, no puede aportar una relación causa-efecto de las mudanzas sobre el desarrollo cognitivo-emocional de los pequeños, pero según los investigadores es un dato a tener muy en cuenta también a la hora de preparar periodos de adaptación a las nuevas escuelas.
Los niños tienen poca capacidad para manejar el estrés que produce el desarraigo. Quedarse muchas veces no es una opción, pero sí es importante que todos los adultos que rodean a un niño tengan presente que dejar su casa, su colegio, sus amigos y tal vez incluso a algunos parientes muy queridos puede tener un impacto en su desarrollo como persona. Y emplear todas sus herramientas adultas para contrarrestarlo.
Lo mejor ante un niño estresado, asustado y que se siente extraño o aislado frente a una nueva vida que no ha podido elegir por sí mismo es, como siempre, muchos mimos, muchos abrazos y mucha conversación. Dejar que se exprese, validar sus emociones aunque no puedan respetarse sus preferencias y acompañar el "duelo" tanto emocional como físicamente es el mejor remedio para que las mudanzas no se les hagan tan cuesta arriba. Y que la vida nueva que les espera sea siempre lo más feliz posible.
Derechos de fotografía: Harvey Ryan, ellyn Fuente:. Healthday
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