“Antes me daba vergüenza decir que mi dieta era a base de hierbas, pensaba que no me aportaban nutrientes”, comenta doña Catarina, sentada entre una variedad de hortalizas que tiene sembradas en su parcela: matas de perejil, fresas, caña de azúcar, chile, entre otras. Para ella, consumir del campo era motivo de discriminación. Después de varios años de formación, de participar en organizaciones y fortalecer sus conocimientos en
proyectos como el que Educo y Fundebase llevamos a cabo en el departamento de Quiché, en Guatemala, con el apoyo de la Unión Europea, ahora Catarina dice enorgullecerse de lo que produce en su parcela.
Catarina es una mujer que ha superado toda clase de desafíos para sacar adelante a su familia y ha encontrado en la agroecología una forma de vida que antes no valoraba debido a la
discriminación que sufría como Ixil hacia sus propias formas de alimentación. El pueblo Ixil es una etnia del norte de Guatemala que ha sufrido y sufre graves vulneraciones de sus derechos económicos, sociales y culturales, particularmente severas en el caso de las mujeres.
En la época del conflicto armado interno en Guatemala, entre 1960 y 1996,
Catarina fue exiliada lejos de su tierra natal y perdió todas sus pertenencias, su casa y sus tierras. Tras la firma de los Acuerdos de Paz, tuvo la oportunidad de regresar al pueblo que la vio crecer, aunque no lo hizo en la misma comunidad.
Tiempo después de su regreso, Catarina empezó a participar en una organización que por medio de la implementación de un
programa que exportaba arveja –guisantes– y para ese entonces tuvo que arrendar terreno para cultivar. Por suerte, esa actividad le ayudó a generar algunos ingresos y poco a poco fue adquiriendo terreno propio.
Luego de un tiempo, doña Catarina y su esposo analizaron la posibilidad de producir para ellos. “¿Será que siempre vamos a estar así, mandando lejos lo que producimos? Tal vez sea tiempo de producir para nosotros y venderlo acá”, pensó, idea que echaron a andar y, paulatinamente, fueron introduciendo algunas especies dentro de lo que sembraban. Así fue acercándose a organizaciones que le brindaron formación, conoció a Fundebase y Educo y empezó a participar en nuestro proyecto, que llevamos a cabo en
13 comunidades de los municipios de Santa María Nebaj, San Juan Cotzal y San Gaspar Chajul, de la región Ixil del departamento de Quiché.
En las formaciones que ha recibido del proyecto aprendió, junto a otras mujeres, a diversificar su terreno. “He aprendido técnicas sobre el manejo de suelos, como por ejemplo las curvas a nivel, y también a elaborar abono orgánico y algunas prácticas sobre el manejo de animales”, indica. Poco a poco fue fortaleciendo sus conocimientos y hace mucho tiempo que ya no trabaja para exportar lo que produce en su parcela, ahora lo destina a
consumo familiar y, otra parte, a vender en los mercados locales y en el día de plaza principal del pueblo.
Junto a otras
mujeres productoras de hortalizas de la comunidad comenzaron a ir al mercado de Nebaj, donde se encuentra la plaza más grande de la región, para ofrecer sus producción. Al principio fue difícil porque nadie las conocía en el pueblo y no tenían un puesto asignado en la plaza, frecuentemente las movían de los puestos de venta.
Al darse cuenta de la dificultad que representaba no contar con un espacio fijo,
se organizaron para solicitar un espacio en los días de plaza, esfuerzo que lograron con éxito. Poco a poco se dieron a conocer y sus clientes las comenzaron a buscar porque su producción tuvo buena aceptación, principalmente porque la variedad de hortalizas está producida agroecológicamente. “Vendo todo lo que me llevo al mercado cada día de plaza y regreso sin ninguna mercadería”, agrega sonriente doña Catarina.
En cada día de mercado, doña Catarina comenta que vende un aproximado de 300 quetzales –unos 35 euros–. Una parte de
lo que gana lo destina a comprar otras cosas que ella no produce, otra parte la invierte en diversificar su siembra en la parcela y un porcentaje es para ella. “Con la ganancia a veces compro hilo que utilizo para elaborar un güipil –camisa bordada de mujer– y todavía me alcanza para un ahorrito por si llegara a necesitar algo para atender mi salud o alguna otra emergencia”, comenta. Además, siempre le queda algo para comprar sal, jabón y carne para variar la alimentación de la familia.
Entre otros aspectos que doña Catarina valora es el conocimiento adquirido respecto al derecho a la alimentación, al
derecho de la mujer a la tenencia y producción de la tierra y otros aspectos que se promueven en las actividades de formación que impulsamos con el proyecto.
Actualmente doña Catarina cuenta con 15 cuerdas de terreno, donde ha diversificado todo tipo hortalizas, plantas medicinales, frutales y maíz.
Su deseo es seguir diversificando, aunque para ella, el espacio con el que cuenta no es suficiente. “Me gustaría seguir ampliando mis conocimientos, aprender más sobre la transformación de plantas, por ejemplo: para la elaboración de
shampoo y otros productos derivados de la caña de azúcar”, agrega.
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