Si pensamos en cómo ayudar a un niño o niña a seguir estudiando, de inmediato nos imaginamos dando apoyo económico a su familia para que pueda costear sus estudios. Pero eso no es siempre así...
Cuando un niño o niña vive en el campo de refugiados más grande del mundo tiene muchas carencias materiales y psicológicas que cubrir. No se trata solo de darle la oportunidad de seguir con los estudios que tuvo que dejar en Myanmar porque su vida y la de su familia corría peligro; es pensar en un sitio con agua corriente, un techo seguro y protector, con acceso a unos aseos para su higiene personal, además de entregarle todo el material educativo que necesita para seguir las clases sin dificultad.
En definitiva, debemos crear un espacio seguro y adecuado para que su preocupación sea solo la de aprender. Y eso es lo que hacemos en Cox’s Bazar con los miles de niños, niñas y jóvenes que tuvieron que huir de su país de origen hasta su país vecino, Bangladesh, para encontrar refugio y salvar sus vidas. Pero eso fue en 2017, y hoy todavía siguen ahí, esperado a que sus vidas vuelvan a la normalidad, si es que eso pueda ser posible en un futuro no muy lejano.
Saddam es uno de los estudiantes que asiste a nuestras clases. Vive con su familia en una de las tiendas de campaña del campamento. Son 10 en un espacio minúsculo: "Antes de tener esta oportunidad, nuestra vida era oscura. En Myanmar no podíamos leer ni escribir. Allí no teníamos la oportunidad de jugar, viajar, recibir tratamiento médico ni de una vivienda de calidad. Ahora asisto a todas las sesiones de Educo. Aquí nuestros profesores nos enseñan todos los días birmano, inglés, matemáticas y habilidades para la vida. Ahora puedo estudiar y ayudar a mis amigos".
En estos espacios que hemos creado dentro del campo no solo les proporcionamos contenidos académicos, como clases de alfabetización o formación en aritmética elemental, sino también les enseñamos habilidades para salvar su vida y les hacemos un seguimiento y acompañamiento para que su salud mental, en este contexto de vida tan duro, no se resienta. Además, si alguien falta a clase a menudo, un educador se desplaza hasta su domicilio para saber qué está causando este absentismo.
El joven Saddam acude a clase sin falta y está muy contento con sus clases: "Disfruto mucho con todo lo que me enseñan. Puedo decir con confianza que mi nivel de inglés, birmano y matemáticas ha aumentado. Ahora mi objetivo en la vida es poder continuar con mis estudios y ayudar a los niños y niñas de mi comunidad a leer y escribir. Sueño con ser un buen profesor para ayudar a mi comunidad. Me gustaría dar las gracias a Educo Bangladesh por hacer brillar la luz de la educación en los niños rohingya como nosotros".
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