Charlamos un rato con María José Velasco Gómez, coordinadora de Bienestar y Protección, además de profesora de Pedagogía Terapéutica, en el IES José Luis López Aranguren de Madrid, acerca de la creación de esta nueva figura. Su colegio es un ejemplo de buenas prácticas en relación a la implantación de esta nueva persona que vela por proteger a la infancia del centro, pero, lamentablemente, ellos son una excepción.
La figura del coordinador es importante y necesaria por dos razones: primero porque si se marca una figura es porque se considera que lo que tiene que coordinar es importante, y eso ya es un paso adelante para proteger a nuestros jóvenes; y, por otro lado, porque se supone que si eres el coordinador de bienestar y protección es porque hay algo que coordinar. Y verdaderamente hay muchas cosas que coordinar.
Antes de que existiera la figura del coordinador, ya había equipos de convivencia que trabajaban la gestión de emociones y de conflictos: aspectos como la situación social o familiar o las necesidades y carencias de los alumnos. Entonces, lo importante es saberse coordinar, que la información fluya, que no seamos islas, que se pueden hacer muchas cosas en conjunto. La figura del coordinador básicamente lo que hace es eso, coordinar todas las actuaciones que se ponen en marcha en un colegio para que un joven se encuentre bien en el centro, bien en su vida y que las necesidades que pueda tener, hasta donde nosotros podamos ayudar y podamos paliar, se cumplan.
En mi centro me considero una verdadera privilegiada. Tengo cinco horas asignadas de mi horario, no lectivas, para dedicarme a coordinar. Pero no solamente eso, además, en mi centro, hay un equipo de convivencia formado por 14 personas. No son tanto las horas, sino verdaderamente lo que tú puedas gestionar en esas horas y lo importante que sea para el centro el que esas horas las dediques bien. Y en ese sentido, aquí somos unos privilegiados porque verdaderamente sí tenemos un horario, un respaldo y una labor respetada.
Desde que se implantó la figura del coordinador de bienestar no he notado grandes diferencias respecto al alumnado o a las necesidades del alumnado. También es cierto que nosotros llevamos dando importancia a la convivencia y trabajando desde el año 2004, cuando nos dimos cuenta de que los recreos eran un foco de conflicto. Entonces se adoptó la medida simplemente de dejar espacios para trabajar juegos de mesa. Eso lo que hace es que estás diversificando una actividad en el recreo y estás dando respuesta también a chavales que a lo mejor no les gusta el fútbol ni les gusta no sé qué otra cosa. Uno o dos años después, empezaron las formaciones de alumnos, personal de administración, profesores y parte del equipo directivo. Y en 2017 creamos el primer grupo de equipo de convivencia para trabajar.
Echábamos una mano a los alumnos repetidores, por ejemplo, para que no se sintieran frustrados. Un chaval debe vivir la repetición como una caída, no como una losa para toda la vida. Empezamos a formar alumnos ayudantes, alumnos mediadores. En mi centro siempre ha habido actividades. Ahora hay una figura que es la que coordina, pero nada más.
Creo que ahora tenemos los dos extremos. Tenemos chicos, chicas que gestionan muy bien las emociones y que ayudan a los demás, que se vuelcan con una dosis de empatía considerable y que están ahí siempre dispuestos y pendientes a sumar a favor de la convivencia. Y también tenemos chicos y chicas que su forma de relación es violenta. Los que te dicen abiertamente “Mira, no me cuentes milongas. El que da primero da dos veces”. Y el otro extremo: “Vamos a ver, en mi aula no pasa, vamos a ver cómo solucionamos esto”. Y antes yo no veía tantos extremos.
Hay que trabajar con esos alumnos que viven en ese extremo del que da primero, da dos veces, y también trabajar con los demás para intentar que, entre todos, lleguemos a una solución. Tienen que sentirse arropados cuando cambian su forma de relacionarse y entendidos cuando les cuentas que hay otras maneras de hacer.
Porque llevo metida en asuntos de convivencia desde el año 2002 cuando llegué a este centro. Mi formación académica está muy orientada y muy centrada también en el manejo de estas situaciones y en muchas ocasiones, la experiencia simplemente es un grado. Yo creo que además de la formación que puedas tener, si existe un buen equipo, en el que el coordinador no sea pedagogo, no importa. Porque lo único que hay que hacer es saber mirar.
Porque no escuchamos. Porque necesitamos que nos quieran. Y muchas veces, para que nos quieran somos capaces de aguantar cualquier cosa. Y porque en muchas ocasiones, y esto no es nuevo, la tradición es darle al débil. Y ¿qué hay más débil que un niño?
Pero violencia no es solamente que te pegue en un bofetón. Violencia también es que no les importe qué tal te va en el instituto, que lleves tres semanas haciendo pellas y nadie se entere, o venir sin desayunar. Nos cuesta trabajo escuchar. Hay veces que los jóvenes se están gritando y no los oímos. Y cuando los oímos, pues muchas veces ya es tarde, porque vamos demasiado deprisa. Y, además, hemos subido nuestro nivel de tolerancia respecto a situaciones violentas, hostiles.
El índice de tolerancia es alto. Hace años le comentabas a las chicas, por ejemplo, que su novio iba a controlar su móvil, sus redes sociales y el cómo iba vestida para ver si le parece bien o mal y el 80% de las chavalas decían: “No te cuento lo que tardo yo en mandarle con su madre”, por ejemplo. Ahora no. Ahora probablemente estemos hablando de un porcentaje mucho menor. ¿Por qué? Pues porque consideramos normal determinadas cosas. Que suene mi móvil y lo coja mi pareja, no pasa nada, ¿no? No perdona, ¿cómo que no pasa nada? Que te lea los wasaps, que te diga que no le gusta que vayas con estas o que vayas con estos...
Depende de muchas cosas, es que podemos llegar a tener mucha casuística. Nosotros nos presentamos a principio de curso, no solamente me presento yo como coordinadora de bienestar, sino que vamos otras cuatro o cinco personas del equipo de convivencia para que sepan quiénes somos y puedan venir a nosotros a contarnos. Les decimos: “Nuestro trabajo es que estéis bien, que estéis a gusto, que allá donde nos veáis podáis decirnos. Cualquier adulto os va a escuchar”. Hay veces que ellos vienen directamente y otras que puede ser un auxiliar de control o personal de limpieza que te dice pues es que he visto aquí una cosa rara con este niño o con esta niña. Luego hay veces que son los tutores.
Los tutores tienen un trabajo impresionante en este campo. Son ellos quienes te dicen en mi clase hay un chaval, no sé qué le pasa, a ver cómo lo podemos ayudar, o cuando se instala una mala dinámica en el aula. A veces también son las familias que vienen porque notan a sus hijos raros. Y también la figura de los alumnos ayudantes es muy importante porque ellos están ahí intentando ayudar a todo el mundo. Ellos no te dicen quiénes son, porque un alumno ayudante no es un chivato, pero sí que es capaz de pedir ayuda cuando ve que ellos no pueden solucionarlo.
Mira, ahora mismo estamos en pleno proceso. Los alumnos ayudantes surgen. Es un alumno, un compañero al que los demás compañeros han votado como persona en la que confían, que consideran que si tuvieran un problema les ayudaría. A lo mejor de cada clase salen cuatro o cinco alumnos que gozan de la confianza, del respeto de sus compañeros. Luego hay que hablar con esos alumnos que han sido seleccionados por los compañeros para ver si quieren o no. Y una vez que ellos dicen que sí, las familias tienen que aprobar por escrito que están dispuestos a que sus hijos sean alumnos ayudantes. Y después de eso viene la formación.
La figura del coordinador tiene que ser la guinda de un pastel. Pero si no ha existido el pastel, ¿dónde coloco la guinda? Si no dotas de tiempo, de equipo, de capacidad de decisión, no puedes hacer nada. No es que se quejen de que están solos, es que en muchas ocasiones lo están. La figura del coordinador se debe implantar una vez que ya se han trabajado otras cosas: que un niño o niña esté a gusto, que en el centro haya ya estructuras que trabajen para eso, que sientan el centro como un sitio agradable donde se pueden desarrollar.
Si esa filosofía existe, ese es un estupendo pastel sobre el que poner la guinda. Pero si simplemente eres el coordinador de bienestar, no tienes horas, no hay un equipo, no hay respeto hacia aquello que vas a coordinar, en el sentido de que no se le da importancia, pues la idea es buena, pero no deja de ser una idea grandilocuente que no tiene fundamento ninguno.
La figura del coordinador como tal no solamente se restringe al centro educativo, es imprescindible que exista una red de servicios en la localidad a nivel comunidad autónoma que ayude a llevar a cabo el trabajo del coordinador en condiciones adecuadas. En los centros educativos se llega hasta donde se llega. Pero es que nuestros alumnos, nuestros adolescentes, en muchas ocasiones, necesitan respuestas que desde el centro no se les pueden dar. Respuestas que involucran a servicios sociales, que involucran a programas para el desarrollo de los jóvenes fuera de los centros. Necesitamos una red en la cual se puedan incluir nuestros adolescentes por las tardes, que exista un servicio de psicología rápido al que poder recurrir cuando surge una urgencia o algo que verdaderamente no puede esperar. Si hablamos en serio del bienestar de nuestros jóvenes y de protección de nuestros jóvenes, eso va mucho más allá de los centros educativos. Y todos debemos funcionar como un reloj.
Exacto. Si yo veo que hay un alumno totalmente hundido y descolocado, y me acerco y me cuenta que está viviendo un divorcio terrible, ¿cómo puedo ayudarle? Puedo trabajar estrategias que le vengan bien para afrontar el día a día o la tarde en su casa, pero probablemente este niño o niña necesite de otras cosas. Y ahí es donde se tiene que movilizar la red. Probablemente este chaval necesita salir de su casa por las tardes, hacer los deberes o practicar algún deporte para estar aireado y relajado y no estar siete horas metido en un entorno o en un ambiente que a lo mejor no es el más positivo. Para eso se necesita la red y probablemente necesitaría un psicólogo que le ayudara a gestionar todas esas emociones que no sabe gestionar.
Claro. Por ejemplo, un alumno de 4º de la Eso que tiene una gran ansiedad en el mes de abril o mayo. ¿Y si le enseñáramos a gestionar el estrés y sus emociones antes? No solo de cara a sus exámenes, sino a su vida. Es que necesitamos aprender a gestionar el estrés y la ansiedad, porque seguro que en algún momento de nuestra vida vamos a sufrirlas.
No me atrevo a dar consejos, pero lo que sí creo es que cuando te quejas, razones tendrás. Y no se puede pintar una fachada si detrás el edificio está en ruinas. Sería absurdo. Pues aquí lo mismo. Porque esto para lo que nos han nombrado necesita un respeto. Si no existe un respeto hacia lo que tenemos que hacer, tengo derecho a quejarme y a decir que no estamos trabajando en las mejores condiciones. Repito, yo me excluyo: me siento una privilegiada, pero sí que es cierto que hay muchos coordinadores de bienestar a los que les han dicho “Tú, pero no hay horas, no hay equipo”. Pues entonces ni siquiera hay el respeto por aquella misión que te han encomendado.
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