Todos queremos lo mejor para nuestros hijos pero muchos no sabemos cómo. Un ejemplo claro de cómo podemos meter la pata es este: los padres que quieren hacerse amigos de sus hijos. Hoy te contamos por qué hacerlo es un error y las consecuencias que conlleva.
Ser padres nos exige ofrecerles a nuestros hijos las claves para crecer de forma responsable e independiente pero eso también requiere ponerles límites. Y esa es una de las principales razones por las que tu hijo y tu no deberíais ser colegas. Pero hay muchas más. Aquí te lo contamos.
Los padres deben poner límites, ofrecer a sus hijos referentes y estructuras que les hagan sentirse bien, protegidos y queridos y enseñarles las consecuencias de sus actos o palabras. Si tus hijos son tus amigos, difícilmente podrás ponerles límites.
Cuando tratas a tu hijo como un amigo, el mensaje que le estás transmitiendo es que sois iguales y esto puede acarrear serios problemas a la larga ya que les confunde. Si eres amigo de tu hijo, lo más probable es que deje de escucharte cada vez que le pidas que haga los deberes, recoja la mesa o llegue a casa más temprano de los previsto. Pasarás de ser su amigo a enemigo cuando menos te lo esperas.
Al tratarle como amigo, creamos el hábito de compartir demasiada información y esto incluye hablar sobre las dificultades o los problemas con los que nos enfrentamos los adultos. No están preparados emocional o intelectualmente para entender lo que a ti te pueda pasar. Además, al hacerlo es probable que tu hijo empiece a sentirse responsable y preocupado por tu bienestar. Si tienes un problema, habla con tu pareja o un amigo, no con tu hijo.
Sobre todo en el caso de hijos adolescentes, el ser amigos se agrava ya que lo que le corresponde hacer a un niño de esta edad es a cultivar su individualidad y a separarse emocionalmente de sus padres. Si sois colegas, difícil se lo pones a tu hijo. No te interpongas en esta fase tan importante de desarrollo.
No estamos diciendo que no se deba tener una relación fantástica con los hijos. Al revés, cultivar con ellos una buena comunicación es fundamental. Compartir, jugar, disfrutar…incluso crear códigos de complicidad entre vosotros es sano. Deberíamos apuntar a tener una relación cercana, amorosa y comunicativa que nos permita saber cómo están y cómo se sienten. Una relación abierta y honesta con tu hijo les demuestra que te pueden contar lo que les pasa con total confianza y que siempre pueden contar contigo.
Lo importante es saber distinguir entre ambas. Recuerda, si le transformas en amigo, se quedará sin una madre o un padre al cual acudir cuando lo necesite.
Como bien nos cuenta la pedagoga Cristina García, con aquello de hacerse pasar por amigo de tu hijo, “nos pensamos que son mensajes positivos y que les animan pues la figura del amigo nos parece más abierta, simpática, confidente y que se da a la compresión y a la cercanía. Pero si tú le ofreces a tu hijo ser su amigo o amiga, ¿dónde queda entonces la figura de padre o madre?”
¿Eres amigo de tu hijo? ¿Estás de acuerdo con los conejos de hoy? No dudes en escribirnos para compartir tu experiencia con nuestros lectores.
Derechos de Imágenes: JayBe, Ben Francis
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