Los seres humanos necesitamos tanto la comunicación con el otro que hemos inventado la palabra. Comunicarse es crucial para desenvolverse en el mundo, pero también para desarrollarse como persona. Sin embargo la comunicación mediante palabras es imprecisa o incluso tramposa, la palabra nos permite mentir, y en ocasiones también puede ser vehículo de violencia.
A comunicarse bien con los demás se aprende, el problema es que se aprende en la infancia y así, malas formas de comunicación son transmitidas de padres a hijos generación tras generación.
Gritos, amenazas, chantaje emocional, silencios..., la forma en que nos comunicamos los adultos deja mucho que desear y así enseñamos a nuestros hijos a hablar. "Si no te lo comes todo no hay tele", "Esta por mamá", "Si no me das un beso no te hago más macarrones", "¡Recoge tu cuarto, ya!"..., ¿quién no ha usado o escuchado alguna vez una de estas frases o alguna de sus variantes?
La Comunicación No Violenta fue desarrollada por M. Rosenberg, doctor en psicología y educador, en el año 1984 y su objetivo es que seamos capaces de comunicarnos de manera efectiva y empática. Para esto se intenta evitar el uso de manipulaciones, tales como apelar a la culpa, la vergüenza o el miedo, evitar las coerciones y amenazas y los chantajes. Uno de los principios claves de la CNV es que sea una comunicación libre de juicios morales, que evite recriminar al otro y que se exprese más desde el yo y los sentimientos propios que desde las acciones del interlocutor. "Me siento mal cuando haces eso" en contraposición a "Lo que haces está mal". La escucha activa y empática también es una de las herramientas clave de la comunicación no violenta, que se basa en la expresión de sentimientos y en la idea de que las necesidades propias no pueden satisfacerse a costa de otros.
Rosemberg ha aplicado este modelo de comunicación en diversos programas de paz, ya que es una buena herramienta en la mediación y resolución de conflictos.
Comunicarnos de forma honesta con nuestros hijos es la base para construir una relación honesta y así preparar a nuestros hijos para establecer relaciones honestas en el futuro. La palabra está en la base de muchas relaciones violentas y por lo tanto, hablar con nuestros hijos "bien" les enseña a que los demás les hablen "bien" a ellos.
Este tipo de comunicación permite además resolver conflictos de forma asertiva, aprender a decir "no" y aceptar el "no" de los demás y por tanto es útil también para ayudarnos a manejar emociones como la frustración o la ira.
La comunicación no violenta nos ayuda a construir relaciones basadas en la empatía, el respeto y la colaboración y por tanto libres de abuso. Para comunicarse honestamente es necesario perder el miedo. Y todo eso, sin duda, es importante para nuestros hijos y para su futuro.
Derechos de fotografía: miliu 92, Leo Hidalgo
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