El pasado 8 de octubre una profesora lanzaba un hilo en twitter que no tardaba en viralizarse. La joven ponía el grito en el cielo por lo que acababa de descubrir junto a otros colegas en el patio del colegio un par de días antes. El juego con el que varios niños y niñas de 8 y 9 años se entretenían en el recreo no era el “escondite inglés”, al que tanto jugamos entre lanzamientos de peonza, saltos a la comba y rescates, sino que se trataba de un simulacro de “luz roja, luz verde”, un juego sacado de la serie
"El juego del calamar", no apta para menores de 16 años.
“El juego del calamar” es una serie coreana de Netflix que gira en torno a personas muy endeudadas dispuestas a todo por dinero. El premio gordo solo puede recaer en una, y para conseguirlo has de sobrevivir a una suerte de juegos infantiles venidos a más, porque si pierdes no te dan la palmadita en la espalda, sino que te pegan un tiro, como poco. Sobrevivir, tal cual, como decimos.
Esta
serie cruenta, de violencia explícita y sadismo aderezado con estética infantil es una de las más vistas de la parrilla de la plataforma, y todo sería normal (para gustos, colores) si parte de sus espectadores no fuesen niños y niñas por debajo de la edad recomendada (muy por debajo). Y sobre todo, si solo hubiera pasado del imaginario de sus creadores a charlas de bar entre colegas, y no, como ha pasado, a los patios de los colegios.
Contaba esta profesora en su hilo que ante tal descubrimiento siguieron indagando y resultó que más de la mitad del alumnado preguntado la había visto, y de estos, la mitad aseguraba haberlo hecho solos, en su móvil. La otra mitad la visionó con sus padres. “¡CON SUS PADRES!”, enfatizaba esta. La polémica estaba servida:
¿Qué hacen niños de 8 y 9 años usando un móvil a su libre antojo (¡¿qué hacen siquiera con un móvil?!) y… ¿en qué cabeza de madre, padre o tutor cabe visionar la serie con niños y niñas tan pequeños? La bola ha seguido creciendo, la alarma ha saltado en más colegios españoles y son ya muchas las voces que se han hecho eco de la violencia explícita que muestra la serie. Y del peligro de que esta sea vista por menores. Menores que atraídos por una estética infantil -cargada de sadismo- estarían imitando en el patio de su centro escolar los macabros juegos de una de las series más vistas de la temporada. Parece ser que juegan a dispararse con las manos y caen abatidos al suelo, como fulminados.
La polémica ha ido más allá de mochilas, bocadillos y canchas de futbito, llegando directa a las administraciones. Roger Loppacher, presidente del Consell de l'Audiovisual de Catalunya (CAC) ha instado a
evitar la exposición de los menores de edad a “contenidos inadecuados”, y ha subrayado a los padres que todas las plataformas ofrecen diversos sistemas técnicos para conseguir este objetivo. En un comunicado, ha recordado que 'El juego del calamar' muestra una señalización, decidida por Netflix, de serie no recomendada para menores de 16 años.
Por su parte, el exdefensor del Menor y doctor en Psicología y en Ciencias de la Salud, Javier Urra, ha explicado que la serie tiene una
violencia “muy clara y gratuita con ideas perversas” y que en ocasiones prohibir “puede ser pedagógico”. Para ello, apela a la responsabilidad de los padres. Una apelación que ya remarcaba la profesora del cole que exponía la situación en twitter: “¿Cómo padres y madres aparentemente normales ven lógico ver esta serie sentados en el sofá junto a su hijo de esa edad? ¿Qué tienen en el cerebro? ¿Qué valores estamos trabajando los docentes a diario para que luego desde sus casas vean normal que niños tan pequeños vean esas escenas de violencia tan bestiales? Se nos quitan las ganas de todo.”
Acompañar para educar
La realidad es que no son pocos los niños y niñas que están viendo “El juego del calamar” por lo que los procesos previos de enseñanza de valores están fallando.
Falla el acompañamiento y el no saber hacer uso -por dejadez o desconocimiento- de los mecanismos de control parental que, al menos, serían capaces de capar contenidos poco aptos. "El problema es que se trata de sistemas de control parental que hay que establecer en el seno de cada familia y, lamentablemente, en muchos casos puede ocurrir que haya un desconocimiento por parte de los padres y madres, que deberían ser los encargados de implementarlos ", comentaba Loppacher.
El acompañamiento, y el dedicar tiempo a nuestros hijos e hijas, sin duda, es clave. Urra proponía que “lo más inteligente” podría ser enseñar un trozo de la serie para que maten la curiosidad y no busquen escenas por su cuenta. “Explicarles por qué está mal, de algo tóxico y negativo hacer algo educativo”.
Desde Educo venimos recalcando desde hace mucho tiempo la importancia de
acompañar a nuestros hijos e hijas para el uso adecuado de los dispositivos, incluyendo plataformas e internet. Hablamos de la importancia de no bajar la guardia y guiar para que sean capaces de moverse por los
circuitos correspondientes a su edad. Es importante
establecer reglas de uso de internet y las plataformas de entretenimiento. Como padres, madres o tutores debemos familiarizarnos con el uso de las mismas, aprendiendo los métodos de protección y seguridad de cada una. Debemos hacer uso de los bloqueos pertinentes, no dejando caer toda la responsabilidad en los niños, niñas y adolescentes sino también en nosotros como tutores. Pero además, hemos de
consensuar y establecer reglas del juego, que sean claras en cuanto al uso de internet, hablar de horarios y espacios en los que es conveniente no incursionar ya sea por la edad o por los riesgos. Es importante, además, hacer ver a los niños y niñas que estamos de su parte, que tienen derecho a algo de
ocio pero bien gestionado. Lo ideal es convertir el uso de internet en un tema para tratar en común, y no en un tema de conflicto. Es importante dejarles claro también cuáles son nuestras preocupaciones y temores y el motivo por el que con ocho o nueve años
no pueden gestionar según qué contenidos, y que lo harán más adelante. Debemos recordar que
educar no significa castigar. Educar es orientar, acompañar e informar de manera fácil y constante. No hay que culpabilizar ni castigar, hay que buscar soluciones. Recordemos también
la importancia de educar desde la raíz. Ser conscientes y constantes, en casa, entre las comunidades, en los colegios, desde los gobiernos, de la importancia de resignificar la educación desde una visión holística que incluya herramientas y medidas para evitar situaciones parecidas a esta.
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