Verónica es una líder nata. En su comunidad es reconocida por su espíritu entusiasta que motiva a otras mujeres a participar en los diferentes espacios creados para este fin y por el deseo de ver cómo su comunidad se transforma en un lugar con mejores condiciones de vida. “Quiero que mi comunidad se desarrolle y que a las mujeres se les quite el miedo a participar”, afirma con emoción.
Ella es una de las piezas fundamentales en el desarrollo del proyecto que llevamos a cabo en Guatemala, concretamente en el municipio de Santa Bárbara, en Huehuetenango, una de las localidades que presenta el índice más alto de pobreza en el país. Junto con nuestra oenegé socia local, Tierra nueva y con el financiamiento de la Xunta de Galicia, fortalecemos las capacidades de incidencia política de las mujeres mayas además de ayudarlas a emprender sus propios negocios y que sean sostenibles.
Verónica es la presidenta de la Comisión comunitaria de la mujer de su aldea y junto a otras mujeres, tiene un papel fundamental en la organización y gestión de proyectos para la comunidad. Es la primera vez que en su aldea se lleva a cabo un proyecto de estas características que les brinda herramientas y conocimientos sobre la administración de actividades productivas y les forma acerca de sus derechos.
No es más que dar una oportunidad a las mujeres para que ellas también sean parte del desarrollo social y económico de sus comunidades, fortaleciendo sus capacidades personales, familiares y comunitarias para reducir así la brecha de participación, incidencia y toma de decisiones entre hombres y mujeres; tanto a nivel familiar como comunitario.
Ser mujer se asemeja a correr una carrera de obstáculos, y más si vives en una comunidad rural muy alejada donde conseguir un trabajo remunerado no es fácil. Verónica es consciente de esta situación y por eso motiva a otras mujeres a que participen en el proyecto y a que sigan involucrándose en él: “Motivo a las señoras para participar en este proyecto porque la situación de la mujer en el campo es difícil. No tenemos trabajos remunerados, no hay acceso a negocios que nos motiven, por eso, ganarse unos centavitos criando animalitos está bien”.
Y es que de eso se trata el proyecto: conseguir que ellas mismas generen sus propios ingresos económicos, como por ejemplo criando cerdos y comercializando su venta. También reciben formación sobre sus derechos y se les enseña a elaborar sus propios planes de negocios.
“Quiero aprender a administrar mis ganancias, poder ahorrar una parte y otra destinarla para producir más a mediano plazo. Continuar con la cría de cerdos para tener más ingresos y poder ayudar a mi esposo con los gastos de la familia, principalmente con la compra de maíz que es lo que más escasea luego”, cuenta Verónica quien es consciente que, para lograr mejores condiciones de vida en su aldea, aún queda trabajo por hacer.
“Todavía hay mucho que hacer porque las mujeres participan nada o muy poco en los espacios de toma de decisiones. Por ejemplo, formar parte del Consejo Comunitario de Desarrollo o representar una directiva. Las mujeres aún no se animan a involucrarse”, nos cuenta.
Actualmente, en la Comisión comunitaria de la mujer, junto a Verónica, hay siete mujeres que participan. Son los enlaces y quienes llevan la voz de todas las mujeres de la aldea en la gestión de iniciativas con las diferentes entidades gubernamentales y no gubernamentales. Además, son ellas quienes están animando a otras mujeres para involucrarse.
El grupo de Verónica está a punto de recibir a sus primeros cinco lechones, para después comenzar con la etapa de engorde que dura más o menos cuatro meses. Mientras tanto, se encuentran en proceso de formación y se muestran ansiosas de poner en práctica todo lo aprendido.
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