El Artículo 7 de la
Convención de Naciones Unidas sobre los Derechos de la Infancia dice que “el niño [o la niña] será inscrito inmediatamente después de su nacimiento y
tendrá derecho desde que nace a un nombre, a adquirir una nacionalidad y, en la medida de lo posible, a conocer a sus padres y a ser cuidado por ellos”. No obstante, cada día nacen en el mundo cientos de miles de niños y niñas que quedan sin registrar y, por lo tanto, fuera del amparo del derecho fundamental a tener una identidad oficial, un nombre reconocido y una nacionalidad.
El registro de nacimiento es el documento con el que un
Gobierno reconoce legalmente la existencia de una persona como miembro de la sociedad. El simple hecho de no disponer de este documento, que acredita su identidad y su edad, hace que se aleje de otros derechos fundamentales como el derecho a recibir asistencia sanitaria y educación y a que el Estado lo proteja frente a los abusos.
Pero la importancia del registro de nacimiento no termina al acabar la infancia. Más adelante, en su vida adulta, esta persona puede tener dificultades o verse en la
imposibilidad de obtener el pasaporte, el carné de identidad o el de conducir; optar a un empleo gubernamental; obtener una herencia o cobrar subsidios estatales y dinero de seguros, créditos y pensiones. Incluso abrir una cuenta corriente en un banco, conseguir la documentación necesaria para casarse, presentarse como candidato a unas elecciones o votar pueden convertirse en tareas imposibles de realizar sin una documentación que acredite su identidad.
La mayoría de los certificados de nacimiento incluyen el nombre del niño, de sus padres, del médico que atendió el parto, de la comadrona y de los otros asistentes, así como la fecha, el lugar de nacimiento y el nombre del encargado del registro. En algunos países también queda registrada la edad de la madre al dar a luz, la altura y el peso del pequeño y la duración del embarazo.
No obstante, y aunque es muy difícil de contabilizar debido a la propia naturaleza del problema, se calcula que
en el mundo hay 230 millones de niños y niñas menores de 5 años que nunca han sido oficialmente registrados y no disponen de certificado de nacimiento, la mayoría en África subsahariana y el sudeste asiático.
El certificado de nacimiento no garantiza que un niño asista a la escuela, ya que hay muchos otros elementos que influyen en esta circunstancia, pero puede llegar a ser un factor muy importante de cara a recibir una educación. En muchos países del mundo,
los niños no pueden asistir a la escuela si no tienen un registro de nacimiento y lo presentan en el momento de la inscripción. Del mismo modo, en algunos lugares es necesario el certificado para conseguir el diploma de la escuela primaria, pasar a los estudios secundarios, recibir becas y poder presentarse a los exámenes oficiales.
Otro de los derechos fundamentales que se les puede negar a los niños no registrados es la atención médica. En numerosas ocasiones, los servicios públicos de salud y bienestar social no están al alcance de muchos niños y niñas, y seguirán siendo inaccesibles más tarde cuando ya sean adultos.
Ante la imposibilidad de demostrar su identidad, edad y nacionalidad, muchos niños y niñas son el
blanco perfecto para todo tipo de traficantes y explotadores sexuales y laborales ya que, en muchos casos, no hay ninguna prueba de que existan. Asimismo, es más fácil que los que infieren malos tratos a niños que no están registrados queden impunes. También pueden ser objeto de matrimonios infantiles, reclutamiento militar y participación en conflictos armados.
Rachel puede seguir en la escuela
Rachel tiene 12 años y estudia segundo de educación secundaria en una escuela pública de Bembereke, en el norte de Benín. Aquí, como en muchos otros países africanos, muchos niños y niñas no son registrados al nacer. En todo el país, alrededor del 15% no cuentan con registro de nacimiento, una cifra que aumenta hasta el 20% en las áreas rurales y
supera el 30% entre la población más pobre.
Este es el caso de Rachel, que
fue expulsada de la escuela por no tener el registro de nacimiento. Su padre había presentado el certificado de la maternidad donde nació la niña, un documento con el que tendría que haber tramitado el registro oficial de nacimiento y que por sí solo no tiene validez para la matrícula escolar. Pero el desconocimiento del procedimiento y de la importancia de hacer bien el trámite significó un gran problema para Rachel. “Me sentí mal y, mientras los demás estudiaban, yo salía a caminar por el pueblo”, explica.
Desde Educo, junto a la ONG local FEE-D, realizamos
campañas de sensibilización entre la población en Benín sobre la importancia de registrar a los recién nacidos y ejercemos de intermediarios entre la Administración y las familias para tramitar los registros de nacimiento de los alumnos de las escuelas con las que colaboramos. Así, Rachel consiguió finalmente el documento que acredita su identidad y pudo volver a la escuela.
Ahora puede centrarse en su deseo de convertirse en maestra y aconseja a otros niños y niñas que están en su misma situación: “Les pido a todos que vayan a la escuela porque Educo y FEE-D podrán ayudarlos a obtener su registro de nacimiento”.
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