El sedentarismo es seguramente uno de los grandes males de la humanidad moderna. El ser humano evolucionó como una especie nómada que se movía mucho más y de una forma totalmente diferente a como lo hacemos en la actualidad. La relación entre el sedentarismo y la obesidad es obvia: comemos mucho y nos movemos poco, un cóctel que en la actualidad está afectando cada vez más a los niños.
Y es que antes los niños se movían más y sobre todo, de forma más libre. El estilo de vida moderno que nos confina en apartamentos de 60 m2 y en el que los niños solo pueden correr un rato mientras dura la extraescolar deportiva, para después engancharse a una pantalla el resto de la tarde, o ponerse a hacer deberes hasta el anochecer, es probablemente uno de los factores con mayor incidencia en la obesidad infantil.
Pero ¿cómo de poco se mueven nuestros niños?
Un estudio norteamericano - EEUU es probablemente uno de los países desarrollados con mayores tasas de obesidad, también infantil - asegura que los niños y adolescentes estadounidenses se mueven menos que los mayores de 60 años.
Los investigadores analizaron los datos de más de 12500 personas de diferentes edades en un periodo comprendido entre 2003 y 2006.
El estudio encontró que la tasa de actividad física entre los niños y adolescentes está bastante por debajo de las recomendaciones de la OMS. En concreto más del 25% de los niños y más del 50% de las niñas de entre 6 y 11 años y más del 50% de los niños y del 75% de las niñas de entre 12 y 19 años no llegaban a los mínimos establecidos por dicha organización.
Los niveles de actividad, como decíamos más arriba, eran menores que los detectados entre mayores de 60 años.
El estudio también encontró que los niveles de actividad aumentaban ligeramente a partir de los 20 años, para volver a disminuir durante la mediana edad, momento en el cual además los niveles de varones - que son superiores en las primeras etapas - se equiparaban a los de mujeres.
El estudio se publicó en Preventive Medicine en el mes de junio.
La actividad física no solo ayuda a mantener un peso sano, sino que es beneficiosa incluso para el desarrollo de las funciones cognitivas, la memoria y el desarrollo de las habilidades sociales.
Fomentar la actividad física es, igual que ocurre con los planes de prevención de la obesidad infantil, una labor de toda la comunidad. Favorecer los espacios de juego, fomentar las actividades deportivas, aportar alternativas al uso desmesurado de las pantallas es algo que puede hacerse no solo desde las familias, que a veces tienen muy difícil mejorar las condiciones de vida de sus hijos, sino también desde toda la sociedad. La salud durante la infancia es determinante a la hora de predisponer a muchas enfermedades durante la etapa adulta. Los niños sanos se convierten en adultos sanos con más probabilidad. Y eso es un trabajo que se puede lograr entre todos.
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