Seguirán confinados

Imágenes de ciudades desiertas, monumentos sin visitar, playas sin sombras ni toallas, estaciones de esquí blancas, sin huellas, pájaros al amanecer, al atardecer y al anochecer, aire limpio, animales en los pasos de cebra –no jabalíes, ¡pavos reales! –, delfines rozando la costa.

La naturaleza nos observa mientras tratamos de rescatar nuestras vidas. No todo va bien. No todo va a salir bien. La gente enferma y muere sola. Las familias no pueden compartir ni las alegrías ni las tristezas, no pueden despedirse. Los profesionales de la salud se enfrentan a la improvisación. Lloran impotentes.

Pero la naturaleza humana también es naturaleza. Y le gusta florecer. Encuentra un hueco por el que colar un brote de esperanza. La flor que crece en el asfalto. Busca el equilibrio entre huracán y desierto. Se repara a sí misma con la única herramienta que le pertenece, el amor por la vida. Aparta por un momento la idea del miedo. Valora los gestos solidarios. Estar bien, vivir bien.

¿Qué es lo primero que querréis hacer cuando salgamos de casa?, les pregunta su padre a mis hijos. Los ojos del mediano se iluminan al mismo tiempo que de su boca salen cinco sonidos que se convierten en seis letras que ordenadas forman una palabra, una sola palabra: correr.

Quiere correr. Dice que no sabe si se acordará de cómo correr así. Sin paredes alrededor, sin límites. ¿Tendrá eso que ver con el sentimiento de libertad? No sabemos qué pasará porque esto no había pasado nunca. La globalización en estado puro. ¿Volveremos a ser libres?

Hoy los niños y niñas menores de 14 pueden salir a dar un paseo en España. Una hora al día acompañados de un adulto. Y algún día el confinamiento acabará, pero no para todos. Porque hay niños y niñas que ya estaban confinados antes de la cuarentena y seguirán confinados cuando la cuarentena acabe. Niños y niñas que no conocen el mar, para los que la vida se reduce a ocho cuadras alrededor de casa, ir al centro es ir de excursión. Ahora están confinados en su confinamiento. Luego simplemente seguirán confinados. Una vida en cuarentena.

Son Los niños de la llave. Hace tiempo que desde Educo venimos hablando de ellos. niños y niñas que vuelven solos y se quedan solos en casa después de la escuela. Sus padres no pueden ir a recogerlos ni tienen los recursos económicos suficientes para apuntarlos a actividades extraescolares o pagar a una persona por cuidar de ellos a pesar de trabajar. En verano, cuando acaba la escuela, no hay suficiente dinero para campamentos ni casales.

Y son Los otros niños de la llave: aquellos que, además de todo lo anterior, tienen que compartir su casa con extraños, o bien porque sus familias se ven obligadas a arrendar una o varias de las habitaciones de su casa para sobrevivir, o bien porque viven en una habitación realquilada en casa ajena. En su gran mayoría se trata de familias monoparentales a cargo de una madre sola –monomarentales– que no trabaja o lo hace en condiciones precarias. Ni diez metros cuadrados por persona.

Cuando todo esto acabe, ¿volverán muchos niños a colgarse la llave al cuello, como un amuleto, para ir a la escuela mientras les vemos pasar? ¿Permitiremos que sus padres vuelvan a salir a trabajar por un salario mísero? ¿La brecha digital que les separa de sus compañeros se habrá ensanchado? ¿Seguirán solos, mientras afuera vuelve la normalidad? ¿Pasará de largo el verano por delante de su puerta?

Correr sí, correr podrán. Estaría bien que fuera con la misma idea de libertad que mi hijo.

Foto: Raquel Martínez
 

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